Por: Marco Fidel Ramírez
¡Sálvese quien pueda! parece ser la consigna que hoy los colombianos debemos atender antes que el país termine irremediablemente arruinado por las medidas draconianas de Gustavo Petro y las decisiones suicidas de sus ministros tan mediocres como irresponsables.
Transcurridos apenas los dos primeros meses de este nefasto gobierno izquierdista con la economía amenazada por una inflación galopante y un dólar históricamente disparado hacia los cinco mil pesos, los colombianos ya percibimos nítidamente que el fantasma de la pobreza, la miseria y el hambre está a las puertas.
Cada decisión que anuncia el Gobierno del “cambio”, a cuenta gotas como una tortura china, alarma a los mercados internacionales, espanta a los inversionistas extrangeros, aterra a los empresarios colombianos y empanica a trabajadores y clase media que descubren lo poco que ya se puede comprar en los supermercados con un dinero que vale cada vez menos. Hoy el gobierno de Petro y su patota de la desgracia, sigue al pie de la letra el libreto ya conocido por sus similares del vecindario que con presidentes comunistas han visto cómo sus economías se derrumban, sus riquezas se disipan y su ruina se incrementa espantando a los nacionales y obligándolos a emigrar para evitar que sus hijos mueran de hambre y sus familias naufraguen en la pobreza extrema.
Demasiadas señales de alerta y muchas determinaciones necias hoy encienden las alarmas, entre ellas, el peligro de perder la soberanía energética, el planeado asalto a las pensiones, una reforma tributaria ladrona, la intención de frenar intempestivamente la minería y la industria petrolera y la explotación de hidrocarburos, el anuncio de la paz total para los hampones y terroristas, la financiación de subsidios para pagarle salario a los violentos de la primera línea, la validación de la marihuana, la legalización de la cocaína, el zarpazo a las iglesias con más impuestos y la imposición de una reforma política liderada por Roy Barreras con la cual buscan asegurar los cimientos de la dictadura petrista que tanto anhelan y con la cual demolerán la democracia colombiana.
No es gratuito pues el poderoso levantamiento popular que ya se está cocinando en el corazón del pueblo colombiano y que se manifiesta en marchas multitudinarias como la del pasado 26 de septiembre, movimiento de protesta al que ya se van sumando los mineros, galleros, moteros, tenderos y millones de inconformes que también marcharemos en todo el país el próximo 29 de octubre para plantarle cara al Gobierno y para recordarle que Colombia se respeta.
Tal efervescencia social que irá creciendo inconteniblemente por el carácter maquiavélico, autoritario e irresponsable del gobierno Petro, muy seguramente explotará en una poderosa corriente de resistencia y desobediencia civil sin precedentes en las últimas décadas. Los votantes que eligieron el gobierno del pacto histórico y la mitad de los colombianos que no lo hicimos estamos viendo que el presidente gobierna como un emperador y que sus ministros ejecutan, cuál fanáticos lacayos, decisiones de cambio destructivo para la economía, el bienestar social y el futuro de nuestras familias.
Colombia empieza a naufragar a pasos agigantados y muchos consideran que hoy nos rige un gobierno de bandidos, subversivos y vendidos que han determinado oprimirnos en las garras del comunismo con unas reformas que condenan sin misericordia a la miseria y a la ruina, no solo a los menos favorecidos, sino también al aparato productivo que ya acusa el decrecimiento promocionado por la ministra Irene Vélez y que refleja la determinación infame de este gobierno de ser enemigo de la productividad y amigo de la incertidumbre y la improvisación total.
Pues ¡Sálvese quien pueda!, porque parece que no nos queda de otra por ahora, a menos que Petro renuncie pronto con Francia y todo su combo comunista también.
Esas renuncias serán posibles si los colombianos marchamos y protestamos sin desmayar para recordarle a este gobierno nefasto que no nos resignamos a ser ni humillados, ni tampoco a ser desterrados. Marcharemos para recordarle a Petro que somos colombianos, que aquí estamos y que aquí nos quedamos, sin importar cuánto haya que sacrificar o cuanto seamos amenazados por su gobierno tirano.