Por: Jorge Enrique Pava Quiceno
El sabor que queda después de una jornada electoral tan agitada como la de este domingo es agridulce. Saboreamos las mieles de varios triunfos, pero también nos dolemos por una derrota que, a pesar de lo ajustada, significa la pérdida de una esperanza de forma de gobierno gerencial y corporativo que harto le serviría a Caldas.
Vamos con las mieles: la aplastante derrota del petrismo en Colombia que le demuestra al presidente lo asqueados que nos sentimos los ciudadanos a tan solo un año de su gobierno. Haberlo derrotado en Bogotá, Medellín y Manizales, por solo mencionar las alcaldías de honor para el poder presidencial, es una reivindicación del pueblo que hace cuatro años creyó en las promesas de un cambio y se estrelló con la realidad de la corrupción, la inoperancia y las grandes mafias entronizadas enlos municipios. (Punto a parte merece la derrota de Gustavo Bolívar en Bogotá. No solo es significativa, sino alentadora y refrescante). ¡Salud!
El triunfo de Jorge Eduardo Rojas en Manizales, además de ser una demostración de que los ciudadanos estamos desesperados con Carlos Mario Marín y su combo, es el símbolo de la liberación de una ciudad que espera con ansias un gobierno en serio que sepa reconstruir desde las ruinas la Manizales hidalga, señorial, pujante y aguerrida. Soplan vientos de nuevas luces en medio de tanta oscuridad, y aires aromáticos en medio de tanta pestilencia. ¡Bien por eso!
El triunfo en la Asamblea de Caldas de Jorge Gómez Gutiérrez, Beto Bedoya, Jorge Hernán Aguirre y Luis Alberto Giraldo es esperanzador para una duma tan desgastada como la nuestra. Lo mismo que el de los concejales Cony Montoya, Héctor Fabio Delgado, Julián Osorio, Luis Gonzalo Valencia y Julián el politólogo, pues eran de los pocos rescatables dentro de un concejo corrupto, inútil, cómplice y connivente como el que padecimos durante los últimos cuatro años. Y aunque tanto asamblea como concejo sufren una modesta renovación, es rescatable que el pueblo haya sabido castigar a quienes jugaron con cartas tapadas y sirvieron de apoyo a las mafias que terminaron saqueando las arcas estatales. ¡Merecido castigo!
Ahora lo agrio: la derrota de Luis Roberto Rivas Montoya. Estoy seguro de que hasta el propio Henry Gutiérrez reconoce las calidades y cualidades gerenciales, humanas, profesionales y políticas de su rival. No me cabe duda de que Caldas hubiera quedado en muy buenas manos con Luis Roberto en la gobernación. Y así como disfrutamos la derrota de Petro en tantas regiones del país, nos dolemos de que haya triunfado precisamente en Caldas. Y duele aún más, viendo que el propio presidente madruga a trinar su triunfo en este departamento, cuando el gobernador electo se empeñó en negarlo hasta el último segundo. ¡Y nos decían que los calumniábamos!
Pero bueno… Ya las elecciones pasaron y tenemos que recuperarnos de estos tres meses de una campaña tan violenta y agresiva. Tenemos que restañar las heridas, aliviar la resaca electoral, celebrar los triunfos con humildad y modestia, y prepararnos para trabajar por esta tierra que tanto necesita de calma, seso, amor, proyección y unión.
Concejales y diputados a hacer control político; alcaldes y gobernador a tratar de mejorar este departamento; y el alcalde de Manizales, en particular, a derrochar todo su bagaje intelectual, laboral y profesional para reconstruir lo que nos deja la ineptitud, la barbarie moral, el decrecimiento, los ridículos, y la exposición mediocre ante el país y el mundo. Dura tarea le espera a Jorge Eduardo Rojas, y en ella nos tenemos que empeñar todos los manizaleños si queremos volver por los fueros de esa ciudad que era ejemplo de civismo, donaire, belleza, señorío y pujanza. Llegó la hora de demostrar que en verdad somos el mayor desafío de una raza, lema que aún retruena en nuestros corazones y que debemos rescatar para demostrarle al mundo que sobrevivimos a la desvergüenza, la barbarie y la corrupción de esa izquierda miserable que derruyó lo que con tanto esfuerzo habíamos construido.
Y un último dolor: que Alejandra Giraldo no hubiera alcanzado su curul en el concejo de Manizales. ¡Si alguien lo merecía, era ella!