Por: Fernando Torres Mejía
“Si de verdad queremos derrotar la corrupción, hay que estar listos para enviar a la cárcel, si fuese necesario, a nuestra propia familia”: Lee Kuan Yew primer ministro de Singapur
Con determinación, voluntad política y ganas de cambiar las malas costumbre, líderes como estos lograron hacer lo que parecía imposible, transformar sus países que estaban sumidos en la pobreza, corrupción, altas tasas de desempleo y poca productividad, en lugares prósperos, con seguridad, transparencia y referentes mundiales, pero lo más importante, cumpliendo lo que prometieron.
Lee Kuan Yew fue elegido primer ministro a sus 35 años de Singapur, y lo primero que hizo fue iniciar una lucha frontal e implacable contra la corrupción, incrementando las penas de cárcel para los culpables con condenas altas para quienes se apropiaran de dineros destinados a los programas sociales, de salud, educación, niños, pobres y ancianos desprotegidos, también fueron enviados a la cárcel funcionarios públicos, líderes sindicales y empresarios que ofrecían sobornos a los corruptos que hacían negocios indebidos con entidades estatales.
Otra de las medidas drásticas fue la pena de muerte para aquellas personas que al incurrir en corrupción, hubieran ocasionado la muerte de otra persona, o las que desfalcaran los presupuestos relacionados con lo social, la misma suerte también corrieron los que se dedicaron al negocio del narcotráfico.
Todos los empleados del Gobierno, antes de posesionarse, autorizaban al Estado para revisar sus cuentas bancarias dentro y fuera del país, de tal forma que si se les encontraba culpable de corrupción, perderían su derecho a la pensión y jamás volverían a ocupar cargos públicos, así mismo ordenó la cátedra de ética que se volvió obligatoria en los programas de educación media y universitaria.
Lee diseñó un amplio programa de reformas para sacar a Singapur de lo que él describió como el «pozo negro de la miseria y la degradación” para convertirlo en un país industrializado, moderno, bajo un modelo capitalista, con férreo control estatal, centrando todos sus esfuerzos en la lucha contra la corrupción, libertad económica, reformas con inversión de los sistemas de salud y educación, combinados con un liderazgo fuerte y visionario, una política económica liberal, y una sociedad ordenada y disciplinada.
Nayib Bukele a sus 37 años llego a la presidencia de El Salvador y establecido polémicas reformas al Sistema de Justicia, al sistema de pensiones y la Constitución en general. Así mismo, decretó el estado de excepción, hizo una nueva incorporación de efectivos a las fuerzas y reformó el Código Penal en la Asamblea Legislativa, donde se prohibió la simbología relacionada con las pandillas, y aprobó el uso de los bienes incautados a las mismas para combatirlas. Constantemente hace referencia a que su “límite es Dios”, mientras que su relación con los partidos tradicionales es casi nula y enfrenta una oposición mínima. Su aprobación en materia de seguridad es del 96%; educación 91 %; en salud 87 %; empleo 73 % y en costo de vida 63 %.
El endeudamiento público está fuertemente controlado gracias a estrictas leyes que limitan que el Estado gaste más de lo que ingresa, así como también ha centrado sus esfuerzos en mejorar la educación de todos los salvadoreños.
La decisión de enfrentar con mano dura para someter a las pandillas y las bandas delincuenciales para erradicar el crimen organizado y la extorsión le han cambiado la cara a El Salvador, hasta el punto que esta semana completo una estadística sin precedentes, 500 días sin homicidios, aunque no falto la crítica de Petro quien de manera ridícula comparo su administración con la de Bukele, indicando “que sin necesidad de cárceles dantescas ha hecho lo mismo a través de universidades, colegios, espacios para el diálogo, para que la gente pobre dejara de ser pobre”, aunque la realidad es que este año en Colombia van 158 líderes sociales asesinados, más de 90 masacres, 241 secuestros y ni que hablar de las extorsiones.
Aunque esta lucha frontal contra el crimen le ha costado críticas, sobre todo de las ONG, que manifiestan que Bukele está violando los derechos humanos en la forma como trata a los detenidos, a lo que de manera categórica les responde “pero las ONG no dirán nada, a ellos no les importa la muerte de la gente honrada, solo saldrían en defensa del asesino, si el Estado hace su trabajo y lo saca de las calles, ahí sí saldrán a pedir buen trato y reinserción. Vamos a arrasar con estos malditos asesinos y sus colaboradores, los meteremos en prisión y no saldrán jamás. No nos importan sus reportajes lastimeros, sus periodistas prepago, sus políticos marionetas, ni su famosa “comunidad internacional”, que jamás se preocupó por nuestra gente”.
Otra de sus grandes obsesiones es su compromiso contra la corrupción, razón por la cual solicito al fiscal general que investigue a todo su gabinete, incluso a los integrantes de su Gobierno bajo el argumento de que “no quiero ser el presidente que no robó, pero se rodeó de ladrones. Quiero que me recuerden como el presidente que no robó y que no dejó que nadie robara, y al que robó lo metió a la cárcel”
Mientras tanto, en nuestro país todo sigue igual o peor, la corrupción, la violencia, la inseguridad, el desempleo, la falta de oportunidad, la deficiencia en la calidad de la educación, etc., en otras palabras, nos ha faltado un presidente con determinación, “huevos”, verraquera, para tomar decisiones y no temerles a los otros poderes ni a las ONG y menos a la comunidad internacional, Singapur y El salvador no son dictaduras ¿Por qué los demás pueden y Colombia no?