Por: Jorge Cárdenas
Se sabe que la historia es cíclica y que quien no la conoce corre el riesgo de repetirla y es quizá lo que puede estar ocurriendo con las elecciones presidenciales del 2022 con relación a las del 2002.
A lo mejor nos parezca que nada tiene que ver la Colombia de entonces con la de ahora, pero quiero invitarlos a que reflexionemos un poco al respecto y encontraremos varios puntos en común sobre los cuales hay que poner especial cuidado.
En el año 2000 el presidente Andrés Pastrana había despejado de cualquier elemento de la fuerza publica un territorio, en pleno corazón de nuestra geografía, del tamaño del doble de El Salvador con la esperanza de que los narcoterroristas de las FARC dieran por finalizado un conflicto que llevaba casi medio siglo.
La zona del Cagüan, como se le llamó a esa zona de distensión, se convirtió desde el mismo momento de la instalación de las mesas de dialogo en un país dentro de nuestro propio país, una zona donde reinaban las leyes de las FARC. Algo similar a lo que sucede con los territorios cocaleros donde siguen imponiéndose por la fuerza y con el apoyo de comunidades indígenas para las que aplican leyes y jurisdicciones especiales que excluyen e impiden la labor de la fuerza pública.
Desde noviembre de 1998 hasta febrero del 2002; cuando cansado de los múltiples crímenes cometidos por los beneficiados terroristas el Presidente Pastrana dio por terminada esa abominación; ese territorio se convirtió en campo de concentración de miles de secuestrados, zona de reclutamiento forzado de centenares de niños y niñas quienes además eran violados y ultrajados por sus cabecillas y cementerio para gran numero de colombianos quienes fueron asesinados con absoluta impunidad.
Era tal la sensación de superioridad sobre el estado que a la instalación de las mesas a las que asistió el Presidente Pastrana y los representantes del gobierno no se presentó Manuel Marulanda Vélez, alias “Tirofijo”, dejando la famosa silla vacía en un desplante que creo que nadie que lo haya visto podrá olvidar.
En su reemplazo el hampón mandó un discurso trasnochado sobre las supuestas “causas de la guerra” donde enumeraba la cantidad de marranos y gallinas que, según él, le habían matado los militares más de 40 años antes.
En esa misma situación se sienten hoy en día los amnistiados cabecillas de las FARC quienes niegan sus crímenes, mienten descaradamente, adoctrinan sobre una supuesta realidad del conflicto que solo existe en sus cabezas y se sienten el faro moral y la salvación del pueblo colombiano cuando siempre han sido sus verdugos.
En 2002, la vida política nacional gravitaba en torno a lo que sucedía en ese infierno. Los precandidatos presidenciales pedían audiencias con los líderes “guerrilleros” a fin de buscar su guiño y con él atraer el voto a su favor.
Incluso quienes se mostraban como opositores a las políticas y acciones de los terroristas iban a las mesas de dialogo a exponer su descontento; pero dándoles la importancia de ser ellos los visitantes en su territorio y no al revés. Hoy vemos varios camaleones haciendo alianzas con los nuevos actores políticos mostrando su confabulación de siempre. Como si de la legalización del alcohol se tratara, muchos ahora se dejan ver “bebiendo en público” como si con la firma de unos acuerdos fraudulentos se hubieran borrado miles de masacres y crímenes horrendos.
El único candidato que jamás accedió a semejante desfachatez era el que menor opción tenia en las encuestas, el exgobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez. Y fue precisamente esa posición férrea frente a los abusos cometidos por las FARC la que poco a poco le fue dando valor entre los colombianos que terminamos eligiéndolo en el 2002 en la que, sin lugar a duda, ha sido la mejor elección en la historia del país.
A lo mejor hoy no haya una zona de distención, pero ha habido más que eso. Total impunidad, curules gratuitas para criminales de lesa humanidad, cortes creadas a su amaño y otras de bolsillo con las que persiguen a quienes los arrinconaron, en fin, estamos peor que lo que se vivió en la época más oscura de nuestra historia. Y sostengo que estamos peor porque en esa época no había la polarización que vivimos hoy en día por cuenta del mal echado cuento de la paz de Santos. En ese entonces todos sabíamos que los enemigos eran los grupos narcoterroristas.
En aquellos días la izquierda tenía muy bajo apoyo en las urnas y hoy; dando claras muestras de su combinación de todas las formas de lucha; son la segunda fuerza electoral del país en cabeza de un psicópata incendiario a quien no le importa ver arder al país con tal de conseguir el poder.
No recuerdo a nadie advirtiendo en el año 2000 sobre el riesgo terrible de que los delincuentes se tomaran el poder en el 2002 porque en ese momento era impensable, pero hoy es un riesgo más que palpable.
Y es que la izquierda no es mala por ser la izquierda, pero no es coincidencia que los grupos narcoterroristas utilicen sus políticas y lineamientos para defender un estatus político mentiroso con el que han justificado las peores atrocidades durante mas de medio siglo. Tampoco es coincidencia que haya senadores de su vertiente que quieren acomodar las leyes a como de lugar, manipulan las existentes y persiguen a quien sea necesario para abrirse camino a la brava. Si así son sin tener el poder absoluto, imaginemos como sería eso. Esto sin olvidar cómo ha sido la experiencia de los países en donde han conseguido el poder. Absolutamente lamentable.
Las próximas elecciones serán las del establecimiento contra el anti-establecimiento con el peligro real de ver en la Casa de Nariño a un exterrorista apoyado en el senado por otros terroristas y con las cortes manejadas por simpatizantes de terroristas.
No veo a alguien que reúna las condiciones que en su momento tuvo Uribe.
Hay posibles candidatos, pero a cada uno le falta algo como para poder pensar que la mayoría se va a volcar sobre él para enderezar el país.
Sergio Fajardo, con su tibieza, no da garantías para pensar que va a hacer valer el estado de derecho y que va a frenar los constantes incumplimientos a los espurios acuerdos por parte de los cabecillas terroristas de las FARC.
Él, quien sostenía que se retiraría si perdía las elecciones del 2018, al ver lo cerca que estuvo de la segunda vuelta se retractó y siente que en el 2022 lo puede lograr, pero su falta de posición y la debilidad de sus planteamientos lo pueden volver a dejar fuera de posibilidades en un momento en que el país necesita líderes determinados. Además, aunque se diga de centro se sabe que es más de izquierda que otra cosa.
Jorge Robledo, el eterno senador sin proyectos de ley, quiere ser presidente sin siquiera tener algo rescatable que mostrar durante su larga permanencia en el senado. Para eso da otro salto de rana y sale del partido que ayudó a crear, el que compartió con Petro y que es el responsable del robo de la capital. Respetando las opiniones no creo que alguien le dé algo de validez a su proyecto.
Sobre la posible candidatura de Juan Manuel Galán prefiero no hablar para no irrespetar la memoria de uno de mis ídolos de juventud. La gran esperanza del país a quien el narcotráfico le impidió ratificar, dadas sus capacidades, trayectoria y entereza, lo que podría ser como presidente pero que el tiempo ha demostrado que ninguno de sus retoños las heredó. Por el contrario, lo que han aprovechado y exprimido descaradamente es el buen nombre de Luis Carlos Galán con una fundación que les ha dado una fortuna que, estoy seguro, habría sido desaprobada por su honorable padre.
En el Centro Democrático parecería que quisieran, al menos como precandidatos, a Carlos Holmes Trujillo y Ernesto Macías pero que no salen de favoritos ni en las encuestas de twitter. Tienen largas carreras de servicio público, pero carecen de carisma y del apoyo popular.
No se si sea cierta la posibilidad de que Oscar Iván Zuluaga, a quien Juan Manuel Santos le robó las elecciones en el 2014, se vaya a poder lanzar a la candidatura, pero creo que 8 años han hecho inviable que se repitan los resultados de esa primera vuelta.
Aunque parece irracional que alguien vote por ese orate que es Gustavo Petro la realidad es que, al menos si las elecciones fueran hoy, el seguro candidato para la segunda vuelta sería él quien lleva mas de 2 años paralizando el país, torpedeando la labor del gobierno, inundando las redes con noticias falsas para captar idiotas útiles que lo pongan en la silla presidencial.
Una de las cualidades que debe tener quien sea la contraparte de ese lunático es que tenga la verraquera suficiente como para hacerle frente en caso de que le gane las elecciones porque él continuará con esa labor hasta lograr sus objetivos.
Si no es Petro el próximo presidente, quien lo sea, tiene que plantársele y pararle el macho a ese terrorista.
Muchas voces apoyan a Federico Gutierrez y a Alejandro Char gracias a las buenas alcaldías que cumplieron en Medellin y Barranquilla respectivamente pero se les olvida su apoyo al SI que, aún habiendo sido derrotado en las urnas, le dio los regalos a las FARC que hoy los tienen cogobernando. Son cómplices de ese delito como lo son quienes votaron, perdieron y permitieron que con trampas se impusieran. Eso es traición a la patria y a la democracia.
Hay otros nombres que se proponen pero que aún no se consolidan como candidatos reales y se espera que tomen fuerza durante los próximos meses para que se conviertan en una opción clara para hacerle contrapeso a quienes comulgan con quienes no han hecho más que desangrar el país durante décadas.
Se necesita un candidato con claras ideas de derecha porque todos los que están como posibilidades, aún los que se dicen de centro, son proclives a la izquierda moderada lo cual no haría gran diferencia ante la posibilidad del engendro chavista de extrema izquierda que es Gustavo Petro.
Personalmente pienso en la necesidad (que es casi obligación) de que sea una persona de leyes que cumpla con la reforma a la justicia que es la fuente de la criminalidad del país. Que reforme los chuecos acuerdos y obligue a los criminales de las FARC a responder por sus delitos. Que acabe con la JEP que no es más que el brazo legal de los narcoterroristas que parece cada día más una lavandería de crímenes donde se absuelven los que son y los que no, responsabilidad de las FARC.
Que además logre leyes que combatan la corrupción de manera definitiva y que cree un marco jurídico que le pongan fin al paraíso del narcotráfico que es la raíz de todas las formas de violencia.
Que tenga el coraje para bloquear a Cuba que es el centro ideológico de la miseria de América Latina y a Venezuela que con su dictador payaso y su cartel de los soles es el escampadero de los narcoterroristas a quienes tratan como embajadores.
Con el complot realizado entre Iván Cepeda y la corte suprema de justicia; aún saliendo libre como por justicia saldrá; Álvaro Uribe está herido de gravedad para el electorado. Seguirá siendo el gran colombiano, el animal político más grande en la historia del país, pero el daño está hecho y ellos lo sabían. No necesitaban que fuera condenado. Tan solo con darle casa por cárcel y poner un cartel con un número lograron ubicarlo por encima de verdaderos criminales que han asesinado, violado, secuestrado y traficado durante años pero que jamás han tenido que pasar por el escarnio público de ser el reo número tal.
Necesitamos hoy un líder tan grande como el que surgió en el 2002 porque hoy, aún más que entonces, nuestro país está en enorme peligro.