Por: TC (r) Gustavo Roa C
• “En las recientes elecciones más que una paliza a la izquierda en Colombia fue un rechazo total al terrorismo, a la delincuencia, al odio, a la división, a la polarización, al resentimiento y a la venganza”
Una vez conocido los resultados de las elecciones para gobernaciones, alcaldías y cuerpos colegiados, sorprenden varios fenómenos, que valen la pena destacar como el nuevo comportamiento de los electores en el país.
El primero, es la alta votación y participación de colombianos cercana a los 22 millones de sufragantes, una cifra, que, para este tipo de elecciones, demuestra una muy alta participación e interés en escoger cuidadosamente, los representantes de los ciudadanos, en las regiones del país.
El otro fenómeno es el castigo popular, al actual gobierno, el cual perdió poder regional, en el 80% del territorio nacional, especialmente en el centro del país donde Bogotá se constituyó, en la piedra piramidal, de la protesta democrática de los colombianos, en contra de un gobierno que ha fundamentado sus políticas, en decisiones arrogantes, en amenazas, en el miedo, en la desesperanza y en la animadversión, contra el sector productivo y la clase media.
El tercer fenómeno, es el resurgimiento de grupos políticos, que han moderado sus posturas ideologicas y parecían sepultados, desde las elecciones del año 2022. En esta oportunidad resurgieron como el ave fénix, muchos de ellos, gracias a posturas políticas más cercanas al centro y a la gran cantidad de alianzas que se lograron identificar, conformando efectivos acuerdos programáticos, entre diferentes partidos y movimientos.
Este fenómeno nos demuestra, que el triunfo de la oposición como fuerza multifacética y la transformación del mapa político colombiano, no se le puede asignar a ningún movimiento ni partido político, en particular; el resultado de las elecciones es un amplio fortalecimiento del centro y de sus alas de derecha y de izquierda. De esta manera, queda confirmado, que las nuevas generaciones de colombianos no están identificadas con los programas de gobierno fundamentados en las amenazas, en la polarización y en el odio visceral, contra otros sectores de la sociedad, no afines al gobierno nacional. Una demostración de este fenómeno es la gran cantidad de jóvenes bogotanos, pertenecientes a todos los estratos psicosociales, que hicieron posible el impresionante triunfo de Galán, el cual, por poco, triplica en votos a sus adversarios, especialmente al candidato del partido de gobierno.
Tanto el alcalde electo de Bogotá, cómo los gobernadores y alcaldes de las principales ciudades del país, en sus primeras manifestaciones luego de sus triunfos demuestran su disposición de diálogo con el gobierno central y eliminar el habitual egocentrismo, egoísmo y prepotencia que ha distinguido al gobierno de Petro, entendiendo de esta manera, que todos son servidores públicos de elección popular, desde el presidente hasta el último edil.
En estas condiciones, Petro y su equipo de gobierno tendrán que replantear el rumbo equivocado que le han dado a su plan de gobierno. Colombia no acepta extremismos, Colombia no quiere más divisiones, las generaciones activas políticamente, están cansadas de la prepotencia, de la guerra, del terrorismo, de la corrupción, del narcotráfico, de la inseguridad, de la impunidad y de todos los fenómenos, que han venido afectando a los colombianos por años.
Se impuso el denominado voto castigo y Bogotá con su poder electoral y las ciudades capitales, se convierten en una clara demostración, que las decisiones que toman los electores no pueden ser ignoradas por los mandatarios, sino que estas deben ser respetadas y cumplidas, como parte de la voluntad popular.
Petro debe entender que Bogotá no acepta sus “jugaditas” para cambiar la decisión de millones de bogotanos. El tema del metro está claramente definido, y el gobierno nacional, no puede como gesto de arrogancia, cambiar inconsultamente la voluntad de más de 2 millones de bogotanos, que votaron por Galán y por Oviedo, y rechazaron la postura de Bolívar como candidato oficial de Petro.
Otro tema para tener en cuenta es el voto en blanco, el cual ocupó porcentualmente, en las principales ciudades y en muchos departamentos, los terceros y cuartos puestos, en favorabilidad, lo que demuestra la falta de credibilidad de varios sectores políticos regionales, por parte de los ciudadanos.
Los electores ya no desean escuchar más arengas, no desean escuchar más la fastidiosa dialéctica victimizante utilizada por el gobierno de Petro, no creen en la arrogancia ideológica y mucho menos en las quiméricas promesas, que han llenado nuestros oídos por muchos años, pero también han alimentado desesperanzas y desilusiones.
El mapa político de Colombia cambió radicalmente, los movimientos independientes, en su gran diversidad acumulan la mayor cantidad de votos. Colombia ya no le cree las extremas, ni izquierda, ni derecha, por esta razón el centro, ha logrado conjugar, el diálogo, la concertación, la transparencia, la honestidad, la vigilancia y auditoría popular y atender, de esta manera, la voluntad y la esperanza de los electores, siendo proactivos en la selección de las mejores propuestas, como fundamento para la gobernanza. Si cumplen con estos requisitos, estaremos al frente de las futuras fuerzas políticas de Colombia.
La amenaza, el miedo, la retaliación, la mentira, la corrupción, la violencia como factor perturbador y el engaño son condiciones que serán rechazadas por las nuevas generaciones de colombianos. El gobierno de Petro recibe de esta manera, un campanazo de alerta de los electores colombianos, demostrando que su caduco y autoritario, modelo de gobierno, no es aceptado por los ciudadanos del siglo XXI, que exigen prácticas políticas participativas y respetuosas.