Por: Julián Quintana
La crisis que afrontan nuestros jueces es inocultable, y es lamentable que en momentos donde se necesita fortalecer la justicia estén más olvidados que nunca.
Son varios los problemas históricos que han venido soportando: la grave congestión en los despachos judiciales, las pocas herramientas de trabajo que tienen, la insuficiencia de personal, los bajos sueldos, las inadecuadas sedes de trabajo, la poca capacitación que reciben y la falta de incentivos para los mejores.
Pero el problema se agudiza aún más con el deficiente sistema de concurso de méritos, el cual no tiene contemplado un mecanismo que permita el ascenso de excelentes jueces, los cuales terminan renunciando a la judicatura al no encontrar oportunidades para avanzar en sus carreras. Además, no existe un sistema idóneo de evaluación que motive a los jueces a capacitarse, para que ello propicie el planteamiento de nuevas doctrinas y la evolución de la jurisprudencia.
Y que decir de los jueces que hoy ocupan sus cargos en provisionalidad, los cuales no cuentan con estabilidad laboral, lo que puede condicionar su objetividad e imparcialidad, pues al no tener certidumbre sobre su futuro laboral, ven su paso por la judicatura como algo pasajero.
Es muy preocupante observar como algunos servidores –no quiero generalizar- son nombrados en sus cargos por recomendaciones o amiguismos con magistrados, pasando por encima de jueces con mayor experiencia, haciendo inocuo el recorrido en la judicatura, lo que representa un problema estructural del sistema, que va desde la Corte Suprema de Justicia hasta los jueces promiscuos.
Se suma a este panorama, el sistema de elección de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, donde ellos mismos se eligen, lo que se ha convertido en la herencia de las magistraturas, lo que evita que no siempre los jueces más destacados puedan llegar a la máxima magistratura.
Todos estos problemas afectan directamente a la justicia, pues provocan que la dogmática y la jurisprudencia no evolucionen, sino por el contrario involucionen como sucede en el derecho penal, donde aún se sigue aplicando la doctrina de hace más de 60 años, todavía en decisiones judiciales se habla de la distinción entre coautor propio e impropio, figura que ha sido desahuciada por los profesores más autorizados. Lo que nos ha sustraído de analizar y aplicar novedosas teorías que son imperantes hoy en día,
Lo cierto es que, antes de pensar en modificar las instituciones, es indispensable dignificar a nuestros jueces, dándoles los mejores recursos para el desarrollo de su trabajo.