Por: María Esperanza Portillo
Según la definición de la Real Academia Española, la insolidaridad se define como la “falta de solidaridad o comportamiento insolidario”, conducta que vemos de forma reiterada, ser aceptada y hasta disimulada por muchos y que se percibe como la indiferencia en espacios donde interactúan grupos de personas y organizaciones.
En Colombia se evidencia una peligrosa insolidaridad que ha ido escalando en el sector del periodismo y medios de comunicación, ya sea prensa, radio, TV o medios digitales. Un ejemplo de esto es cuando se ataca la libertad de prensa, bien sea por presiones indebidas, hostigamiento judicial o mediático, amenazas, falsos señalamientos etc., y muchos periodistas, directores de medios y grandes medios de comunicación, antes de pronunciarse, optan primero por medir el “pedigree” del periodista, columnista o medio de comunicación afectado. En estos casos, poco importa qué tan grave sea el hecho que pone en riesgo la libertad de prensa, la vida e integridad del o los periodistas y de quienes trabajen para un medio de comunicación, mucho menos importa la continuidad del medio. Lo que “importa” es su nivel de simpatía, la popularidad, el apellido, los galardones obtenidos, su nivel social, de qué región es, quién es el dueño del medio, su ideología y hasta el color de piel del afectado.
Estas últimas semanas, hemos visto como periodistas, columnistas y medios de comunicación de prensa, radio, televisión y medios digitales se han visto atacados por distintos sectores políticos o personas afines a estos.
Fue evidente, que mientras reconocidos periodistas y columnistas de grandes medios recibían el apoyo y solidaridad inmediata de colegas del mismo nivel y de la FLIP, otros periodistas de portales digitales, que denunciaron ataques similares simplemente fueron invisibilizados, castigados con la indiferencia no solo de la FLIP sino que también por sus propios “colegas”, sí, los de grandes medios que acababan de ser arropados por lo que yo llamo una “solidaridad con excepciones”.
Pareciera que la vida y la integridad del periodista preocupa de acuerdo con un “estándar” de afinidad o percepción social. Pareciera que es aceptable la existencia de periodistas de primera y segunda categoría.
Flaco favor le hace a la profesión aquellos periodistas, gremios de periodistas y medios de comunicación al defender sólo «su» libertad de prensa o la de un reducido grupo de amigos o colegas con los que simpatizan. Mirar para otro lado, o por encima del hombro, a todos los que no encajen en su checklist, seguramente les parece normal, sin importancia, pero se les olvida que aquí no están en riesgo los egos, los super egos, los galardones obtenidos, lo que está en juego y en riesgo es nada más y nada menos que el derecho a la información de los ciudadanos, de los colombianos. Está en riesgo la democracia, está en riesgo la vida de seres humanos.
Defender la libertad de prensa, no debería tener condiciones, sesgos ni depender de la simpatía o afinidad hacia el periodista o medio de comunicación afectado, defender la libertad de prensa debería ser responsabilidad de todos y sin excepciones. La indiferencia, el mirar para otro lado o simular que no se está enterado, o guardar silencio cuando un colega o medio de comunicación resulta afectado, los hace cómplices de quienes buscan, mediante artimañas, silenciar, limitar e incluso, regular la libertad de información.
Ojalá, no sea muy tarde para Colombia, cuando el periodismo, gremios y medios de comunicación, se decidan proteger unidos, la verdadera razón de ser del periodismo, el derecho de información de los colombianos.
María Esperanza Portillo