Por: Mauricio Jaramillo Quijano
El panorama no luce muy alentador para nuestras finanzas en el gobierno de Gustavo Petro. Además de sortear la anunciada recesión mundial, los colombianos tendremos que sobrevivir a un presidente que tal vez nos hará pagar más costosos acuerdos con la mafia y nos dejará en la ruina con su “capitalismo descarbonizado”.
Gustavo Petro fue a Davos a hacerse un lugar entre los activistas del mundo y a ganar más adeptos para su “paz total”. Posó de genio económico ambiental, culpó al capitalismo del cambio climático y casi lloró por el hambre en el mundo.
Por desgracia la situación del país no es tan buena como su elocuencia. De hecho para los colombianos sería mejor que Petro contuviera sus ganas de figurar y asumiera la transformación de la energía de una manera responsable, anunciando de una vez por todas que va a continuar la actividad minera hasta lograr reemplazar los ingresos que significan para la Nación la venta de estos hidrocarburos.
En Davos dijo que el capitalismo que todos conocemos no puede detener el cambio climático por lo que es necesario aplicar el “capitalismo descarbonizado”. Además, criticó al sector empresarial, asegurando que no usa energías limpias porque estas no le permiten alcanzar alta productividad.
En este orden de ideas, Petro es el mayor obstáculo que tienen los empresarios y el desarrollo económico del país pues mientras la matriz energética no se convierta en lo que él sueña no parece dispuesto a fomentar la productividad y la creación de riqueza en Colombia.
Lo que se vio en el Foro Económico Mundial fue populismo ambiental puro como el que usó Petro en Colombia para ganar la presidencia, prometiendo un cambio en la corrupción política y más productividad.
Petro no es el primer vendedor de humo colombiano en foros internacionales, recibiendo aplausos y saciando su vanidad mientras afecta nuestras finanzas públicas. El expresidente Santos en su momento también fue un excelente vendedor de ilusiones, y desafortunadamente una de las consecuencias de lo que hizo tuvo un gran costo fiscal para el país.
Los colombianos hemos pagado más de $48 billones en cuatro años, es decir más de dos reformas tributarias, para costear el acuerdo con el que el expresidente Santos complació a la izquierda y a la mafia en Colombia. Y todavía falta pagar la mitad de la implementación de ese pacto.
Después de toda la impunidad y beneficios que otorgó el Nobel Santos, así como del apoyo que tuvo por gran parte de la sociedad, no hay duda de que Petro se sentirá autorizado para seguir cediendo a todas las exigencias de los criminales con la excusa de la manoseada paz.
De hecho, el presidente Petro parece más suave con la mafia que Santos. Lo digo por su intentó de convencernos de que las finanzas de los narcotraficantes colombianos se han menguado ya que, según él, los narcos nacionales ya no reciben dólares porque se los quedan las “multinacionales del crimen”.
Me pregunto si todas las personas que felicitaron a Petro en Davos saben que él pertenece a la izquierda antiglobalización, totalmente opuesta a lo que representa el Foro Económico Mundial. Si acaso los adeptos que consiguió en Davos entienden que Petro siempre ha aspirado a intervenir los mercados en nombre de cualquier bien social.
Tampoco sé si alguien analizó en Davos la manera como Petro golpea la economía en Colombia. Entre las ideas o medidas de Petro que más asustan a los analistas financieros, especialmente porque las mantiene a pesar de la coyuntura económica actual, están el fin de la extracción minera, el aumento de gasto público frente al alto déficit fiscal, la imposición de impuestos regresivos, el control de capitales, la apropiación de dineros de pensiones y salud, su inconformismo con la construcción de carreteras y su aparente interés por manejar el Banco Central.
Para los especialistas la discusión que provocó Petro sobre los nuevos contratos de exploración petrolera es una pérdida de tiempo pues no es durante la fase de la producción de estos hidrocarburos cuando se liberan la mayor parte de los gases invernadero sino en la fase de la demanda, cuando se quema el combustible.
Si el gobierno de Petro supera esta discusión podría hablar de sus buenas propuestas ambientales como la de canjear deuda por servicios ambientales, así como las inversiones para proteger el Amazonas, pero toda la atención la ocupan los temerarios pronunciamientos de la ministra Irene Velez.
Por ahora, con su perfil de celebridad ambiental, Petro le vende ilusiones al mundo, y como Greta Thunberg le exige a los empresarios un cambio inmediato del modelo energético. De hecho, el presidente aseguró que en el corto plazo la manera como impulsará la economía de Colombia será mediante la venta de energías limpias a otros países.
Por su parte los expertos, aunque aceptan que la capacidad de las hidroeléctricas es muy importante en el país, alertan que se necesitan por lo menos 20 años para que nuestra nación tenga esta matriz energética completa. Petro además, como si Colombia toda fuera una isla paradisíaca, dio a entender que con el dinero del turismo se solucionará cualquier faltante del presupuesto.
Afirmando que los criminales colombianos ya no reciben dólares de la cocaína, Petro la tendrá más fácil para copiar a Santos y no juzgar por narcotráfico al ELN, las Farc, los paramilitares y todos los criminales que participarán de este acuerdo organizado por la izquierda que gobierna.
Me gustaría ser optimista y creer que Petro logrará la paz en Colombia pero no comparto la idea de que lo vamos a lograr sin solucionar el problema del narcotráfico. Menos espero que Gustavo “Thunberg”, quien sataniza el deseo de los empresarios por ser productivos, saque al país del subdesarrollo.
Esta vez, teniendo en cuenta toda la pobreza que hay en Colombia y la manera como afectan los impuestos a nuestra ya muy golpeada capacidad de compra, sería justo que los narcotraficantes pagaran su “paz total”. En especial porque solo ellos se van a beneficiar y el resto es una quimera.