Por: Juan José Gómez
Cambiar:
a- “Dejar una cosa o situación para tomar otra.
b- Convertir o mudar algo en otra cosa, frecuentemente su contraria”
Ajustar:
a –“Hacer y poner algo de modo que case y venga justo con otra cosa
b – Conformar, acomodar algo a otra cosa, de suerte que no haya discrepancia entre ellas”
Diccionario de la Real Academia Española de la lengua
Por razones personales y de salud he tenido ocasión durante el último mes de reflexionar, calmadamente, sobre la situación nacional en materia de necesidades y satisfacciones de los colombianos durante los dos años largos del gobierno del llamado Pacto Histórico que preside Gustavo Petro Urrego, y que él afirma ante todos los que lo quieren escuchar que es un “gobierno del cambio”, adelantado dentro de una ideología que el propio presidente proclama rotundamente como de izquierda.
Para un intento de medir con acierto las opiniones del pueblo, no considero que exista en la actualidad un instrumento más idóneo que las encuestas, por lo cual voy a utilizar la última, realizada por Guarumo y Ecoanalítica entre los días 25 y 29 del pasado mes de septiembre en las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena, la que arroja un resultado bastante insatisfactorio y que debe ser preocupante para el señor Petro y su gobierno porque reporta 71,7% que lo desaprueba, mientras que apenas el 20,8 % lo aprueba, lo que en términos simples quiere decir que el gobierno del cambio del Pacto Histórico va por mal camino.
¿A qué se deberá este resultado tan negativo? Creo que son varios los motivos del descontento popular y juzgando por lo que publican los medios nacionales dignos de credibilidad y las redes sociales (excluyendo desde luego a las identificables “bodegas petristas” que al decir popular están siendo pagadas), pero sí teniendo en cuenta opiniones de simpatizantes y electores del Pacto Histórico y a aliados suyos y muy especialmente las propias manifestaciones de Petro en sus apariciones públicas tanto en los medios como en su red social X, los principales aspectos que determinan la impopularidad del presidente pueden identificarse así:
i) Su personalidad política
ii) Su estilo de gobierno
iii) Lo que muestra su conducta Digamos unas breves palabras sobre cada uno de estos elementos de juicio, advirtiendo que son conceptos de un comunicador que ha vivido una larga existencia, que ha tenido ocasión de conocer de cerca, colaborar y analizar a personas con gran talento y poder y que, en esta última etapa de su vida, solo anhela que en su país avancen y brillen la paz y la justicia como los inestimables dones de un Dios Todopoderoso, que se hizo hombre en Jesucristo por amor a sus criaturas para rescatarlas de los abismos del mal.
La personalidad política de Petro es de apariencia caótica, confrontacional
(1), desafiante y, lamentablemente dictatorial.
Él no propone, impone.
No dialoga (aunque ha hablado muchas veces de diálogo nacional), ordena.
Se considera a sí mismo como un mesías y no solo para el ámbito colombiano sino para Latinoamérica y hasta más lejos.
Sus sueños son de grandeza y hasta es posible que en su imaginario exista algo de equidad social como consecuencia de su ser revolucionario.
Detesta al capitalismo y a todo lo que se relacione con el empresariado y el sector privado y solo la noción leninista de estado llena en parte su idea de gobernar.
En cuanto a su estilo de gobernante lo que primero salta la vista es que carece de las dotes insustituibles del estadista para ejercer un mando razonable y convincente.
Las experiencias guerrilleras de su juventud dejaron en su psiquis huellas imborrables de rencor y de propósitos no logrados, a lo cual se suman los incidentes de su fallida alcaldía capitalina.
Su mesianismo lo lleva a pensar y a sentir que el suyo debe ser un gobierno de retaliación que él reviste como favorable al pueblo, a los desposeídos, a los pobres, por lo cual debe combatir con dureza a quienes han sido emprendedores y han tenido éxito económico en su existencia, posiblemente porque dentro de su pensamiento predeterminado no pueden convivir unos y otros, sino que la sociedad debe ser plana en un sentido socioeconómico y en el caso colombiano nivelada por lo bajo y completamente dependiente del estado, es decir, de él.
En el ejercicio de la presidencia Petro ha mostrado unos comportamientos que infortunadamente corresponden a su ideología o mejor a sus prejuicios, pues de él puede decirse muchas cosas menos que actúa como un jefe de Estado y de Gobierno a la manera acostumbrada en los países adelantados o en vía de serlo.
El presidente Petro es contradictorio, populista, le gusta la confrontación y la diatriba, acusa sin certezas ni pruebas, suele no ser amigo de la verdad ni de la puntualidad y a veces se presenta en estados tales que es fácil confundirlo con un zafio o un desadaptado social.
Todo lo anterior unido al incumplimiento de sus promesas electorales (aunque para justificarlo diga que no lo dejan gobernar sus enemigos) ha calado en la sociedad colombiana y por lógica consecuencia sus electores y admiradores han disminuido sustancialmente como lo prueba la última encuesta de Guarumo y Ecoanalítica.
Sin embargo, a Petro todavía le queda una oportunidad de dos años de gobierno, que si quisiera podrían servirle para enmendar los desaciertos del primer bienio. En mi modesta opinión de simple observador y analista con alguna experiencia, bastaría que el presidente aceptara transformar su enrevesada política de cambio por una de ajuste, admitiendo que en Colombia gozamos de realizaciones convenientes y útiles que si no son tan buenas como debieran serlo para beneficio de la población, pueden y deben ser ajustadas mediante concertación previa, utilizando el sabio principio de “construir sobre lo construido” sí, pero con el firme propósito de acertar para mejorar, como es el caso de la salud, de la justicia, del trabajo, de la institución electoral y de la reforma política entre otros.
Implicaría este ajuste en primer lugar conquistar un lugar honroso en el acontecer del presente y del porvenir, pues mostraría a los colombianos de hoy y del futuro que es posible variar en el camino una política de imposición por una de concertación y ajuste en el ámbito nacional, aunque implicara renunciar al disparatado sueño de convertirse en el dueño del poder durante largo tiempo a través de terceros, que como está claramente demostrado el país rechaza, cambiándolo por la honrosa realidad de ser un benefactor social que trazó un camino y marcó perdurablemente su huella en la historia de Colombia.
Pero, infortunadamente está claro para este columnista/soñador que por simples razones de ingenuidad política siempre existirá la posibilidad advertida por el Libertador Simón Bolívar hace siglos, de “arar en el mar y edificar en el viento” (1) Acción y efecto de desafiar o provocar reacción en un rival, especialmente en posición de autoridad o poder. (Wikcionario)