Por WILLIAM CALDERÓN ZULUAGA
EL ÚLTIMO CONSERVADOR
El doctor Enrique Gómez Hurtado, se nos fue, al igual que su señor padre, el expresidente Laureano Gómez, un trece de julio…los últimos días de su existencia los vivió en Cartagena de Indias en compañía de su dignísima señora.
LA SOLEDAD
En medio de la más absoluta soledad y de la esporádica compañía que le brindamos sus amigos de siempre, al calor de sus hijos y nietos y al tic tac del reloj de las nostalgias, lo frecuentamos para escuchar sus sabios consejos y el certero diagnóstico sobre la situación real de Colombia, con voz pausada se refería a la tragedia nacional, cuando un espurio Presidente, cuyo nombre se negó siempre a mencionar, dada la pequeñez de su alma…»ese fulano tenía como bandera de Gobierno el oscuro «negocio» de la Paz» .
ARREPENTIMIENTO…
De lo que siempre se arrepentía, nuestro último líder Colombiano, fue de haberlo apoyado en su aspiración, cuando en compañía del Patricio Conservador, Mariano Ospina Hernández, del Hidalgo caucano, Ignacio Valencia López, del más representativo antioqueño, Don Juan Gómez Martínez y de un exministro costeño que participó en ese gobierno, rubricaron con su firma y en representación del conservatismo colombiano el apoyo a quien dejó para la historia una cicatriz imborrable… Los testigos de esta constancia histórica estamos vivos y podemos dar fe de ello: Miguel Santamaria Davila, Plinio Apuleyo Mendoza, María Paulina Espinosa de Lopez, Salomon Melo, Oscar Ivan Palacio, Luis Fidel Moreno Rumie, William Calderon Zuluaga y los grandes ausentes, Mariano Ospina Hernandez y el mas calificado periodista politico de Colombia Hipolito Hincapie Roldan
LAUREANO Y LA SOLEDAD
En un memorable documento, dirigido al poeta y escritor Augusto León Restrepo, ex director del Diario Conservador LA PATRIA. Rememorando la soledad de Laureano, el columnista Gustavo Páez Escobar, haciendo alusión a su despedida definitiva escribió… «Este texto te ha salido muy bien elaborado y pinta el lado opuesto de la fama y el aplauso… Ahora el caudillo de multitudes, que adelantó vibrantes causas en el Congreso y estremeció al país con su verbo grandilocuente, estaba solo. La muerte era su compañera, y tú quedaste petrificado ante ese cuadro a la vez abismal y patético.
GUSTAVO PAEZ ESCOBAR
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