Por: Juan José Gómez
En marzo de 2028, dentro de poco más de dos años, el Pueblito Paisa celebrará sus primeros cincuenta años de inauguración. Si su proceso de recuperación turística continúa con el entusiasmo y la celeridad que hoy afortunadamente lleva, se habrá cumplido ampliamente el triple propósito que trazaron sus fundadores: concebirlo como un alto y grato lugar donde palpita evocador el corazón mismo de la antioqueñidad; como monumento a los trescientos años de la erección de la Villa de la Candelaria de Medellín por parte de la corona española —que en este 2025 acaba de cumplir trescientos cincuenta años—; y como homenaje a la Colonización Antioqueña de los actuales territorios de Caldas, Risaralda, Quindío, regiones montañosas del Tolima y Valle del Cauca, y parte de Córdoba, considerada posiblemente la hazaña más notable de la historia antioqueña.
El Pueblito Paisa es una amable, aunque nostálgica representación del pasado. Pero de un pasado al que le tenemos profundo cariño por auténtico, por emotivo, porque está cosido a nuestros sueños de infancia y juventud, y a veces a las realidades de la edad adulta. De él se desprende cierta fuerza telúrica que toca el alma cuando se trata de recuerdos que involucran cunas, altares y tumbas. Curiosamente, los visitantes que no son oriundos de Antioquia, según me lo han dicho varios a los que he acompañado en sus recorridos, experimentan también un extraño sentimiento de pertenencia. Tal vez porque el templo parroquial, la casa cural, la alcaldía, la escuela, el hotel, la barbería, la tienda de misceláneas, las callecitas, todos los edificios y corredores y plazoletas tienen su voz propia y cada uno cuenta una historia a la que el turista no es ajeno, o por lo menos no es desconocedor.
A pesar de sus cuarenta y ocho años de existencia, el Pueblito Paisa no ha corrido con la suerte que era de esperarse dada la intención de sus fundadores y la belleza y armonía de sus construcciones. Desde su inauguración, algunas administraciones municipales de Medellín no le han dado el mantenimiento adecuado, tratándolo incluso como una nota al pie de página en los anales del municipio. Ha estado a cargo de diferentes dependencias municipales sin claridad sobre cuál debía luchar por conseguirle recursos presupuestales. Su peor época fue durante la administración de Daniel Quintero, cuando sufrió un abandono que casi lo pone fuera de servicio.
Afortunadamente, con el gobierno municipal de Federico “Fico” Gutiérrez se contrató a una de las damas más conocedoras de la promoción y administración de recursos turísticos, Giselle Arboleda Villegas, para que se ocupara de revivir el Pueblito y colocarlo en el sitio que por derecho le corresponde entre los atractivos turísticos de Medellín. A comienzos de los años ochenta, Giselle había sido administradora del Pueblito Paisa, y en esta segunda ocasión se ha desempeñado como articuladora, labor que ha realizado con notable acierto. Ella conocía muy bien lo que debía hacerse y lo ha hecho, y además, al igual que nosotros, los antiguos dirigentes del sector turístico, ama de verdad al Pueblito Paisa y sabe que en él reposa el corazón de la antioqueñidad.
Para coronar esta labor de recuperación, el alcalde Fico ha adoptado otra disposición de verdadera importancia: como parte del Cerro Nutibara, el Pueblito ha sido colocado junto con los demás cerros tutelares de Medellín bajo la administración de la Corporación Parque Arví, dirigida por el profesional Oscar Cardona, un ejecutivo de gran prestigio del cual todos los antioqueños esperamos óptimos resultados.
De manera que, a partir de esta nueva etapa del Pueblito Paisa, su futuro se ve positivo y auspicioso. Quienes todavía no lo conocen están invitados a visitarlo con detenimiento y a conocer su historia y su significado. Los que ya han estado, igualmente están invitados a regresar para reencontrarse con la esencia de lo paisa. Es de esperarse que allí continúen realizándose eventos que contribuyan a conocer y apreciar lo que puede llamarse la cultura paisa: historia, arte, música, danza, narrativa, artesanías y folklore antioqueño, presentados por los municipios de Antioquia y, si es posible, por los de la antigua Antioquia la Grande —hoy Eje Cafetero—, ya que también ellos son parte de la antioqueñidad. Porque de esta manera también se hace Patria.
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