Por: Carlos Eduardo Gómez
Ante la minga indígena, ayer en Cali, el presidente Gustavo Petro expresó: “este presidente llegará hasta donde ustedes digan. Por tanto, si esta posibilidad de un gobierno electo popularmente en medio de este Estado y bajo la Constitución de Colombia no puede aplicar la Constitución porque lo rodean para no aplicarla y le impiden, entonces Colombia tiene que ir a una asamblea nacional constituyente”.
Estas palabras han resonado en los pasillos del poder y en las calles del país. Su advertencia de convocar a una asamblea nacional constituyente si las reformas sociales no son aprobadas por el Congreso ha generado controversia y preocupación.
¿Es esta una estrategia política o un grito de desesperación ante la inmovilidad institucional?
Para entenderlo, me arriesgo a explorar la relación entre esta amenaza y la obra de Gabo, “El Otoño del Patriarca”.
En novela nuestro nobel nos sumerge en un país ficticio a orillas del Mar Caribe, gobernado por un anciano dictador. Este patriarca encarna el prototipo de las dictaduras latinoamericanas del siglo XX: un líder solitario, rodeado de aduladores y temido por todos. Su soledad es palpable, su poder absoluto. La narrativa, con largos párrafos y múltiples voces, nos cala en su mente y en la decadencia de su régimen.
En este contexto, el patriarca se aferra al poder, manipula a su antojo y se aísla de la realidad. Su relación con las instituciones es ambigua: las utiliza para perpetuarse, pero también las desprecia. La soledad del poder lo consume, y su deseo de trascender lo lleva a canonizar a su madre, Santa Bendición Alvarado de los pájaros. La novela es un retrato crudo de la tiranía y la alienación.
La amenaza del presidente Petro, al mencionar la asamblea nacional constituyente, evoca la figura del patriarca.
¿Es su amenaza un acto desesperado ante la resistencia del Congreso?
Al igual que el dictador de Gabo, Petro enfrenta una realidad compleja: reformas sociales urgentes, instituciones rígidas y un pueblo que exige cambios.
Sin embargo, la gravedad de sus declaraciones radica en la necesidad de romper el statu quo. Petro no se arrodilla ante las instituciones, ni respeta la independencia de poderes sino que propone una vía radical: una asamblea que transforme las reglas del juego en su favor. Su llamado es un grito de hartazgo, como respuesta a la inercia legislativa que ya no le camina. Pero, ¿es la única solución?
¿Estamos frente al otoño de la Constitución como la conocemos?
Como García Márquez, Petro enfrenta la soledad del poder. Su amenaza es un nuevo intento de romper la democracia a través del miedo y el sometimiento. El patriarca de Petro busca trascender, pero ¿a qué costo? ¿Será la asamblea la respuesta o el inicio de una nueva decadencia?
En “El Otoño del Patriarca”, García Márquez nos advierte sobre los peligros de la soledad del poder. Petro, al amenazar con la asamblea, enfrenta un dilema similar.
La historia nos enseña que los patriarcas caen, pero también que las revoluciones pueden llevarnos a nuevos abismos.
¿Será este otoño el de la transformación o el de la desesperación?