El control de precios no nos llevará al Paraíso

Por: Eduardo Mackenize

El gobierno de Gustavo Petro encontró la varita mágica (varilla deberíamos decir) para resolver los graves problemas económicos que él mismo ha creado: el control de precios. 

En estos días, el ministro Guillermo Reyes anunció, por ejemplo, que habrá control de precios en el transporte aéreo, para resolver el desmadre del sector (dos compañías quebradas en una semana) y hacer que los colombianos puedan viajar a todas partes, sobre todo a San Andrés y Providencia. Mil gracias doctor Reyes. El ministro atenuó la nefasta medida diciendo que se trata “únicamente de ponerle tope” a los pasajes de avión.

La cosa suena bien. En realidad, es un señuelo: el control de precios – orden de vender por debajo del precio de equilibrio– es la primera fase para someter (basta firmar unos decretos) a las empresas. Los socialistas no se quedan allí, en la medida a corto plazo. Tienden a perennizar ese control cuyos efectos son siempre negativos. En su programa destinado a desmantelar el odioso capitalismo esa palanca es bien recibida. En el control de precios hay, bajo la mesa, otros planes: control de la producción y de la distribución y, de rebote, reducción de las libertades individuales.

Por eso, en vísperas del 1 de mayo, Petro y consortes anuncian maravillas: los ejes vitales de la economía quedarán bajo la férula del Estado socialista: habrá control de precios de todo para que la población se sienta feliz. No es otro el objetivo del anuncio sobre el control de precios de los productos “de la canasta familiar básica”, que hizo la ministra Gloria Inés Ramírez. Petro advierte que también habrá control de precios en el sector alojamiento y energía. Maravilloso.

Sabemos adónde conduce ese sendero luminoso. El castro-chavismo comienza con el control de precios de los alimentos y desemboca en las cajas Clap, con alimentos podridos e hiperinflación, como ocurrió en Venezuela.

¿Estamos ciegos y no sabemos qué hay detrás del circo petrista del control sin fecha límite de los precios? ¿Sabemos qué papel jugó el control de precios en Venezuela y Argentina? Sí. Muchos saben lo que está en juego.  Juan Camilo Restrepo, exministro de Hacienda, advirtió: “Ya la ministra de Trabajo empezó a hablar de control administrativo de precios. Mal presagio. Argentina colocó bajo control administrativo a 1 500 productos, y hoy tiene una inflación del 70%”. 

Es cierto que los economistas liberales usaron el control de precios en ciertas graves coyunturas, como Estados Unidos durante el periodo de 1942 a 1946, con resultados eficaces contra la inflación. En la postguerra la inflación terminó gracias al dinamismo de la producción y a la restauración de la demanda sin medidas brutales de control. En cambio, Nixon lanzó ese control de 1971 a 1974. Cuando lo terminó, los precios de los alimentos se dispararon y la inflación llegó a ser de dos dígitos.  

El repunte actual de la inflación de precios por los efectos de la pandemia de Covid (sobre todo un aumento de la demanda por los confinamientos) reabrió, en Estados Unidos y muchos países, el debate sobre el control de precios. 

Dos escuelas se enfrentan en Washington: los radicales, con Isabelle Weber a la cabeza, defensora de la MMT (teoría monetaria moderna), hablan imponer un “control estratégico de precios” y de continuar las masivas inyecciones de créditos del banco central para contribuir a la estabilidad monetaria. Los analistas ortodoxos le reprochan al MMT no ocuparse bien ni de la inflación ni de la rentabilidad del capital, y plantean que con los bajos índices actuales de desempleo es hora de frenar el laxismo monetario mediante alzas moderadas de los tipos de interés. Los radicales replican que continuar la flexibilidad monetaria ayuda, además, a la neutralidad-carbono y a luchar contra el cambio climático.

En Colombia, la inflación tiene que ver con el Covid pero no se explica únicamente por ese factor externo, tiene un fuerte origen adicional: las actitudes absurdas del nuevo gobierno contra Ecopetrol y contra el estratégico sector de hidrocarburos del país, y las demás alteraciones estructurales que Petro trata de imponer a otros sectores por razones ideológicas (las teorías de la profesora Weber no están lejos).  

La prensa económica colombiana ha explicado en todos los tonos que el control de precios no combate la inflación y es, por el contrario, una medida desacertada, que ha hecho daño en Colombia y en otros países, incluso desarrollados, en otras épocas. No se requiere ser lector de Hayek o de los anti keynesianos para saber que el control de precios frena la competencia, la innovación y la oferta, reduce el consumo, crea escasez y mercados negros y deteriora la calidad de los bienes y servicios producidos en esas condiciones.  

Hugo Chávez empleó el control de precios muy rápidamente, desde 2002, antes de lanzar su ola demente de expropiaciones, intervenciones y estatizaciones. Siguió con el control al acceso de divisas y con el control de la movilización de mercancías dentro de Venezuela, antes de fijar el salario mínimo a rajatabla, sin consultar las empresas. Así comenzó su dictadura abyecta. De las diez mil industrias que tenía Venezuela en 2000, y tras “negociar” con el tinglado chavista, 3 000 se fueron a pique en menos de cuatro años. Y el desangre económico continuó.  

Ese esquema está avanzando en Colombia. Petro no hace más que seguir un libreto ejecutado y probado en otros países. Lo sabemos bien, pero la actual clique gubernamental se esfuerza por mostrar lo contrario: su plan es para hacer feliz al pueblo y “empoderar al campesinado” (perdón por el horrible anglicismo) y “controlar los altos precios de la comida” y de todo. 

Los orientadores de Petro en España son amigos del control de precios. Este año, los jefes de Podemos pidieron al gobierno de Pedro Sánchez congelar los precios de la canasta básica “como estaban antes” de la invasión rusa a Ucrania, y aumentar un 33% el impuesto a los beneficios de las cadenas de distribución. Eso terminó en un tirón de orejas a Sánchez de la Comisión Europea. Bruselas explicó que hay otras salidas y que las medidas de control de precios afectan el mercado único “en detrimento de los consumidores y de los agricultores europeos”. 

La guerra en Ucrania es usada como pretexto. La extrema izquierda francesa pidió antes de ésta, en enero de 2022, bloquear, sin límite de tiempo, los precios de los artículos de primera necesidad y de la energía. El bloqueo de los precios del gas, decidido por Macron en octubre pasado, aumentó en varios miles de millones de euros la deuda pública. Para pagarla, Francia, un país con una presión fiscal de 45%, tendrá que aumentar esa presión. Ello que reducirá forzosamente el consumo y el mercado interior.  

Manipular los precios es algo grave. Hayek escribió: “Todo control arbitrario de precios, o de la cantidad de ciertas mercancías, priva a la competencia de su poder de coordinar eficazmente los esfuerzos individuales, pues la variación [arbitraria] de precios cesa de registrar esas modificaciones y no suministra datos sobre la acción individual”. El economista Thierry Aimar reitera que los precios son “vectores de información sobre los comportamientos y escogencias de los consumidores y su vocación es expresar lo real y sus inevitables cambios”. 

Para adivinar qué es lo que sigue en Colombia no es sino ver la línea de tiempo de las actuaciones de Chávez/Maduro en Venezuela. Ese itinerario es el que sigue Petro pues en su esquema intelectual no hay otro horizonte. No bastará el aumento de la tasa de interés al 7,5% anual decidido por el Banco de la República. Los debates y remedios contra la inflación en otros países no pueden ser aplicados entre nosotros.  Ni Estados Unidos ni Francia encaran, por ejemplo, un fenómeno de devaluación del peso frente al dólar disparado por las irresponsables declaraciones de Petro al comenzar su mandato. 

No tienen tampoco algo que ocurre a diario en Colombia: el transporte de carga es bloqueado por indígenas enardecidos, por bandas ilegales o por los “paros armados” del ELN y de las FARC. En un país donde no hay ni ejército ni policía la producción industrial, agrícola y comercial no tiene perspectivas ya que los pilares de la soberanía están en cenizas por las erradas medidas del gobierno. 

¿En esas condiciones, los colombianos podremos reducir la inflación y el desempleo gracias al control estratégico de precios? No. Con ese mecanismo Petro sólo le propinará un golpe adicional a la economía. ¿Alguien duda de eso después de lo él mostró estar dispuesto a hacer con los sectores claves de la economía nacional?

Ese camino no nos lleva al Paraíso y las soluciones del mundo civilizado seguirán siendo inservibles.  

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