Por: Marco Fidel Ramírez
Sin novedad en el frente transcurrió la ceremonia de cambio presidencial de Duque “el tibio” a Petro “el poseído” el pasado domingo 7 de agosto en la Plaza de Bolívar.
Por nuestra parte los televidentes sobrellevamos, qué digo nos sometimos a punta de voluntad y tesón a escuchar primero el rimbombante discurso del rechinante presidente del Congreso Roy Barreras, que aclamado por el populacho no ahorró alabanzas para el nuevo mandatario de los colombianos y de quien será, como ya lo ha demostrado, su más obsecuente adulador y su más diligente “sacamicas”.
En esa especialidad y con los últimos gobiernos de turno don Roy “camaleón” Barreras ya se ganó hace rato el Récord Guinness de la lambonería y del cínico oportunismo político en beneficio propio y el de su familia.
Pero el segundo discurso, el de Gustavo Petro, era el que importaba. Primero dió la orden imperial a la Casa Militar, como para evocar las andanzas delictivas del M-19, de traer la espada de Bolívar, que luego de una pausa, bien incómoda por cierto e inusual en una posesión presidencial, fue ubicada en la tarima con la dignidad debida y el agrado evidente del Presidente.
Y Petro, con menos elocuencia que Roy, pero con más sentimiento populista, declaró que este sería “el gobierno de la vida y de la paz”, sonsonete bonito que no le luce al nuevo mandatario declarado abortista y enemigo tradicional de la paz con la institucionalidad.
Pero igual, ninguna diferencia con los discursos de la campaña, los mismos versos, los mismos mantras, los mismos objetivos “revolucionarios” ahora resaltados como agenda de gobierno y remachados con un gabinete absolutamente petrista, discipulado en la peligrosa escuela de la izquierda radical anunciada por la “brisa bolivariana castrochavista” y que ya carcome, para nuestra desgracia, a la mayoría de los países latinoamericanos.
Petro declarado “el poseído” en las coloridas ceremonias previas de santería, brujería, chamanismo y ritos ancestrales realizados en la capital y en la Sierra Nevada, también soslayó y de paso ofendió con su actitud pagana a la Colombia creyente que con católicos y evangélicos a la cabeza, según lo reconoce la Corte Constitucional, representamos con la fe cristiana, la moral mayoritaria del pueblo colombiano.
Tal desprecio por el cristianismo es ahora más evidente que nunca en Petro y su “pacto histórico” en el que se destacan ministros que aborrecen los principios y los valores cristianos pero que aman y encarnan los referentes de la brujería, la corruptora ideología de género y el falso progresismo.
Petro “el poseído” y como recién descendido de su propio monte Sinaí marxista, leyó uno a uno los puntos de su decálogo de gobierno. Pero ninguna mención en defensa de la vida de los no nacidos, ni de la familia normal constituída por un hombre y una mujer como Dios manda y natura dicta.
Ninguna mención tampoco en defensa de la libertad religiosa y de la propiedad privada. Ninguna. Lindo decálogo, pero conociendo cómo gobernó Petro a Bogotá, bien sabemos que tan hermoso discurso quedará reducido a pura paja populista a menos que sus serviles ministros pongan mucho empeño en ejecución de semejante tarea con la que el nuevo mandatario pretende cambiar la historia del país y refundar nuestra patria.
De todas maneras ya todos están avisados y por el mismísimo Petro, que sabe que su luna de miel será breve y que su hambrienta, parásita e insaciable clientela mamerta que lo apoyó para poder vivir sabroso con el trabajo de otros, le cobrará duro, rápido y por ventanilla en el término de la distancia.
De este gobierno tempranamente inaugurado con bombos, platillos y plumas de brujería ancestral, no espero nada. Los cristianos despiertos tampoco esperamos nada de este gobernante diverso, tergiverso y comunista. Tampoco esperamos nada de su vicepresidenta amargada y enajenada.
La previa consagración espiritual del presidente al reino de las tinieblas que lideró una santera (¿cubana?) y que ha dejado al presidente visiblemente “poseído”, revela que el oscuro gobierno de Petro y Francia desde ya comienza arrodillado ante los brujos, la hechicería y la ideología socialista que han tomado el poder en Colombia.
Si esta dura realidad que nos espera no es una tragedia nacional, entonces ¿cómo se podrá calificar?.
No lo quiero imaginar, pero me atrevería a decir con toda seguridad que efectivamente este sí será, con Petro “el poseído”, el gobierno del “cambio”, pero de camino al abismo.