Por: Jorge Cárdenas
Estamos de acuerdo en que la discriminación es un acto repudiable. Segregar a las personas por su color de piel, por su género, por su nacionalidad, por el credo que profesan, por su orientación sexual, por su condición socioeconómica o por cualquier otra razón es despreciable desde cualquier punto de vista.
La lucha por la igualdad de derechos ha sido larga y dura; tanto como fue la lucha por los mismísimos derechos humanos.
Hoy se da por sentado el que todos los seres humanos fuimos creados iguales, pero hubo épocas en las que era tan claro que no era así que tuvieron que ponerlo en la constitución de los países. Aunque, a pesar de estar plasmado en ellas, hubo muchos en los que costó más de un siglo el permitir que fuera realidad.
El que se le permitiera a la mujer votar solo fue posible hasta bien entrado el siglo XX. Ver mujeres que dirigieran los destinos de algún país es algo de hace tan solo unas décadas.
Para que, en EE. UU.- e incluso en nuestro país- permitieran que hubiera alumnos que no fueran blancos en las aulas también requirió de sangre sudor, lágrimas y muertos.
En Colombia, la mujer solo pudo tener voz y voto hasta la década de los años 50 y, paradójicamente, se lo debemos a una dictadura.
Cada vez la lucha por la reivindicación de los derechos de diferentes grupos de personas que por diferentes motivos se sienten rechazados o discriminados se hace más común y específica.
Es así como los derechos conseguidos de manera justa por las mujeres ahora se ven sublimados por la lucha feminista en donde se hacen reclamos cada vez más absurdos.
Han llegado al lenguaje mismo y a exigir que no se discrimine hablando de “todos” (para hablar de un grupo de personas) sino que se debe hablar de todos y todas. O incluso van más allá en sus reclamos, piden que se hable de TODES para no ir a incurrir en discriminación de género. NO he visto grupos de hombres luchando por sus derechos cuando alguien habla de LAS PERSONAS sin hacer distingo, y que exijan el que se diga “personas y personos” o simplemente PERSONES.
Ya se ven incluso grupos que reaccionan contra las que llaman “feminazis” exigiendo que no las hagan parte de ese movimiento que no las representa, que ellas se sienten y enorgullecen de ser mujeres, que entienden las diferencias con los hombres y que no ven en cada uno de ellos a un violador y asesino en potencia.
Ellas; que durante muchos años tuvieron que soportar la discriminación y el acoso laboral y sexual por parte de algunos empleadores; son testigos hoy de como algunas, con fines revanchistas, hacen denuncias sin fundamento ni pruebas en contra de hombres contra quienes lo único que los acusa es el testimonio de alguna vengadora y que de inmediato saltan a la condena pública sin la opción de ningún tipo de juicio.
Estamos viendo el caso de Ciro Guerra, uno de los mejores directores de cine en la historia de Colombia, a quien un portal aprovechó como promoción para darse a conocer el publicar unas denuncias sin pruebas por parte de un par de mujeres y las puso en la red justo para la época del lanzamiento de su más reciente película. Conveniente, ¿no? Pese a los testimonios de su esposa, de su exesposa y de muchas de las mujeres que han trabajado con él donde dejan claro su apoyo al cineasta y lo alejado de la realidad de lo que se le acusa; el portal no ha aportado ninguna prueba y el daño a la imagen del director, a su persona y a su familia ya está hecho. Quienes de ninguna manera hubieran visitado el portal, ya lo hicieron. El fin justificó los medios.
No estoy diciendo que no haya quienes se lo merezcan y contra los cuales hay muchos testimonios y pruebas que los condenan a una pena más que justa por lo aberrante de sus delitos, pero es que hay muchas acusaciones sin fundamento que están logrando que, a futuro, les pueda pasar lo del pastorcito mentiroso y es que cuando acusen a alguien que las acosó realmente, nadie les crea.
Y no hablemos de lo parcializadas que resultan algunas de esas mismas feministas que apoyan las acusaciones solo si corresponden a los contrarios a su filiación política, pero protegen a las que son en contra de sus camaradas.
Si hoy en día uno defiende el derecho a la vida y se opone al aborto como método de planificación familiar entonces uno es un retrogrado que no respeta el derecho de la mujer a elegir sobre su propio cuerpo. ¿Pero quien defiende el derecho a la vida de quienes están por nacer y que son asesinados porque a sus progenitores no les dio la gana de usar condón o un DIU?
Los derechos de los homosexuales también requirieron de una dura lucha para que les fueran reconocidos.
Para que pudieran tener el derecho a la unión marital, a formar una sociedad conyugal y la adopción de menores por parte de parejas del mismo sexo (la cual aún no es aceptada en muchos países) tuvieron que pasar décadas y muchos entregar incluso su vida a causa de la homofobia.
Lo que empezó como una batalla de hombres y mujeres gais ha pasado a ser la lucha de cada posible variación de esa combinación; al punto de que cada vez le suman mas letras a la sigla LGTBI y cada una de ellas exige sus derechos específicos además de los que tienen en común. He visto campañas tan increíbles como las de gente que se identifica sexualmente disfrazados de dálmata y exige que su derecho sea respetado. Y está bien, disfrácese como quiera, pero mostrarse casi apareándose con otro en la calle de una ciudad donde lo ven niños de todas las edades no se ve como una lucha por los derechos sino como una absoluta falta de mal gusto. De hecho, opino que es igual de grotesco ver parejas heterosexuales meterse mano cual película porno en un sitio público sin el menor pudor ni respeto por quienes están a su alrededor.
La izquierda, con gran sagacidad, ha adoptado y apoyado cuanta campaña les resulte favorable para desestabilizar el ambiente, pescar en rio revuelto y ganar apoyo para sus campañas futuras olvidando que dentro de su historia está, por ejemplo, el fusilamiento de gais en Cuba por parte del mismo Che Guevara, uno de sus íconos. Otra de sus muchas incoherencias.
En teoría, tus derechos llegan hasta donde comienzan los derechos de los demás. Así como tenemos nuestros derechos también tenemos obligaciones. Pero no son pocos los que salen a los gritos pidiendo respeten sus derechos sin respetar los del vecino y sin cumplir obligación alguna.
¿Acaso dentro de la libertad que promulgan no está implícito el que las personas pueden respetar la diversidad sin tener que hacerse parte de ella?
El hecho de que alguien respete la orientación sexual de otra persona o el credo que profesa no tiene que significar que, por obligación, tenga que hacerse parte de la comunidad o cambiar de religión.
Siempre me he considerado de mente abierta. Tengo amigos y amigas gais a quienes quiero, admiro y respeto; pero debo confesar que la primera vez que estuve en un festival del orgullo gay fue en Toronto y me resultaron abrumadoras muchas de las imágenes que vi ahí.
Ya era yo un hombre de 28 años sin embargo muchas cosas me sobrepasaban mientras veía familias con sus hijos en los andenes viendo el desfile. Muy seguramente mi sorpresa era producto de ser un montañero que había llegado la noche anterior; para ellos parecía bastante natural y finalmente lo disfruté como el resto del público.
Durante mi estancia en la ciudad con la segunda mayor población gay en el mundo vi que su estilo de vida es absolutamente respetado pero que, además, lo que vi en el desfile no se veía en las calles en un día normal.
No sé si vaya a llegar el día en que se sientan discriminados porque en un baby shower no ponen la opción del listón de arcoíris, pero estamos a muy poco de eso.
Hoy en día la discriminación es contra los que defienden la vida como ha sido durante miles de años, respetando las diferencias.
Si no se abraza a quienes en otro momento de la historia fueron discriminados, si no se les tolera lo que sea que quieran hacer, si no les celebramos su comportamiento, aunque nos sintamos agredidos por él, entonces pasamos a ser los discriminados. La guerra en redes sociales se hace descarnada y pasamos a ser victimas de la inquisición y la hoguera pública.
Por supuesto que todos hemos sido creados iguales, claro que debemos respetar la libertad de cada persona de vivir como le parezca, pero debemos respetar también el que esas diferencias y los estilos de vida de algunos pueden resultar alarmantes sobre todo para los adultos mayores y los más pequeños.
Debemos entender que para que respeten mi estilo de vida y mis convicciones yo también debo respetar las de los demás. El que yo crea en la teoría que sea no quiere decir que está por encima de las de mis conciudadanos o que es el mundo el equivocado y no yo.
La base de la paz es el respeto.
Gracias por respetar mi opinión.