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Diplomacia y Protocolo en la Era Petro

por El Expediente
mayo 26, 2025
en Opinión
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Por: Andrés Villota

La presidencia de Gustavo Petro, ha sido una permanente réplica de la estrategia, la propaganda, el sistema de gobierno, el aparato estatal y los dogmas del Nacional Socialismo Obrero Alemán del Tercer Reich.
 
Todo ha sido idéntico, desde su llegada al poder, milagrosa, a pesar de tratarse de minorías insignificantes, que nunca representan a la mayoría de sus naciones hasta, ser y rodearse de un séquito de adictos, criminales, forajidos, facinerosos, cómo por ejemplo, Armando Benedetti, ministro del Interior, un cocainómano corrupto impune, idéntico a Heinrich Himmler, jefe de las SS, un heroinómano corrupto impune. Ambos intocables, sobra decir.
 
En lo único que, un megalómano crónico como Gustavo Petro, no fue un clon de Hitler, no se le copió, por bruto o por arrogante, ya no importa la razón, es en el uso y manejo dado a la diplomacia y al protocolo durante toda su trágica permanencia en la Casa de Nariño.
 
La política exterior colombiana, aunque suene a un oxímoron, consiste en no tener política exterior colombiana. Su formulación, se limita, a los estados de ánimo y a los gustos y preferencias del gobierno de turno. La diplomacia y el protocolo, a pesar de no tener rumbo en la política exterior, se han mantenido y respetado hasta la desgracia de la llegada de Gustavo Petro a la Casa de Nariño.
 
Paul-Otto Schmidt, traductor oficial de Adolf Hitler, relata en su libro autobiográfico, “Europa entre bastidores”, los sucesos ocurridos durante su actividad como traductor e intérprete en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania entre los años 1923 y 1945, en calidad de jefe del cuerpo de traductores gubernamentales.
 
En uno de los apartes de su libro, Schmidt, cuenta lo ocurrido en la visita de Estado del líder supremo del partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NAZI), Adolf Hitler, a Italia en 1938. Antes de la cena de Estado, en el Palacio del Quirinal, residencia del rey Victor Emmanuel III, hubo un reconocimiento a las tropas de honor del rey, que Hitler realizó vestido con un frac.
 
Cada viaje era minuciosamente preparado y se debía cumplir una rigurosa agenda, por esto, Hitler montó en cólera y no le perdonó a su Jefe de Protocolo, declarado insubsistente de su cargo de manera fulminante, que no le hubiese avisado que debía utilizar su uniforme militar de gala para pasar revista a las tropas.
 
Algo que, para el observador desprevenido, pasaría desapercibido pero que en el lenguaje protocolar, tiene un profundo significado y una importante relevancia porque, el protocolo, es un lenguaje que se utiliza para expresar todo el poder político de una nación, sin hacer uso de las armas o manifestar el poder económico que, Robert Cox, califica como las capacidades materiales que, obvio, tienen incidencia en lo político pero que, en el mundo diplomático, pasan a un segundo plano.
 
Durante la deliberación y firma del Tratado de Los Pirineos, también conocido como el Tratado de los Faisanes (1659), las delegaciones encabezadas por Luis XIV de Francia y Felipe IV de España, se iban desplazando, ocupando de manera transitoria el lugar privilegiado de la derecha, mostrando la igualdad, al margen del tamaño de sus ejércitos, de la superficie de su territorio o de la riqueza de sus reinos.
 
El protocolo, es la norma que establece cómo se debe actuar en algunos eventos, por esto, recopila conductas, gestos, acciones y técnicas que se consideran adecuadas ante determinadas situaciones. Es ese lenguaje que todos entienden y, por ende, hace iguales a todos los Estados que lo observan y ponen en práctica. Esa igualdad quedó instituida desde el Congreso de Viena (1815) y fue refrendada en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas (1961).
 
Esta igualdad hace que, por ejemplo, un pelafustán como Gustavo Petro que gobierna a Colombia, después de haberla convertido en una república bananera, pobre y miserable, sea recibido y reconocido como jefe de Estado de Colombia y en sus múltiples viajes por el mundo, reciba los honores y el trato que dicta las normas de protocolo, aunque él sea indigno, las desconozca o las viole de manera permanente.
 
Llegar tarde o no llegar, vestirse de manera inapropiada, hacer comentarios indebidos, regalar objetos ofensivos a la cultura local, nombrar como agentes diplomáticos a forajidos, convictos o ignorantes, sin la formación diplomática adecuada solo para cobijarlos con la inmunidad diplomática; son todas violaciones sistemáticas al protocolo y a las buenas costumbres diplomáticas.
 
Gustavo Petro desprecia la oportunidad de ingresar a un palacio por la puerta de adelante y no, como estaba acostumbrado a hacerlo, para robar armas u objetos históricos, saltándose una tapia, haciendo un túnel o estacionado en las afueras para dejar activado un carro bomba.
 
Durante su visita de Estado a España, en la cena que ofreció el rey Felipe VI en su honor, Gustavo Petro no usó frac como lo dictaba el riguroso protocolo de la corte real española porque es un mindundi, pero, para justificarse, dijo que el frac “es un símbolo que tiene que ver con élites, con la antidemocracia” y prefirió, mejor, vestirse con un traje idéntico al que usan de uniforme los conductores de Expreso Bolivariano.
 
Álvaro Leyva, en una de sus habituales cartas públicas a Gustavo Petro, enumeró todos los desatinos protocolarios que empezaron, incluso, cuando ya había sido, supuestamente, elegido presidente de Colombia y no había asumido su cargo. Un escándalo motivado por los excesos, que movilizó a la policía de Florencia, Italia, en donde, al parecer, tiene una lujosa propiedad.
 
Luego, ya posesionado como presidente, durante una visita oficial a Francia, Petro, se desapareció en París durante 48 horas y nadie supo de él, ni la infalible DPSD. Incumplir con una fecha de regreso, de una visita de Estado, que marca el final de la misma, es, también, una violación al protocolo.
 
Leyva, recuerda que en una visita de Estado, el presidente visitante es homenajeado por las tres cabezas de los tres poderes públicos, que en la visita de estado a Chile, Gustavo Petro, no apareció en el Palacio de los Tribunales de Justicia para saludar al presidente de la Corte Suprema chilena.
 
En la visita de Estado a la República Federal de Alemania, hizo una más de sus diatribas, sin lápiz, eso sí, en la que atacó a la caída del Muro de Berlín y aplicando el principio de Transposición, uno de los principios del decálogo de propaganda escrito por Joseph Goebbels, la biblia en la que Petro basa toda su estrategia de propaganda y adoctrinamiento, insinuó que los NAZIS y los Fascistas, habían triunfado en ese momento histórico.
 
El general Francisco Franco, le dijo al joven príncipe Juan Carlos de Borbón, después de algo desatinado que dijo en un viaje a los Estados Unidos, que había cosas que se podían decir acá, refiriéndose a España, pero que no se podían decir allá, refiriéndose al extranjero. Gustavo Petro es un lenguaraz que no piensa, ni procesa lo que va a decir, antes de abrir la boca y dice en Roma o en Madrid, las mismas estupideces y brutalidades que dice en Chiriguaná o Caparrapí.
 
Petro no pasó al teléfono para atender a dos llamadas hechas por el presidente de la República de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan. En la última edición del libro, PROTOCOL. The Complete Handbook of Diplomatic, Official & Social Usage, se incluye un protocolo para las nuevas formas de comunicación que trajo la tecnología. Plataformas de mensajería instantánea, redes sociales, correos electrónicos y llamadas a teléfonos celulares, tienen, también, en el mundo diplomático, un protocolo que debe de ser observado y respetado.  
 
En la primera visita a la dictadura comunista de la República Popular China, Gustavo Petro le habló al dictador, Xi Jinping, sobre la inconveniencia de hacer un metro elevado y no subterráneo en Bogotá DC, un asunto de carácter local que no debía ser tratado por dos jefes de Estado. El dictador chino evade el tema y la respuesta de Petro fue hacer un berrinche, evitando hablarle durante todo el banquete​, a su anfitrión, que había hecho una cena, precisamente, en su honor.
 
Y en la segunda visita, que más parece un paseo familiar a la China Popular porque llevó a miembros de su familia que aparecen en eventos en los que no deben de estar, en contra del protocolo, se apareció con una numerosa patota, una gallada de burócratas colombianos en una reunión con la convicta Dilma Rousseff, actual director del Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS que, al margen de haber nombrado a una corrupta para manejar un banco, mostró su malestar por haber irrespetado el protocolo de la reunión.
 
Colombia añora a los grandes jefes de protocolo de la Cancillería, como Julio Riaño o Juan Claudio Morales que, jamás, hubieran dejado al presidente de Colombia hacer todas las atrocidades diplomáticas y protocolares que acostumbra a hacer Gustavo Petro y todos sus secuaces, sin que nadie pueda evitarlo o se expone, como todo lo del bajo mundo de Petro, a que aparezca muerto

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