Hace un par de semanas el periodista Fernando Alvarez* escribió “Alumna Paola Ochoa», https://t.co/odBrurrScC, en su columna del portal Kienyke en respuesta a la columnista de El Tiempo, quien había escrito una carta a Daniel Coronell reprochándole su falta de objetividad y su sesgo malintencionado en el caso de la supuesta denuncia que escribió en Semana sobre del Ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla y el tema de los bonos de agua. La columna de Alvarez resultó inusualmente viralizada y tuvo un buen número de comentarios y likes, porque al parecer revelaba episodios hasta ahora desconocidos de la vida de Coronell, por lo que tuvo un gran impacto en las redes y tanto seguidores como detractores se enfrascaron en una verdadera guerra viral, entre otras cosas porque El Expediente hizo una nota audiovisual que la movió con fuerza.
Lo que no esperaba el recorrido periodista Fernando Alvarez era que fuera de inmediato notificado por el representante legal de Kienyke, el portal de la empresaria Adriana Bernal, por medio de una carta a su correo electrónico, en la que le informaban que su columna no iba más. La pregunta que surgió fue o bien el periodista Daniel Coronell movió sus influencias para que sacaran a Alvarez, o bien la nueva editora de Kienyke Daisy Cañón, decidió hacer causa común con Coronell, incluso a espaldas de la propietaria del portal Adriana Bernal.
Nos dimos a la tarea de indagar la evidente censura a que fue sometido el periodista Alvarez, de los pocos sobrevivientes que reveló los principales acontecimientos de la mafia en la revista Semana durante la década de los 80 y descubrió entre otros a Pablo Escobar, y encontramos serias evidencias de que existe una deliberada decisión de censurarlo, ya que por lo menos otras dos columnas sobre Coronell fueron bajadas o bloqueadas en la web de Kienyke. Hicimos en intento con otras columnas y estas abrieron fácilmente, pero las mencionadas columnas “Daniel Coronel sí tiene quién le escriba” https://www.kienyke.com/kien-escribe/daniel-coronell-si-tiene-quien-le-escriba … vía @kienyke y “Uribe vs. Coronell, el coletazo de la guerra entre los carteles de Medellín y Cali” https://www.kienyke.com/kien-escribe/uribe-vs-coronell-el-coletazo-de-la-guerra-entre-los-carteles-de-medellin-y-cali … vía @kienyke, no fue posible abrirlas con los links de las redes como normalmente se hacía.
Antes de que las eliminen totalmente decidimos publicarlas
Columna No 1 que desapareció en la red de Kienyke
Coronell si tiene quien le escriba
Fernando Alvarez
Se equivoca Daniel Coronell cuando por tratar de cascarle al alcalde Gustavo Petro y en afán de caerle al caído recurre impunemente a la mentira. Dice en su columna que “Petro Se equivocó –y sólo vino a reconocerlo años después- cuando se alió con el hermano del amnistiado narcotraficante “Guillo Ángel” para llevar a Fernando Álvarez a la Comisión Nacional de Televisión”. Falso de toda falsedad. Petro nunca se alió con hermano de amnistiado narcotraficante alguno. La expresión “se alió” implica un acuerdo o un pacto consciente de alguien con alguien hacia una causa y eso nunca existió. Y Coronell, que se caracteriza por destapar muchas verdades, también se distingue porque dice muchas mentiras. Esta es una de ellas, en la que por tirarle a Petro y por sacarse uno que otro clavo cree tener patente de corso para embutirla en sus columnas.
Lo que ocurrió, y él lo sabe pero lo tergiversa con extraña intención, fue que Fernando Alvarez, o sea yo, le gané las elecciones a, ese sí su aliado en la Comisión Nacional de Televisión, Javier Ayala, quien había sido su jefe en el Noticiero Nacional y ahora era su llave para intentar tumbarle al Estado cerca de 20.000 millones de pesos mediante un bien armado tribunal de arbitramento, que con el supuesto hecho del príncipe y con la ayuda de unos amigables árbitros llevaría a que la CNTV le desembolsara a Coronell esa estrafalaria suma, la cual supuestamente sería su indemnización por no tener audiencia. Por suerte para los dineros públicos esa operación nunca se pudo consumar como se había orquestado. Su antiguo jefe como presidente de la CNTV se había sentado con Coronell, ahora poderoso empresario de la televisión, a componer un tribunal de arbitramento que les permitiría mediante peritos de bolsillo y comisionados socios un resultado, que de no ser por que yo me atravesé, hoy estarían celebrando en Miami como aliados o como socios o como cómplices.
A mí Petro no me llevó a la Comisión. Ni el Polo como partido podía hacer nada para que yo ganara las elecciones de la CNTV. Aunque algunos compañeros del Polo sí metieron la ficha y se movilizaron en el entendido de que a la izquierda le convenía conquistar esos espacios. Pero como presidente del Polo Gustavo Petro se limitó en su momento en una entrevista radial a decir la verdad, que yo era militante del Polo y que tendría su apoyo porque en ese escenario había que dar grandes batallas por la democracia y por la televisión pública. Y a mí si me apoyó el empresario de la televisión que pretende nombrar con mala leche Coronell. Como dueño de una empresa en la que existían asociaciones gremiales de productores y de técnicos de televisión pudo contribuir con esos votos en mi favor. Pero jamás se sentó con Petro a negociar o pactar nada. Ni siquiera se conocían.
Coronell le mete a su buena pluma la mala leche al hablar del hermano de un amnistiado narcotraficante como aliado de Petro. No se sabe si el columnista se quiere tirar a Petro, al empresario o a mí. Porque cuando uno va a hablar del General Oscar Naranjo no lo describe como el hermano de Juan David Naranjo capturado narcotraficante. O cuando se va a hablar del exsenador Iván Marulanda, a nadie se le ocurriría mencionarlo como el hermano del condenado narcotraficante Javier Marulanda. Y mucho menos para hablar de Enrique Santos Calderón a nadie se le ocurriría mencionarlo como el promotor del columnista hermano del extraditado narcotraficante Beto Rentería. Tragedia que han vivido prestigiosas familias por cuenta del narcotráfico pero que nunca daría para que un historiador retratara al expresidente Mariano Ospina Pérez como el abuelo del narco protegido por la DEA Rodolfo Ospina Baraya. Entre otras cosas porque nadie escoge a sus familiares o hermanos ni decide sobre sus actividades. En cambio uno sí escoge los socios y decide con quién se enriquece como lo hizo Daniel Coronell con “el Bandi”, Cesar Villegas y con Justo Pastor Perafán.
Esas sí son alianzas y premeditadas decisiones que implican por lo menos cierta elasticidad ética. Y tratándose de la ética periodística que se pregona tanto, por lo menos existen serias confusiones. La ética periodística no solo implica escribir con rigor, con independencia y con la verdad, no solo consiste en denunciar la corrupción administrativa; también está ligada a la transparencia con que se escogen los socios y a la legalidad de los dineros con que se montan los medios de comunicación. Y Coronell fue socio de Cesar Villegas y montó el noticiero NTC con sus dineros cuando todo el mundo sabía que era un hombre que se había enriquecido ilícitamente gracias a sus favores al Cartel de Cali y a las pistas clandestinas que autorizó al Cartel de Medellín desde su cargo en la Aeronáutica Civil. Y Coronell sí se alió o fue coequipero empresarial de Pastor Perafan por medio de su testaferro Marco Antonio Cañón en sus alianzas estratégicas con “Imagen y Sonido”, cuando todo el mundo sabía quién era Pastor Perafán y conocía sus afanes por invertir en medios de comunicación. No eran socios ilegales porque en ese momento no estaban subjudice pero no eran socios éticos porque blancos eran su productos, calientes se cocinaban y la gallinita de los huevos de oro los ponía.
Hoy lo cierto es que Coronell no me debe querer mucho después de que gracias a una investigación periodística que hice al mejor estilo de mis épocas de reportero en Semana, que personalmente llevé a todos los medios de comunicación y ninguno quiso publicarla por no meterse con Coronell, donde demostraba la forma en que se había fraguado el pretendido tumbe a la Comisión Nacional de Televisión, tratando de imitar un pleito millonario que le habían ganado Caracol y RCN a la CNTV. Finalmente el único que se atrevió a publicar esta denuncia fue Pedro Juan Moreno en La Otra Verdad y al día siguiente Coronell salió con el cuento de que se iba del país porque lo habían amenazado.
Y lo peor para NTC fue que después de que se ventilara esto a los cuatro vientos se produjo la renuncia de algunos árbitros y al final el tribunal maltrecho decidió que se le reconocieran cerca de 1.500 millones de pesos a Coronell. Pero la Junta de la CNTV acogió una propuesta mía para que le pagáramos con lo que la empresa de Coronell, NTC, ya sin Villegas, le había pagado a la Comisión sus compensaciones, con “valiosos archivos televisivos”. En una decisión sin precedentes se le devolvieron casetes de programas como “Félix de Noche” y “Siguiendo el Rastro” por el valor que ordenó el tribunal. Suficientes razones para que yo no sea santo de la devoción de Coronel pero ahora el pobre Petro es el que está pagando los platos rotos. Ah, y me perdona que no le ponga la otra L al apellido pero es que creo que esa también es una de sus mentiras.
Columna No 2 que desapreció de la red en Kienyke
Uribe vs. Coronell, el coletazo de la guerra entre los carteles de Medellín y Cali.
Fernando Alvarez
Esta semana estuvo agitada en las redes porque el periodista de El Nuevo Siglo, William Calderón, más cocnocido como El Barquero, terminó echado del periódico por cuenta de unos trinos en contra del columnista Daniel Coronell, en los que hacía referencia a algo que yo denuncié sobre los oscuros orígenes de NTC y los socios mafiosos del periodista. (vea http://fernandoalvarez.co/mentiras-y-verdades-de-daniel-coronell/). Se conoció además una carta de Calderón en la que afirmaba que no era el autor de los famosos twitts y que su cuenta había sido clonada. Lo cierto es que el episodio sirvió para que Coronell se fuera lanza en ristre contra el Barquero y lo acusó en su cuenta de twitter de ser como una especie de prepago en el periodismo, al afirmar que tenía pruebas de que cobraba por sus columnas, lo que al final le habría costado el puesto al Barquero.
El episodio se agrandó cuando el periodista Sixto Pinto, escribió en Las Dos Orillas sobre este nuevo incidente que cobra la pelea entre el expesidente Alvaro Uribe y el columnista Daniel Coronell, pero extrañamente 24 horas después fue eliminado del Portal por una orden inusual en el medio de María Elvira Bonilla. Sixto Pinto es recordado por haber sido la mano derecha de Pedro Juan Moreno en su revista La Otra Verdad. cuando fue el único medio que se atrevió a denunciar el tumbe que pretendió hacer Daniel Coronell a la Comisión Nacional de Televisión, que gracias a mí investigación y mí postura rotunda en la Junta de la CNTV se logró evitar que Coronell se embolsillara veintemil millones que pagamos los contribuyentes colombianos. Este incidente es un round entre Uribe y Coronell que evidencia que la cabeza del Barquero no tendría mayor relevancia si no fuera por Uribista, lo cual en esta coyuntura resulta problemático para la mermelada santista, que tiene sus tentáculos incluso en el periodismo godo. Y cómo si fuera poco se pretende llevar por delante hasta al ilustrado periodista Gustavo Alvarez Gardeazabal a quien Daniel Coronell tildó de lumpenperiodista.
Al hacer memoria sobre los orígenes de la pelea entre el expresidente y el columnista resulta inevitable encontrar los orígenes políticos y periodísiticos, respectivamente, y por supuesto no fue difícil traer al presente algunos recuerdos. Alvaro Uribe como político ha sido acusado de tener nexos con el Cartel de Medellín y a Daniel Coronell como periodista se le acusa por sus nexos con el Cartel de Cali, a través del “Bandi”. El padre de Uribe era amigo de Don Fabio Ochoa en sus épocas de caballistas y hasta un helicóptero que vendió terminó mal parqueado en Tranquilandia, pero Uribe fue un político aguerrido independiente del cacique antioqueño Bernardo Guerra Serna, exponente de la vieja clase política corrupta, y se ganó cierto respeto como liberal de izquierda incluso, ya que exhibía programas sociales corporativistas que lo mostraban como una promesa democrática para el país. Alvarito, lo llamaban sus seguidores y admiradores, entre los que sería inexacto no contar que me incluía. Obviamente por sus tesis socialdemócratas, que en ese entonces resultaban seductoras para quienes nos comenzábamos a desilucionar de la izquierda mamerta.
Luego, Uribe fue Director de la Aeronátuica Civil en epocás del presidente Julio Cesar Turbay, quien tenía como premisa gubernamental que la corrupción había que mantenerla en sus justas proporciones. Y tal vez por esa proporcionalidad, a Uribe le tocó aceptar como segundo a bordo en la Aeronáutica, nada menos que a Cesar Villegas, “El Bandi” socio de Daniel coronell, quien venía expresamente a conseguir licencias y permisos de vuelo para las naves de los rivales de los Ochoa, Don Gilberto y Don Miguel Rodríguez Orejuela, jefes del Cartel de Cali. Cuentan que la amistad de Uribe y Villegas era casi obligada porque por debajo se tejía una profunda enemistad originada en los reclamos que recibiá Villegas porque era “liso” para tramitar licencias aunque siempre le iba mejor a los de Cali. “El Bandi” manipulaba la información y echaba al agua a Uribe cuando no le salían las cosas.
Años despues se prendió la guerra frontal entre Don Gilberto y Don Pablo y quienes quedaron en medio de estas cruentas batallas se vieron obligados a pagar escondederos a peso por que todo aquel que hubiera estado con Medellín era objetivo militar para Cali y todo lo que se moviera en Medellín que vinera de Cali moría, era torturado o desaperecía. Edificio Mónaco y Droguerias La Rebaja fueron los símbolos de los bombardeos y varios los abogados e intermediarios que terminaron asesinados. Los amigos o cercanos, quedaron automáticamente en la mira del otro bando y casi siempre por lo menos como enemigos de por vida. Por eso los de Cali nunca confiaron en Uribe y los de Medellín nunca confiaron en Villegas. Y por eso Villegas termina asesinado en una Vendetta con un lugarteneiente de Pablo Escobar, que luego fuera de los jefes de la Oficina de Envigado. Por eso cuando “El Bandi” le pidió la plata para NTC, la primera condición de Gilberto Rodríguez era que Daniel Coronell no fuera uribista.
Alguna vez escribí en Semana que la diferencia entre los carteles de Medellín y de Cali era que mientras el de Medellín mataba el de Cali sobornaba. Y no era un descubrimiento mío ni mucho menos. Lo sentía hasta “El Bandi” que sabía que los Rodriguez tenían otros recursos cuando alguien los “faltoniaba”. De hecho el apodo de “El Bandi” fue de Miguel Rodríguez porque sabía que Villegas era “torcido”, pero lo utilizaba para sus sobornos a políticos y magistrados y para la siguiente etapa de los de Cali en esta guerra, la de los medios de comunicación. “El Bandi” y el Loco Giraldo fueron claves cuando los Rodríguez decidieron meterle plata a los noticieros que emergían de la nada luego de la muerte de Pablo Escobar. Los de Cali habían iniciado antes con el Grupo Radial Colombiano, donde trabajaron periodistas amigos de Coronell, pero luego optaron por incursionar en la televisión a donde “El Bandi¨ y Giraldo lograron además acercarles a famosos periodistas que luego montaron también su noticiero.
Pastor Perafán nació criminalmente en las entrañas del Cartel de Cali, pero se distanció por su exagerado afán de exposición mediática y su especial debilidad por reinas de belleza y famosas. Creó su propia empresa de Televisión, Imagen y Sonido, la base para montar NTC. Perafán no aparecía pero todo el mundo sabía que el periodista Marco Antonio Cañón era su testaferro y por eso firmó como socio de Coronell y de Villegas. Pablo Escobar nunca quiso a Uribe porque lo veía como un serio rival para sus sueños presidenciales, pero los Ochoa lo llegaron a querer porque confiaban en que era quien los iba a legalizar. Hoy los narcos lo odian porque los extraditó y ahora inventan toda clase de historias, que Daniel Coronell recoge ávidamente, para mostrarlo como un narcopolítico. “El Bandi”, cuando se asoció con Coronell estaba enfrentado a Uribe porque éste lo desautorizaba permanentemente ya que Villegas no tenía problema en hablar en su nombre, incluso de “torcidos”. Villegas había logrado que los Rodriguez odiaran a Uribe y se las ingenió para heredarle este sentimiento a su socio en NTC.
Sí la guerra es la prolongación de la política, según Clausewtiz, parece que el retorno viene después de la guerra y se prolonga a la guerra política, sólo que esta vez se ha transladado a los medios de comunicación.