Por: Andrés Villota
A los Welser, familia alemana de banqueros comerciales, el rey Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico les entregó, como dación en pago, un pedazo de su reino.
La provincia de Venezuela, cuyos límites estaban definidos por el Cabo de la Vela por el Occidente y el Cabo de Maracapana por el Oriente, al igual que varias islas cercanas a la costa, fueron entregadas a los Welser. Venezuela era una hacienda inmensa de propiedad privada para su explotación comercial.
Cinco siglos después, parece que el rey Felipe VI de España, le entregó la provincia de Colombia a los Petro Alcolcer, familia de costeños sabaneros, para que sean sus dueños y la exploten con fines corporativos.
Al tomar posesión de Colombia, Gustavo Petro, se dedicó a remozar el activo que recibió, haciendo cambios en la página web corporativa que ahora se llama www.petro.presidencia.gov.co, cambiando los nombres de las diferentes gerencias de la sociedad anónima, quitándoles cualquier tipo de institucionalidad y dándole un aire mucho más comercial, de marca, por ejemplo, el Ministerio de la Defensa Nacional de la República de Colombia, ahora se llama, simplemente “Defensa”, el “Presidencia de la República de Colombia” se cambió por un simple “Gobierno de Colombia”.
Colombia dejó de ser el nombre de una república libre y soberana para convertirse en una marca corporativa. Dejó de tener escudo y ahora tiene un logo que adopta los colores de la promoción del mes. Gustavo Petro podría colgar en el dintel de la puerta principal de su casa, el letrero hecho por Antonio Caro que dice “Colombia” escrito con las mismas letras de Coca-Cola.
La fachada de la Casa de Nariño, los headquaters de la corporación, se engalana con pendones y banderas acorde a los programas de fidelización que quieran promover entre sus clientes internos y externos, adoptando los colores diversos de su clientela. Solo falta que, en la entrada de la sede principal, un payaso con megáfono, reparta volantes que anuncien la oferta del momento.
Los ingresos provienen del cobro desmedido de impuestos, sobretasas, aranceles, licencias, multas y un largo etcétera de fuentes. Los usos, se limitan a la repartija de esos ingresos entre los dueños de la corporación y las bonificaciones por resultados que le entregan a sus más importantes ejecutivos.
Odian a la informalidad porque se les queda por fuera, una porción importante de los que pueden arrebatarle el fruto de su trabajo, de los que pueden esclavizar pero que no se dejan subyugar.
Eso explica que la Reforma Tributaria fuera la primera reforma corporativa presentada y que la aprobación se hiciera en tiempo récord porque son los mismos beneficiarios de esas abultadas dietas, los que las definen e imponen. La verdadera plusvalía que, contrario a lo que decía Marx, no se la queda el empleador sino el Estado, mejor dicho, la gran corporación.
Las naciones y sus riquezas no pertenecen al pueblo sino que pertenecen a entes privados que disponen de esos recursos a su antojo. La redistribución de la riqueza, entonces, no existe. Si existiera, después de casi un siglo de redistribución de la riqueza, se supone, ya no debería existir la pobreza. Todo esto se trata de una simple distribución de dividendos entre los pocos socios de la sociedad anónima.
Los altos ejecutivos de la empresa, no le rinden cuentas a nadie, por eso, se apropian de los recursos del presupuesto, sin pudor. La plata es de ellos porque se la entregaron los colombianos sin oponer resistencia.
Presionados por el cumplimiento de las metas comerciales, exprimen al pueblo con aberraciones como cobrar un impuesto anual por el uso de las vías, pero le prohíben usar esas vías durante seis meses. Nadie puede decir nada o puede ser considerado promotor del discurso de odio o un extremista de derecha que viola los derechos humanos y es un dictador.
La estrategia comercial es vender productos intangibles, que no implique hacer una obra pública o gastar en algo útil para el pueblo. Algo parecido a los restaurantes que no venden comida sino experiencias y sensaciones para que el margen de utilidad tienda al 100%.
A los futuros ejecutivos los forman en esos programas académicos “que no sirven pa’ un culo” como decía un jefe que tuve, carreras cocteleras que solo son útiles para ir a un cóctel a hablar frivolidades, programas oceánicos que ofrecen un mar de conocimientos con un centímetro de profundidad. Miren las hojas de vida de los ministros, de los congresistas, de los burócratas o de los profesores de las universidades públicas y entenderán a lo que me refiero.
Los inteligentes, los capaces, los experimentados, no le sirven a la empresa porque piensan, razonan, cuestionan, trabajan y eso los hace incompetentes para permanecer en la gran corporación. Necesitan de entes inútiles, firmones, drogadictos o alcohólicos, fáciles de mangonear que no tengan prestigio o buen nombre que cuidar, la mayoría, por eso, son aparecidos, trepadores, pobres diablos, tuiteros, don nadie, ene enes salidos de cualquier parte.
Al CEO de una empresa lo elige la Junta Directiva. Es claro, evidente, que a Gustavo Petro no lo escogieron los colombianos sino los dueños de Colombia S.A. que son, una ínfima minoría. En las elecciones, nadie escoge a nadie, como falsamente se lo han hecho creer a una sociedad ignorante que cree, que por culpa del clima, se va a ahogar si se derriten los polos, los nevados y los glaciares porque el nivel del mar va a aumenta, solamente, el 1,8%.
Es tan consciente de eso, Gustavo Petro, que a pesar de la nula favorabilidad y el nulo apoyo popular dijo, después de una más de las multitudinarias marchas de repudio a su gestión, que si las elecciones fueran al otro día, lo volverían a escoger como presidente.
El mensaje es claro y contundente, es el presidente de Colombia S.A. y los stakeholders de la empresa están maravillados con la gestión de Petro porque logró lanzar los productos vaca lechera, “Clima” e “Igualdad”, después del éxito del producto que se llamó “Paz”, que trajo ingresos netos superiores a los $10.000 millones de dólares americanos para los socios de la corporación.
Productos que no admiten cuestionamientos para poder realizar el expolio a gran escala y que permite disponer de los recursos de manera ilimitada. Nadie puede preguntar, nadie puede cuestionar, desaparece el control de los ciudadanos. Los entes de control y vigilancia, no hacen nada porque todos son empleados de la misma corporación y nadie va a ser tan bruto como para “patear a la lonchera”.
La autonomía Universitaria de la educación pública es un buen ejemplo de no tener que rendirle cuentas a nadie. Las universidades públicas son autónomas porque pueden hacer con su presupuesto lo que quieran y gastarlo a discreción, por eso, es común que los altos ejecutivos académicos vivan en lujosas mansiones, sin que nadie pueda indagar sobre el origen de sus inmensas fortunas.
El Banco de la República es otro ejemplo de autonomía e independencia, que no le rinde explicaciones a nadie. Al parecer, es un banco privado que no pertenece al pueblo colombiano. Si fuera del pueblo colombiano, los billetes no los firmaría el presidente del banco, ni hubiera desaparecido la mitad del oro de las reservas internacionales, sin haber tenido que dar explicaciones a los colombianos por haber tomado semejante decisión.
Es posible, que a partir de lo ocurrido a unos altos ejecutivos de la empresa, mientras comían pizza en una famosa pizzería en Ucrania, se introduzca el producto “Aguanta Ucrania”, previa estrategia de activación de producto en el Hay Festival en enero del 2023, realizada por el impulsador, Sergio Jaramillo, nombrado vendedor Best of The Bestcuando vendió el producto “Paz”.
A los outsiders, a los que no pertenecen a esa gran transnacional (para usar un prefijo de moda), los desaparecen. Al presidente Donald Trump lo quieren meter a la cárcel para que Joe Biden se quede para siempre, porque es el CEO ideal de la principal unidad de negocio y, según dicen, se trata de una de las más antiguas corporaciones, fundada desde 1871.
A Jair Bolsonaro lo inhabilitaron para que Lula Da Silva se quede para siempre en la principal filial de Suramérica. A María Corina Machado, también, la inhabilitaron para que Nicolás Maduro se quede de manera vitalicia, administrando la filial venezolana. Probablemente, desafortunadamente, igual suerte correrá Javier Milei en Argentina, Enrique Gómez en Colombia, Santiago Abascal en España y Eduardo Verástegui en México.
Odian a Abascal, a Bolsonaro, a Gómez, a Machado, a Milei, a Trump y a Verástegui porque ellos quieren devolverle sus naciones con sus riquezas a sus verdaderos dueños, a la gente, al pueblo, a los verdaderos dueños del mundo, antes que esa minoría se apoderara de todo.