Atentado en Cúcuta prende las alarmas en el Ejército

Por: Alejandro Ramírez

La consolidación de la capacidad aérea del Ejército Nacional, con una Division de Aviación y Asalto Aéreo robusta, fue fundamental para darle una mayor capacidad de despliegue a finales de los años 90’s. Sus beneficios en la lucha contra el narcotráfico y las organizaciones al margen de la ley, quedaron a la vista de todos los colombianos en la primera década del 2000. Pero fueron las capacidades de inteligencia y contrainteligencia en nuestras FFAA las determinantes para doblegar la voluntad de los alzados en armas, así como generar confianza en el colectivo social a través de ingeniosos programas, como la red de informantes, sellando el mayor triunfo al sumar a la ciudadanía en la guarda del orden público. Sus resultados quedaron para la historia en célebres operativos que nos llenan de orgullo, en la cumbre de ellos la Operación Jaque.

Desde entonces, ha pasado algo más de una década con anuncios de reformas y cambios de insignias en sus uniformes, mientras aumentó el potencial de producción de clorhidrato de cocaína desde 290 toneladas métricas en el año 2013 a 1228 en el último informe de la ONU, para el año 2020. Un proceso de degradación que inició cuando Juan Manuel Santos redujo los programas de erradicación y eliminó la fumigación de cultivos ilícitos. Y como consecuencia de los diálogos de la Habana, replegó a nuestras FFAA a los cuarteles, no obstante algunos mandos corruptos en la Aviación del Ejército contrataron horas de vuelo sin sustento en operaciones, esfumaron millones de galones de combustible de las aeronaves y sobrefacturaron obras de infraestructura, entre otras graves anomalías que quedaron al descubierto por investigaciones de la contrainteligencia del Ejército que luego publicaron en medios de comunicación. En consecuencia, algunos de los responsables fueron desvinculados de la aviación del Ejército; pero también salieron de valiosos oficiales de la contrainteligencia quienes adelantaron estas y otras investigaciones de gran calado, afectando a futuro una capacidad tan determinante.

Bajo el gobierno de Juan Manuel Santos, no sólo desviaron a la contrainteligencia hacia una herramienta de persecución a oficiales incompatibles con lo deshonesto del proceder en algunos de sus mandos, de igual manera afectó a la inteligencia: la que fue una capacidad estratégica para doblegar al narcotráfico, fue sorprendida encubriendo graves irregularidades en pagos de recompensas inexistentes. La impronta de Santos fue aún más intensa en la inteligencia, y habiéndola delegado en persona de su confianza, como el almirante Echandía, la desvió para ocuparla en sus persecuciones políticas.

De aquél retroceso el Ejército no se ha podido recuperar, y pasa factura con graves golpes como el sufrido la última semana en una de las brigadas estratégicas del norte del país: la Brigada 30 del Ejército Nacional en Cúcuta, sin pérdida de vidas humanas que tuviéramos que lamentar. Aún cuando no dejamos de denunciar lo cobarde y aleve de este ataque, los videos que nos han dejado ver en los medios de comunicación apuntan a pobres controles en la Unidad, y los prematuros hallazgos revelados por la Fiscalía, indican la infiltración a los miembros de la Brigada por grupos ilegales que operan en la zona, advirtiendo graves fallas en la contrainteligencia del Ejército.

Para la inteligencia y la contrainteligencia del Ejército no es un hecho desconocido que el Departamento de Norte de Santander es uno de los escenarios donde el narcotráfico libra una lucha sin cuartel contra la fuerza pública, socavando los intentos de la sociedad por jalonar una incipiente pero promisoria economía agroindustrial y minera. El control estatal del territorio en éste y los demás departamentos fronterizos, está en constante disputa con organizaciones dedicadas al narcotráfico, bajo el auspicio del régimen de Venezuela y el cartel de los soles. La imposibilidad de controlar el orden público siembra el desconcierto en la ciudadanía y la infiltración de los grupos ilegales en las instituciones, como lo reveló el fiscal en reciente rueda de prensa, nubla el futuro de sus comunidades.

La inteligencia de nuestra fuerza pública no omite que la acción del ELN y las farc tiene como objetivo las bases militares y estaciones de policía, así como los terribles “planes pistola”, que nunca denuncian las organizaciones de derechos humanos; Tampoco ignora la contrainteligencia las graves amenazas de infiltración en unidades estratégicas, pero se necesita reorientar y oxigenar estas capacidades, con el estricto cumplimiento de los manuales que para estas capacidades tiene el Ejército, reuniendo los aprendizajes de tantos años de guerra contra organizaciones narcotraficantes. La motivación y confianza en los mandos, es una condición necesaria para recuperar el ánimo en nuestras FFAA, lejos de los anuncios que poco o nada aportan para el restablecimiento del orden público. “A los hechos”: una estela de victorias en nuestro Ejército, que quedaron en nuestra memoria, nos demuestran que es imposible derrotar al narcoterrorismo sin un aparato vigoroso de inteligencia y contrainteligencia como el que una vez desarrollamos para asfixiarlo.

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