Por: Fernando Álvarez
Alguna cosa buena debe tener Federico Gutiérrez para que haya remontado lo que no ha logrado Sergio Fajardo, que fue quien se lo propuso expresamente con la figura ciclística de la remontada luego de lo que ocurrió el pasado 13 de marzo en las elecciones parlamentarias y de consulta. Hay algo mas allá de su espontánea informalidad y de sus populacheras salidas que ha puesto a pensar al electorado colombiano, que no es bobo, como lo diría el propio Fico en uno de sus arranques de autenticidad, que este paisa despelucado y vestido con desparpajo dominguero, preocupado más por ser cálido que por parecer ilustrado, por ser más cercano que imponente y por ser más ponderado que brillante, es quien ofrece mayor tranquilidad y menores riesgos a la hora de decidirse a escoger el próximo presidente del país.
Fico da confianza porque no pretende mostrarse mejor sino igual. Impresiona porque no quiere ser impresionante y cautiva porque no se le ven esfuerzos por descrestar ni con conocimientos, ni con supuestas experticias, ni mucho menos con propuestas alucinantes. Ha logrado sobreponerse a la profecía autocumplida de ser el que dijo Uribe. No es el candidato del expresidente Alvaro Uribe como la vaticinaba desde sus propias paranoias Daniel Coronell, pero Fico tiene claro que no se guía por el más mínimo interés de mostrarse como el adalid de la lucha contra el uribismo porque decidió no caer en el terreno fangoso en el que hoy para ser políticamente correcto es necesario ser antituiribista. Tampoco cayó en la agenda populista que marcó el candidato de la extrema izquierda, Gustavo Petro, según la cual había que hacer oposición al gobierno desde el día cero, lo que lo hubiera llevado a ser por lo menos antiduquista, como si lo hicieron varios aspirantes.
Fico ha hecho una campaña de buen vecino y si se quiere superó al maestro porque fue a Sergio Fajardo a quien le aprendió a salir a recorrer las calles, hablar con la gente, sentir a la comunidad y dejarse sentir por ella y a conocer sus necesidades en el contacto cotidiano sobre sus precepciones y sus angustias. Federico Gutiérrez ha resultado carismático precisamente por que se distancia de las poses populistas de Gustavo Petro, las posturas equilibristas de Sergio Fajardo y las imposturas intelectuales de Alejandro Gaviria. A Fico le ha favorecido que en su emprendimiento hacia la Casa de Nariño, sin esforzarse para hacer nada en su contra, destellaban entre sus contendores evidentes pecados capitales como la arrogancia de Enrique Peñalosa, el paracaidismo de Ingrid Betancourt, el mansanillismo de David Barguil, la pusilanimidad de Oscar Iván Zuluaga y las malas prácticas electorales de la casa de Alex Char, con lo cual sin necesidad de recurrir al típico nadadito de perro Fico ha terminado por latir echado.
El candidato resultante de la consulta del centro derecha se ha ganado hoy el primer lugar para asumir un encargo que a pesar de los pesares los colombianos quieren evitar, la ruta venezolana. Aunque suene a cantaleta uribista, a paranoia Maria Fernandiana o a especulación derechista, los colombianos en el fondo le tienen pánico a una perspectiva en la que por ir a más se vaya a menos como ocurrió en el país vecino. La gente si está mamada de los mismos con las mismas y quisiera incluso aplicarle el voto castigo a la clase política tradicional pero no hasta el suicidio colectivo de entregarle la posta a una aventura populista o al salto al vacío de caer en los juegos de la geopolítica del Socialismo del Siglo XXI, porque los colombianos emprendedores y principalmente aquellos que se han esforzado por construir como mínimo su propiedad privada para dejarle una casita y estudios a sus hijos no están dispuestos a rifar su patrimonio por cuenta de no saber canalizar adecuadamente su malestar con los corruptos y su decepción con los politiqueros.
Esos colombianos, desde luego siempre han preferido una opción de centro porque han aprendido que de la polarización no queda sino el caldo de cultivo de la corrupción. Pero aspirarían a una salida de centro izquierda a raíz de la impopularidad del centro derecha en cabeza del presidente Iván Duque, para protestar por algunos despropósitos que avergonzarán por siempre a este gobierno como la pérdida de los 70 mil millones de la cartera de las TIC. Si embargo hoy una salida de centro izquierda como la de Fajardo no logra cautivar como lo hizo hace 4 años. Aunque es de los candidatos que mejor notas tiene en conducta no logró sobreaguar al descrédito que le propinaron las ías con el caso de Hidroituango. Pero quizás el error de Fajardo fue que por intentar un juego decente descuido las defensas respecto del fuego amigo, ya que quien más erosionó su imagen fue la izquierda y la extrema izquierda. Fajardo por jugar limpio olvidó que lo importante no es solo ser sino también parecer, máxime en un mundo totalmente mediatizado en el que lo cualificable es desbordado por lo cuantificable.
En ese escenario se ha crecido el enano Fico. Más por parecer buena persona y reflejar capacidad de unir a los adversarios que por un discurso purista o por exhibir pretendidos estándares morales, que a juzgar por las alianzas de Petro, ya poco le dicen a los electores. A diferencia de Fajardo, Fico nunca dijo que no hablaría o llegaría a acuerdos con tal o cuál dirigente, no le ha cerrado las puertas a nadie y lo único que ha dejado claro es que no le va a hacer concesiones ni al populismo ni a la izquierda internacional. Otro acierto de Federico Gutiérrez fue su escogencia para su fórmula vicepresidencial. Haberse quedado con uno de los mejores cuadros del Fajardismo, como es Rodrigo Lara Sánchez, el hijo no aceptado por el mártir del narcotráfico Rodrigo Lara Bonilla, en el que se nota a simple vista la sencillez y la solidaridad humana y dónde se ve lo poco pretencioso de su selección porque se evidencia que se sale del esquema de nombrar alguien con algún tinte populista, o con algún cálculo electorero, como hizo Petro con Francia Márquez o Fajardo con Gilberto Murillo, en donde se nota el esfuerzo por colocar un símbolo de la exclusión racial, o de reconocer una minoría, le permitió anotarse un gol a Gutiérrez de querer ser más que parecer.
Algo bueno ha de tener Fico para que me haya inspirado a escribir después de casi dos meses en que no lo hago, a modo de huelga por la tristeza que me producía un debate en el que el populismo tomaba fuerza al tiempo que la irresponsabilidad de los medios de comunicación y parecían querer enrutar a Colombia al despeñadero venezolano en medio de una frustración ciudadana que parecía haber entrado a una especie de inercia suicida en la que la expresión más recurrente era “que roben pero que no sean los mismos“ o en un ambiente de cinismo histórico que se manifestaba en la frase “que venezonalice esta vaina a ver si se voltea el cotarro algún día“.