Por: Andrés Villota
Se volvió una constante para los inversionistas extranjeros que evalúan la posibilidad de entrar al Mercado de Capitales colombiano dedicar varias horas de su tiempo para poder entender la estructura del mercado, las actividades de los diferentes actores del mismo y la hiper regulación existente. No entienden porqué los Bancos Comerciales son los dueños de los Bancos de Inversión (Comisionistas de Bolsa) si desde la Crisis de 1929 se dividió las funciones y la actividad de los banqueros comerciales de la de los banqueros de inversión. Tampoco entienden porqué las Sociedades Fiduciarias administran Fondos de Inversión Colectiva (FICS). O porqué los bancos comerciales son los Market Makers (Creadores de Mercado) de las emisiones de deuda pública local.
Tampoco entienden cómo pasamos de tener tres bolsas en Bogotá, Medellín y Cali a tener una sola. O porqué eran 50 firmas Comisionistas de Bolsa hace 20 años y hoy solamente quedan 17. O porqué se pasó de tener 125 emisores de valores hace 20 años a solo 66 en la actualidad. O porqué todas las semanas la Unidad de Regulación Financiera del Ministerio de Hacienda, la Superintendencia Financiera de Colombia, la BVC y el Autorregulador del Mercado de Valores, presentan proyectos de normas para seguir aumentando la regulación y la intervención del Estado en los mercados.
Las amenazas para los grandes tomadores de decisiones de inversión en el mundo no están asociadas a vacíos en la regulación sino a las condiciones políticas y sociales del entorno en el que funcionan los mercados. En el año 2007 el crecimiento de la economía colombiana a niveles del 7,52% (el más alto en los últimos 42 años) fue la consecuencia directa de la confianza inversionista creada por la estabilidad y seguridad física y jurídica en el entorno productivo que trajo la política de Seguridad Democrática que, no tuvo nada que ver con la expedición de un sinnúmero de leyes para “optimizar” el funcionamiento y la eficiencia de los mercados.
Los múltiples compromisos contraídos por el Estado colombiano en la Constitución de 1991 que fue redactada con base a las constituciones de países inmensamente ricos, obligaron a la creación de un Mercado de Deuda Pública local que desplazó a las firmas comisionistas de bolsa de su tradicional actividad de intermediación y las obligó a fortalecerse patrimonialmente, y llevó a las entidades financieras a asumir funciones diferentes a la captación y colocación del ahorro del público que trajo como consecuencia el incumplimiento de la función propia del Mercado de Capitales que es convertir el ahorro en inversión.
Ese desbarajuste del mercado empezó desde que se gravaron los movimientos financieros (4X1000) porque generó distorsiones al libre movimiento de los capitales, sumado a normas como el Decreto 2555 del 2010 que modificó la ponderación de los activos por nivel de riesgo que es determinante en el cálculo del nivel de solvencia de un banco. Los recursos que sean prestados a Colombia o a los países miembros de la OCDE no afectan el nivel de solvencia del banco porque todos esos préstamos ponderan al cero (0%), mientras que el crédito otorgado a una empresa pondera al 100%.
Por ejemplo, si el nivel de solvencia de un banco es el 15% se mantiene inalterado si le presta al Estado COP$ 10.000 millones, mientras que si le presta COP$ 500 millones a una empresa, su nivel de solvencia baja. Lo que lleva al banquero a, mejor, prestarle plata al Estado y no a la empresa para no tener que asumir riesgos innecesarios porque se entiende que los TES son las inversiones más seguras del mercado colombiano lo que rompe el circulo virtuoso del ahorro que deja de llegar a las empresas productivas y pasa, solamente, a financiar los gastos de funcionamiento e inversión social del Estado.
Afectó también de manera negativa el funcionamiento del Mercado Público de Valores porque llevó a que el volumen diario de transacciones en la BVC se concentrara en la negociación de TES dejando a un lado la compra-venta de acciones que causó el desenliste masivo de la BVC porque era muy costoso para los emisores mantenerlas inscritas sin que sus accionistas pudieran obtener liquidez o valorización de sus inversiones. Sumado al éxodo masivo de inversionistas que, a hoy, solo es el 1% del total de la población colombiana.
Se acaba de anunciar una nueva reforma al Mercado de Capitales que va a tener como eje principal la regulación. Se insiste en la misma formula después de 10 años de híper regulación e intervención a un mercado que en cualquier parte del mundo es considerado el mercado perfecto, precisamente, por la absoluta libertad para adjudicar los recursos de manera eficiente, sin obstáculos de ingreso, sin costos de operación elevados, en condiciones perfectas de información que permite el libre juego de la oferta y de la demanda para crear y formar los precios sin distorsiones.
Para evitar los conflictos de interés, los encargados de regular el Mercado de Capitales colombiano no tienen experiencia previa alguna en el mercado, en su funcionamiento o en sus productos lo que aumenta las consecuencias negativas de la excesiva intervención. Me cuentan que durante la crisis de Interbolsa hubo recomendaciones para que se prohibieran los repos sobre acciones para evitar crisis futuras por lo que se llegó a contemplar la abolición de un instrumento del Derecho Romano que ha sobrevivido durante dos mil años para tratar de enmendar un vacío en la gobernanza de una firma comisionista.
Antes de seguir con la producción industrial de normas, el mercado debe volver a lo básico. Los Bancos, las Fiduciarias y las firmas Comisionistas de Bolsa deben volver a sus funciones originales, y el Estado debe limitar su actividad a la supervisión de los mercados para generar confianza entre los inversionistas sin que eso se traduzca en intervencionismo e híper regulación. La desregulación y la libertad de los mercados desmonta la peligrosa dependencia que tiene el Estado de la emisión de títulos de deuda para poder financiarse y fomenta, mejor, la financiación de las empresas privadas que tributen y aumenten los ingresos de la Nación. El Mercado de Capitales contradice a Santander porque las leyes no dan, necesariamente, la libertad.