Por: Andrés Villota
Prohibir la obra del poeta Rafael Pombo podría ser la orden dada desde la tribuna histérica y violenta del comunismo criollo al gobierno colombiano. Las razones sobrarían. La Pobre Viejecita era oligarca y no cumplía con las normas de equidad de género al momento de conformar su equipo de colaboradores: Andrés, Juan y Gil, ocho criados y dos pajes de librea y corbatín. Mirringa Mirronga, la gata candonga, no es vegana y no apoyaría el Día Sin Carne. Simón el Bobito usó betún para bañarse, derivado del petróleo cuya explotación causa el cambio climático, según la adolescente mayor Greta Thunberg.
El gobierno de Iván Duque, por supuesto, estaría dispuesto a obedecer con prontitud porque esa se volvió la constante en Colombia durante los últimos 12 años. Utilizar el nombre del presidente Álvaro Uribe para llegar al poder y una vez en la Casa de Nariño, gobernar con la agenda impuesta por los comunistas y diseñar políticas públicas basadas en los intereses de las minorías supremacistas que no votaron por las propuestas del partido de gobierno, en una extraña lógica en la que el mandatario de turno trata de probarle a los que no votaron por él, lo equivocados que estaban.
De la obra de Rafael Pombo sólo dejarían la poesía del Gato Bandido porque Michín con el arsenal que le robó al papá y por sus intenciones de irse al monte a robar y matar gente, estaría alineado con la doctrina del ELN, las FARC y de Gustavo Petro y su Primera Línea de neandertales que se basa en justificar todo su salvajismo y barbarie porque son “rebeldes revolucionarios” que se levantaron en armas contra un Estado opresor.
Por eso Gustavo Petro se montó en cólera cuando la periodista Vicky Dávila le dijo hampón y aclaró que él era un revolucionario, un subversivo. Por eso persiguen a Darío Acevedo, director del Centro de Memoria Histórica, porque él afirma que en Colombia jamás existió un conflicto armado interno, sino que los colombianos hemos padecido una amenaza terrorista perpetrada por una caterva de forajidos narcotraficantes, y eso destruye la narrativa romántica que acuñaron las guerrillas comunistas hispanoamericanas para poder ser asesinos sin que la historia así lo registre.
Esa condición de paladines de la justicia social los hace intocables y poseedores de una neo Patente de Corso que les ha permitido delinquir sin castigo porque, tras la firma del Acuerdo de Paz con las FARC, se institucionalizó y legitimó el accionar criminal como ha quedado demostrado cada vez que algún funcionario público intenta poner coto a cualquier atrocidad, rápidamente es sometido a mociones de censura en el Congreso por estar “incumpliendo con lo acordado en La Habana”, o detenido su accionar por la frase que hizo célebre el ex procurador, Fernando Carrillo: “Les guste o no, eso está escrito en la Constitución”, gracias al espurio fast track, en el Congreso, que se burló del pueblo colombiano tras desconocer el resultado del plebiscito del año 2016.
No se puede extraditar a un miembro de las FARC, no puede existir Foros a los que asistan personas que piensen diferente a Gustavo Petro o corren el riesgo de morir lapidados, no se puede impedir que los terroristas fascistas de La Primera Línea decapiten gente, no se puede fumigar los cultivos ilícitos porque le da cáncer al cuidandero del cultivo, ni bombardear los campamentos a donde se esconden los terroristas.
Ha llegado a tal nivel de degradación la sociedad colombiana que el rapto de niños para ser vendidos a pedófilos y traficantes internacionales, no es el problema, la verdadera atrocidad es que el ejército persiga a los traficantes de niños porque así lo sentencia alguna ex reina de belleza con problemas de drogadicción.
La vicepresidente y canciller colombiana maneja la Agenda 2030, la misma que manejaba el marxista Pablo Iglesias en España y que ahora maneja el también marxista Enrique Santiago, redactor principal del Acuerdo de Paz con las FARC. Por cuenta de eso, se volvió una prioridad otorgar privilegios al supremacismo femenino, al supremacismo ecológico del cambio climático, al supremacismo animalista y al supremacismo de los pueblos aborígenes y de las minorías étnicas. Privilegios que se han convertido en excluyentes para todos aquellos que no pertenecen a esos grupos supremacistas, lo que está generando graves desequilibrios sociales por dejar desatendida a la mayoría de la población colombiana.
Iván Duque tiene el ADN de un burócrata porque jamás ha trabajado en el mundo de la economía real. Su cosmovisión la creó en el kínder de Juan Manuel Santos y en los pasillos de una oenegé grande, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Washington. Duque fue formado, desde sus primeros años, en el modelo que se basa en el dominio ejercido por una élite minúscula, ajeno a cualquier ideología política o militancia en algún partido político, por eso Duque saltó tan fácil del Ultrasantismo al Centro Democrático a pesar de ser movimientos ubicados en las antípodas ideológicas. Igual a como lo hizo su mentor y padrino político, Juan Manuel Santos que saltó del comunismo a la Derecha y luego se devolvió.
Iván Duque, a pesar de la profunda crisis económica causada por las cuarentenas obligatorias, no ha dudado en hacer crecer el tamaño del Estado colombiano, que sufre de elefantitis, con la creación de ministerios, consejerías y entidades inútiles como el recién creado “Comité Autónomo de la Regla Fiscal” (CARF) en el que nombró a varios de sus antiguos compañeros del kínder santista.
Iván Duque, orgulloso, muestra que la economía creció gracias a él. Lo dice con el mismo orgullo de un padre de familia que asegura haber arreglado el televisor, la nevera y el resto de los electrodomésticos de la casa después de conectar, nuevamente, la energía que él mismo había quitado. Iván Duque, decretando las cuarentenas, quitó la libertad de empresa y restringió de manera grave las libertades y derechos civiles que, al restaurarlos, hace que la economía funcione de nuevo, de manera eficiente y crezca.
Es la misma falacia de Juan Manuel Santos cuando sacaba pecho por haber bajado la pobreza solo por cambiar la metodología para medirla. Bajó la pobreza pero en una hoja de Excel. O cuando disminuyó el número de colombianos con un censo hechizo para subir el PIB per cápita. O cuando presentó la híper devaluación del peso colombiano frente al dólar americano, que hizo el 50% más pobres a los colombianos, como una bendición que iba a aumentar el turismo y que iba a hacer crecer las exportaciones.
La atracción de la inversión extranjera a Colombia está en manos de una ex reina del Carnaval de Barranquilla, nombrada por Duque, porque él no ha entendido que la toma de decisiones de inversión está determinada por la confianza inversionista, la estabilidad institucional y la seguridad física del entorno en el que se realiza la inversión, y no depende de hacer una alegoría del Carnaval de Barranquilla en Londres o Singapur, o de montar un vistoso stand en una feria en Dubái.
Iván Duque anunció, feliz, que prohibió la construcción del puerto de aguas profundas de Tribugá en el Chocó, esperando congraciarse con los supremacistas del clima. El empleo que generaba la construcción del puerto y todo el desarrollo económico que iba a reducir la pobreza en la región más pobre de Colombia, evidentemente, a Iván Duque no le interesa. El modelo masón clásico, exige que siempre exista pobreza y miseria para poder someter y dominar más fácil a la población.
El presidente Iván Duque tiene de defensores a varios teóricos de la conspiración y aseguran que, desde la visita de Mike Pompeo, Secretario de Estado del presidente Donald Trump, en septiembre del 2020, el presidente colombiano está on board y hace parte de los “Sombreros Blancos”, los buenos del plan global para desmontar las estructuras mafiosas que han dominado a la humanidad durante varios siglos.
Y que, por eso, su permisividad y pasividad frente al accionar criminal de la ultraizquierda que ha servido para que, confiados, salgan de sus cubiles y madrigueras. Ellos mismos son los que me han dicho que Egan Bernal se recuperó tan rápido porque utilizaron la tecnología de una MedBed, unos aparatos muy sofisticados que los están fabricando en las grandes ensambladoras de carros y que por eso no hay carros y casi no se consiguen microchips.
El gobierno del presidente Iván Duque se está convirtiendo en un simple gobierno de transición que va a dar paso al totalitarismo y al dominio total de Gustavo Petro sobre la sociedad colombiana. Desafortunadamente para los colombianos que aman la libertad, solo les queda unos pocos días para poder disfrutarla plenamente. Dios salve a Colombia.
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- El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, hoy está en la cuerda floja porque reprimió de manera violenta el estallido social en contra de sus políticas totalitarias. La brutal represión que ordenó Trudeau en contra del Movimiento de Camioneros canadiense, ha servido para que le digan que es el hijo de Fidel Castro.
- Se le complican los paseos habituales a Europa de los comunistas colombianos que promovieron e incitaron el ataque terrorista contra el Foro de Madrid. Ataque que puso en riesgo la vida de los Eurodiputados que se encontraban asistiendo al evento.
- Desde hoy se consigue Truth Social, la red social que va a reemplazar a todas las otras que van a desaparecer, en el corto plazo, por las múltiples demandas y líos judiciales en los que están metidas.