Por: Fernando Londoño
Teníamos razón!!! La persecución contra Álvaro Uribe es un capítulo de la conspiración de la izquierda comunista, acompañada de su legión de idiotas útiles, que no puede faltar, para hacerse al poder en Colombia. Así de fácil.
La Corte Suprema de Justicia viene corrupta desde hace rato. ¿Se nos olvida, acaso, a uno de sus presidentes, Yezid Ramírez, festejando en las corralejas de Sincelejo con Giorgio Sale? Claro, el mafioso italiano copropietario de La Enoteca con el Mono Mancuso, que daba albergue y atenciones gratuitas al mismo personaje, de lo que hay ridícula constancia escrita. El de los botines “de todo mi gusto”, el del paseo a Neiva con buena parte de los magistrados, por cuenta del Estado, desde luego, el que quería el restaurante de la Corte, para oír mejor, para atender mejor, para corromper mejor. Ese Sale entraba y salía de la Corte sin parar y alguna vez se quiso saber de la frecuencia de sus visitas y se dañó el aparato que las registraba. Por supuesto, nadie investigó ese desperfecto técnico. ¡Habría contado tantas cosas!
De allá vienen los magistrados de hogaño. Y por eso Leonidas Bustos y Barceló, y Ricaurte y Malo y Tarquino no son accidentes para lamentar. El tenor moral de la Corte Suprema de Justicia es ese. Y por eso la grotesca detención de Álvaro Uribe, el proceso criminal seguido en su contra y el proyecto político que esa desventura encierra.
Lo dijimos ya, que tanta estupidez y tanta desvergüenza unidas no eran un accidente. Y que obedecían a un plan cuidadosamente elaborado para confundir la derecha colombiana y entregarle el país a los narcos, los contrabandistas, los asesinos y secuestradores que se reparten, por obra de Juan Manuel Santos, entre los campos que destruyen y el Congreso donde campean a sus anchas.
Eso que decíamos, ya tiene cumplida confirmación con el lanzamiento de Petro a la Presidencia por parte del tal Cepeda, oscuro personaje de este drama. Lo de Petro no daba espera. Había que madrugarle a Fajardo, el otro candidato para tomarse el país. Los dos personajes citados, curiosamente, cuentan con el apoyo de las alcaldías de Bogotá y Medellín. La carrera es para ver cuál llega primero al partidor electoral que se abre con Uribe silenciado y preso en El Ubérrimo, allá en la lejana Córdoba.
La trama está bien calculada. Porque no solo arruinan y amordazan a Uribe, ese es el cálculo, sino que aprovechan el poderoso aliado de estas aventuras marxistas, que es el empobrecimiento de la gente, la desesperación y el abandono de los colombianos azotados por el doble efecto de un gobierno incompetente y una pandemia implacable.
El que haya estudiado la historia del marxismo sabe que la pauperización es condición primera e indispensable para su triunfo. Ese fue otro de los errores proféticos de Marx, que creyó que su lucha de clases y la dictadura del proletariado empezarían en las naciones ricas, con una turba proletaria inconforme, envidiosa y vengativa. Pues no. El bienestar de la clase obrera sube sin parar en los países ricos y son los pueblos pobres, y lo han sido desde la Rusia soviética, los que se alimentan del odio y la torpe esperanza de cambiar su destino degollando burgueses.
Antes de la pandemia, ya estaban las turbas en las calles, alimentadas por la prédica de los curas revolucionarios, como el Reverendo De Roux. El coronavirus los detuvo, pero ahora los quieren alimentar con el viático de la miseria, que ha llegado en su socorro.
Las confirmadas noticia sobre el empobrecimiento colectivo le llegan de perlas a la conspiración de las Cortes, de las FARC, de los comunistas de oficio. La caída del PIB es una catástrofe imprudentemente imprevista por Duque y su gente. Es el mayor desastre económico desde la depresión de 1.930, cuando no había DANE que calculara la historia.
A ese 15.7% negativo se suma el 24% de desempleo en las ciudades, que es donde la revolución se incuba. Un endeudamiento feroz, la ruina de las pequeñas y medianas empresas, el cierre de miles de negocios, y la mesa queda servida. Petro es el candidato de esta revolución.
Ya se ve que la prisión de Álvaro Uribe no es un accidente judicial ni una simple equivocación procedimental. Es parte de un plan siniestro, en marcha, aparentemente incontenible, para una nueva Venezuela o una nueva Cuba.
Desde todos los confines de la tierra vienen protestas contra este absurdo. Pero pierden su tiempo las gentes de tantas latitudes y longitudes que levantan su voz indignada contra esta aparente idiotez. Mientras no entiendan que la Corte de los Milagros es parte de un complot contra la democracia universal, vanos serán el esfuerzo y la pasión. Uribe preso es la condición de esta victoria comunista, rotunda e inatajable, como parece.