Por: Mauricio Jaramillo Quijano
El presidente Gustavo Petro critica la estrategia de seguridad de Nayib Bukele en El Salvador y se la pasa “predicando” como deben actuar otros gobiernos en el mundo, pero su gestión en la presidencia está afectando gravemente varios sectores de la vida nacional, uno de ellos, la seguridad de los colombianos.
El hecho de que finalmente la izquierda ganó la presidencia de Colombia no significó que se redujeron los crímenes pues la violencia siguió igual, no paró el desplazamiento de campesinos, ni el secuestro y ni los asesinatos de líderes sociales.
Por el contrario, cometer delitos es más atractivo hoy en día pues los criminales la tienen más fácil con Petro, entre otras cosas porque este gobierno está haciendo lo necesario para darles amnistía por narcotráfico y blanquear sus fortunas.
En este contexto, la llegada al poder de Petro redujo la expectativa de que volviera a ocurrir un estallido social, pero las personas que sacrificaron su voto con la intención de reducir esta violencia en las calles, solo aplazaron el enfrentamiento entre el Estado y el hampa, o simplemente decidieron conformarse con vivir en un Narcoestado.
Los líderes del estallido social disfrutan de una pausa estratégica, esperando por un presidente que ose enfrentarlos. Según expertos, son las peores organizaciones criminales del país las que se apoderan de partes de las ciudades y promueven el estallido social. Por ahora los miembros de estas violentas protestas se dedican a manejar negocios ilegales, a ganar mucho dinero, y no hacen desmanes, pues están complacidos con Petro en el poder.
Mientras tanto, en las áreas rurales del país, los guerrilleros y paramilitares parecen gobernar. Los hemos visto en televisión, muy orondos, con sus armas en medio de la población civil. Hay mucha incertidumbre sobre el compromiso real por parte de los criminales pues Antonio Garcia, comandante del ELN, en medio de estos diálogos de paz, aseguró que “la paz no es sinónimo de dejar las armas”.
A la guerrilla no le sirve la democracia
El momento por el que atraviesa la seguridad del país es angustiante, especialmente porque el presidente hace todo lo contrario de lo que tendría que hacer para garantizar seguridad a los colombianos. El escritor, Francis Fukuyama, en una reciente visita a Colombia, aseguró a un medio de comunicación que la única manera de mantener una democracia amenazada por los criminales es aplicando una estrategia de seguridad como la que en su momento fue, según Fukuyama, el Plan Colombia.
Tampoco parece que Petro avance en conseguir la paz, en parte, porque poco atiende las recomendaciones y advertencias que los expertos lanzan sobre su paz total. Por desgracia, comparado con los anteriores pactos de paz en Colombia, el de Petro parece ser el menos conveniente.
Su plan de paz total está peor diseñado y estructurado que el de Santos, según dicen analistas, como Eduardo Pizarro, hermano del inmolado Carlos Pizarro, y experto del conflicto armado en Colombia. Además, muchos le critican querer hacer la paz con todos los criminales del país al mismo tiempo, y califican sus planes de irrealizables y temerarios.
Los beneficios que se le ofrecen a los criminales tienen que ser muy buenos para que dejen las armas y el negocio del crimen que resulta una de las mejores opciones en un país pobre como Colombia. Claro, con el caso de Santrich ya estamos advertidos de que por más beneficios que reciben, no todos estos criminales van a cumplir su palabra cuando hablen de paz. Para Santrich, ni siquiera fue suficiente con la impunidad y la curul gratis que le otorgó Santos.
Los beneficios que ofrece Petro tienen que ser muy tentadores para que las guerrillas dejen sus exigencias políticas y las armas. Estos criminales no se satisficieron ni con la Constitución de 1991, ni con las 310 páginas del acuerdo de La Habana, ni con manosear nuestra Constitución en Cuba, ni con la presidencia de un ex guerrillero. Pese a todo lo anterior, muchos grupos que viven del crimen aún tienen exigencias políticas para dejar las armas.
Tal vez algunos esperan mucho de Petro. Vale recordar su ideología antiliberal, así como entender que la extrema izquierda de la región suele trabajar en contubernio con los criminales con quienes comparte el mismo resentimiento social. Es ingenuo pensar que Petro va a fortalecer la seguridad y la democracia. A lo mejor tanto Petro, como Santrich y García, coinciden en que la paz no es sinónimo de inclusión política, sino de algo más.
Las narco guerrillas aún tienen mucho por cambiar en el país hasta alcanzar lo que ellas llaman la paz, algo que obviamente no encuentran en la democracia occidental, atada al libre mercado que tanto odian. No es difícil imaginar que la paz para ellos es un régimen dictatorial que al final nos hace igual a todos, sin estratos sociales y sin oportunidades de crear riqueza.
Una dictadura socialista en la que la clase dirigente parece una monarquía, como la del sobrealimentado déspota, Nicolás Maduro. Un régimen controlado con las armas que nunca van a dejar estos potenciales autócratas, como bien lo advierte Garcia.
Ruegan que Petro no tenga gobernabilidad
Si Petro o cualquier otro líder tuviera un interés genuino en atacar a las organizaciones criminales para defender los derechos humanos de la población colombiana y alcanzar algo de paz, empezaría atacando sus finanzas pues todos los expertos señalan que esta es la mejor manera de reducir el poder de las mafias.
En su empeño de legalizar la cocaína, el presidente no repara en consejos de expertos como Pizarro, quien en una reciente entrevista aseguró que sería bueno renovar las fumigaciones con glifosato, especialmente en los “cultivos industriales” de mata de coca. Así se afectaría lo que Pizarro llama la “economía de guerra”, es decir, la principal fuente de ingresos de los criminales.
Una manera de saber cuál es la decisión más acertada acerca de si se debería usar este herbicida o no, sería poner los problemas que trae el narcotráfico de un lado de la balanza y los problemas que trae el glifosato del otro. Claro! Los temas ambientales son los más importantes para la opinión pública y tienden a ser sobredimensionados. Eso lo sabían muy bien los integrantes de Las Farc cuando negociaban con el expresidente Juan Manuel Santos en Cuba. Aprovecharon la ansiedad del Nobel por concretar la paz y en ese contexto de intercambio de exigencias, las fumigaciones fueron prohibidas justo antes de que se firmara el acuerdo de La Habana.
No se puede descartar que el gobierno de Estados Unidos le exija al colombiano usar de nuevo el glifosato para reducir el aumento en las hectáreas sembradas de coca. Los estadounidenses podrían considerar que la medida de prohibir el herbicida es inapropiada toda vez que el glifosato o roundup se usa en casi el 90 por ciento de los productos del agro en el país norteamericano.
Volviendo a la realidad, es improbable que el presidente activista ambiental, Petro, gestione este retorno al glifosato. El mandatario no va a fumigar ni una sola hoja de esta planta. Incluso, ha dicho que los campesinos van a poder incrementar sus cultivos hasta llegar a las 10 hectáreas de mata de coca.
Votaron por Petro para que el estallido social no incendiara al país pero este fenómeno en vez de aplacarse se fortalece y se posterga indefinidamente. Ahora estas personas que le fueron a Petro ruegan porque el Congreso, el fiscal o la Corte se atraviesen en el camino de las anacrónicas reformas y de las temibles peticiones de facultades extraordinarias de Petro. Los arrepentidos, guardan la esperanza de que el primer presidente de izquierda en Colombia no tenga gobernabilidad, que no ganen sus favores políticos.
Aún con los atractivos beneficios que Petro le ofrece al hampa, no se ve más seguridad para los colombianos en el gobierno del cambio. Tal vez, el presidente debería aplicar menos retórica y trabajar más para reducir los homicidios como le aconsejó su homólogo de El Salvador. Pensando en lo que es mejor para todos, sería conveniente que Petro copiara buena parte de la estrategia contra el crimen de Bukele. Pese a las críticas por abuso de autoridad, el centroamericano logró la paz que Petro nunca traerá a Colombia.