Por: Fernando Álvarez
Óscar Iván Zuluaga decidió hacer realidad la crónica de una candidatura anunciada. Casi nadie que haya participado en una contienda electoral para presidencia olvida el adagio que dice: “el que es caballero repite”. Y en este caso, luego de batallar contra un montaje burdo que protagonizó el gobierno de Juan Manuel Santos en complicidad con la Fiscalía de Eduardo Montealegre para robarle las elecciones, según el cual Zuluaga habría infiltrado los diálogos de La Habana, como si allí existieran secretos que el país no debiera conocer. El caso es que después de salir avante en los estrados judiciales el candidato Uribista de hace 8 años optó por consultar con el presidente Iván Duque y tomó la decision de lanzarse al ruedo presidencial. Pero todo parece indicar que no entró con pie derecho.
La primera línea que tira es que le apuesta a continuar las directrices de los Acuerdos de paz con las FARC. Como si el hecho de haber estado marginado de la política por haberse dedicado a atender el lío judicial en que lo embarcaron lo hubiera hecho aislarse de la real politik, esa realidad que se ha vivido después de los famosos acuerdos y sus consabidas secuelas. Ahora Zuluaga a nombre de respetar la Constitución y la Ley asegura que continuará con el proyecto Santos-FARC, con lo cual se pone de entrada una zancadilla. Nace su candidatura con palos en la rueda ya que hoy lo que la gente siente es que con los vándalos y los violentos no debe haber tregua y que lo que se vive actualmente es consecuencia de que el gobierno anterior se regaló hasta más no poder. Sobre todo porque el ciudadano de a pie siente que la autoridad se ha perdido y que lo que se necesita precisamente es mano dura. En ese escenario lo cierto es que Óscar Iván se puede volver a equivocar porque por andar en busca de las simpatías del centro derecha terminó haciéndole guiños a la centro izquierda y de contera a la izquierda y a la extrema izquierda.
Cómo si hubiera estado en un invernadero y no se hubiera enterado Zuluaga sale a congraciarse con la izquierda para no parecer polarizante y poder dar la impresión de que es un hombre de paz y un político de centro. O sea para ser políticamente correcto. Porque al mejor estilo autista Zuluaga cree ilusamente que se puede meter por la mitad de las dos corrientes que se disputarán la presidencia en el 2022, donde la disyuntiva parece ser más que nunca o socialismo o democracia. Lo que deja ver que el candidato repitente no está ni medianamente sintonizado con ese país que ha sufrido los estragos de un acuerdo hecho en contravía del sentir nacional y firmado de espaldas a la voluntad popular. Un país que se ha saturado de vándalos y bloqueos, de disidencias que le pusieron conejo a los famosos acuerdos y de narcoguerrillas que le tomaron el pelo a los seudoacuerdos y jamás entregaron ni armas, ni coca, ni rutas, ni dinero, ni mucho menos la verdad.
Zuluaga le apuesta a ser el candidato del establecimiento y eso ni más ni menos hoy significa abonarle el camino a la izquierda y a lo que muchos ven como real amenaza para el futuro de Colombia. Es ponerle tapete rojo a la extrema izquierda que lo que necesita es que el establecimiento sea débil, se muestre conciliador y en lo posible claudicante. Ese es el panorama al que le apuesta Gustavo Petro en alianza con los de las FARC, y sean disidencias o aparato político. Ellos necesitan que la derecha sea vergonzante y quiera tratar de tu a tu a los narcoguerrilleros para no quedar expuesta a la recriminación de la mamertada internacional. El complejo de derecha es la mejor arma de los mamertos hoy en día. Buscan que él establecimiento subestime la fuerza que puede tomar la extrema izquierda a punta de paros, bloqueos y acciones de vándalos subsidiados por el narcotráfico. Que la “gente bien” juegue a no ser radical y evite desgastes de imagen al pedir mano dura contra los violentos.
La extrema izquierda necesita mano blanda mientras sus dirigentes se dan el lujo de instar a bloquear el país y aupar el asesinato de policías y el incendio de buses públicos. Justo lo que necesita en esta coyuntura la izquierda es arrinconar al Estado, desprestigiar al gobierno y reducir a las autoridades que intentan poner orden al caos que han decidido generar para el año final del presidente Duque. Avergonzar a quien tiene que evitar el avance del comunismo y ridiculizar a quien se opone a sus planes expansionistas.
Zuluaga le debe haber hecho caso a esos asesores simplistas cómo los de exalcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández, que le recomendaron que si quiere sacar votos debe distanciarse del expresidente Alvaro Uribe. Es decir deslindarse de los planteamientos del Centro Democrático que siempre ha desconocido los acuerdos que se firmaron después de que el plebiscito había dicho que así no. Que esa paz no es la que quieren los colombianos. De paso hay que recordar que los Uribistas si quieren la paz pero sin impunidad, que no es lo mismo que ser enemigos de la paz.
No es la primera vez que Zuluaga busca agradar a los enemigos de Uribe. Hace 8 años atendió esa misma sugerencia y perdió en segunda vuelta cuando había ganado en primera como Uribista. Lo del hacker ayudó pero lo determinante fue que se hizo a un lado respecto del expresidente Álvaro Uribe. Ahí perdió. Razón por la que muchos Uribistas no lo ven con buenos ojos porque temen que repita la experiencia de Santos que salió elegido por una causa y gobernó para la contraria. José Obdulio Gaviria debe estar pensando seriamente en otro u otra candidata porque de seguro Zuluaga no será el que diga Uribe, si mantiene su idea de irse por la paz de Santos.
Óscar Iván Zuluaga despierta compasión pero no pasión. La gente lo siente honrado pero no le ve perrenque. Aunque a veces habla cómo Uribe le falta pelo para moño. Es un buen gobernante para una coyuntura menos crítica. Coquetear con la izquierda en estos momentos es el reflejo de haberse quedado sin discurso. Y si quiere diferenciarse de Uribe no le queda sino el camino de asemejarse a Santos. Su consigna de ganarse los medios de comunicación para ser el candidato del establecimiento ignora que estos en su mayoría hoy le cargan el ladrillo a Petro y la extrema izquierda. En aras de la búsqueda de audiencias los medios son felices abriéndole los micrófonos al candidato que ya ha demostrado que seguiría el camino de Venezuela y que no vacila en tomar medidas contra la economía y el desarrollo del país. Y para conseguir rating la prensa no tiene problema en ponerse del lado contrario al gobierno con lo cual termina por hacer causa común con la izquierda extrema.
Zuluaga quiere irse por el centro porque le han vendido la idea de que es mejor no confrontar. El problema es que la confrontación está decidida por la extrema izquierda y a eso hay que hacerle frente y no el esguince como sugieren los flamantes asesores de imagen. A la aplanadora del Socialismo del Siglo XXI no se le detiene con paños de agua tibia. Además se equivoca Óscar Iván porque el centro es lo indicado en condiciones normales pero en situaciones anormales donde las fuerzas radicales de izquierda juegan con las cartas marcadas y combinan todas la formas de lucha el centro manso puede ejercer la ley física de la potencia hacia adentro, lo que puede terminar en fuerza centrífuga, no porque reciba a los que pretenden la fuga de la derecha, sino porque pueden ser víctimas del efecto licuadora. Hoy el palo no está para cucharas o se enfrenta el narcoterrorismo con toda o se alistan maletas para Miami cuando gane Petro y se quiera quedar 40 años al estilo Fidel Castro y en Cuba o la saga de Chávez en Venezuela.
Y si loq ir se quiere es hacer gala de que se tiene el guiño de Duque pues ahí si se taca burro porque con una impopularidad por encima del 60 por ciento lo que es claro es que Duque no será el que dice quién lo sucede. Y al contrario hoy por hoy pude resultar el abrazo del oso porque lo que ha mostrado el presidente es que en materia de autoridad si estaba pollo cómo le dijo Germán Vargas Lleras en la campaña. Y si se le suma que va a esperar a que le tumben la ministra de los 70 billones en vez de anticiparse y pedir renuncia y claridad sobre esa plática que se perdió, pues no va a ser mucho lo que le aporte a Óscar Iván.