Por: TC (R) Gustavo Roa
‘El gobierno, no puede combatir la corrupción, la violencia y sectarismo, porque la corrupción, la violencia y el sectarismo, están enquistadas en el ADN, de la mayoría de los integrantes del gobierno, como perversa política de Estado”
A raíz de las últimas intervenciones de Petro, en plaza pública y a través de eventos de diversa índole y empleo desaforado de redes sociales, Petro denigra e inventa con cruel cinismo, la autoría de actos genocidas y criminales por parte de entidades privadas y dirigentes políticos contrarios a su extrema ideología política, vale la pena recordarle, no solamente a él, y sus fanáticos y sumisos seguidores, que el país tiene un mandatario que militó en uno de los grupos genocidas y terroristas más sangrientos que haya tenido nuestro país. Jamás en su extensa vida pública, ha demostrado un ápice de arrepentimiento, por los delitos y excesos cometidos por el M-19, sino que, por el contrario, con un extremo e hipócrita cinismo, acusa y señala con el dedo índice y sin fórmula de juicio, de promotores del terrorismo, del crimen y de la violencia a cuanto colombiano se le coloca al frente y que no es afín a su extrema ideología política, como si el hecho de no ser izquierdista, colocara automáticamente a los ciudadanos como delincuentes y terroristas.
Con la llegada hace más de un año del ex guerrillero del movimiento M-19, a la Casa de Nariño, y próximos a una contienda electoral de cuerpos colegiados, donde varios de los integrantes de su movimiento el pacto histórico, se jactan de tener candidatos que, de ser elegidos, fortalecerán la acción de desbordante tiranía, que está demostrando el petrismo con todas las fuerzas de sus fauces “progresistas”, es conveniente hacer algunas reflexiones.
Los que conocemos los antecedentes del M-19, debemos recordarle especialmente a la juventud colombiana, hechos incontrovertibles y cruda realidad de nuestro pasado como país, a través de una breve sinopsis, sobre la larga y siniestra historia delictiva del grupo al margen de la ley y la responsabilidad, que tuvo en sus filas, el actual mandatario de los colombianos. Los izquierdistas, hoy autodenominados como “progresistas”, adjetivo utilizado con astucia para engañar, a las nuevas generaciones de colombianos, nacidos con posterioridad a la desmovilización del grupo armado el 9 de Marzo de 1990 en Caloto Cauca, a los cuales, no se les ha permitido conocer la historia, contada sin manipulaciones, pues estrategias no solamente dentro del campo pedagógico, utilizadas como parte de un plan ideológico de largo tiempo, donde las instituciones de educación pública, se han convertido en cajas de resonancia, para manipular la verdad y enterrar la historia del pasado delictivo del siniestro M-19, así muchas de las víctimas, hoy conserven aún, las heridas en el cuerpo y en el alma.
Los colombianos, hemos conocido, solo una parte de la historia, esa que narran con una fastidiosa dialéctica victimizante, los antiguos integrantes del grupo terrorista, que, según ellos, solo se trataba un grupo integrado, por “rebeldes”; cuando la diferencia no solo etimológica, sino funcional, entre un rebelde y un terrorista, es diametralmente opuesta y conceptualmente divergente. Conocemos en cambio, la otra cara de la moneda, esa que nos ilustra sobre la acción represiva del Estado, donde organizaciones con un claro sesgo ideológico de izquierda, han desfigurado con gran habilidad la verdad total, en procura de idealizar terroristas, como “rebeldes” protagonistas de las luchas sociales, cuando la diferencia entre terrorista y rebelde es simplemente que este último no utiliza los actos de extrema violencia, aberrante terrorismo y despreciable aniquilación, contra sus contradictores, utilizando la máscara de la igualdad social.
Esta conducta de falacia y mentira, no ha permitido que los niños y jóvenes, conozcan desde los centros de educación, la más reciente historia política y delincuencial del progresismo colombiano, cuyos integrantes, han surgido al escenario político y ante las nuevas generaciones, como un grupo impoluto, de “mesías rebeldes” con causas altruistas, para lograr un mejor país y no como una secta política, con siniestros planes originados en el “poder blando”, que ejerce el comunismo oriental, en América Latina.
Este es el momento propicio para evocar el dicho popular que dice: «El zorro pierde el pelo, pero nunca las mañas», pues históricamente, la izquierda populista latinoamericana, ha postrado a los países, donde logra llegar al poder, muchas veces, a través de elecciones fraudulentas, llevando a los países, a las más profundas situaciones de depresiones económicas, financieras y sociales, como ocurre con varios países, de este lado del continente.
Recordando el surgimiento del grupo terrorista del M-19, el cual provino de una persona como Bateman Cayón, su creador, el cual tenía aparentes fundamentos ideológicos y socialistas, inspirados en doctrinas guevaristas y antiimperialistas. Esta llamativa ideología, le permitió crecer rápidamente, en un país sumido en el descontento social, a través de impactantes acciones, que con el tiempo se convirtieron en terribles actos delincuenciales y criminales, durante más de 16 años. Pero en una Organización criminal, surgen muchos intereses, no solo políticos, sino también económicos y de poder. Es por esta razón que Bateman Cayón, presuntamente, fue asesinado con la participación intelectual y anuencia de algunos integrantes y colegas de su movimiento guerrillero, a través de un montaje como supuesto accidente aéreo, cuyas razones de tipo técnico, fueron desvirtuado por expertos forenses aeronáuticos.
Jaime Bateman, Álvaro Fayad, Iván Marino Ospina y Luis Otero Cifuentes, entre otros cabecillas, fueron perdiendo su poder ideológico dentro de la dirección de la Organización, a causa del crecimiento de intereses generados por el narcotráfico, específicamente del cartel de Medellín a órdenes de Pablo Escobar.
El Centro Nacional de Memoria Histórica, estableció cerca de 560 secuestros realizados por el M-19, algunos con cobardes ejecuciones de colombianos, por parte de este grupo terrorista, entre 1970 y 1989. Entre ellos tenemos el de Hugo Ferreira Neira, exministro de agricultura, Álvaro Gómez Hurtado, prominente político y estadista, secuestrado con el fin de presionar, la realización de una constituyente, Camila Michelsen, secuestrada durante dos años, José Raquel Mercado, sindicalista torturado y ejecutado en condiciones infrahumanas, el secuestro y posterior asesinato de Blanca Nieves Ochoa. Varios de estos secuestros terminaron en sus habituales y sanguinarios “juicios populares”, donde el secuestrado, después de ser sometido a torturas, era finalmente asesinado.
Años después cometieron diversos hechos criminales, como el robo de la espada de Bolívar, que cínicamente Petro, ordenó llevar a la ceremonia de su posesión presidencial, en agosto pasado; como trofeo de guerra, se presentó también, el robo de armas del ejército nacional, depositadas en el Cantón Norte, razón por la cual Petro fue detenido y los posteriores secuestros, asesinatos y ejecuciones en las “cárceles del pueblo”, como irónicamente, llamó el M-19 A los centros clandestinos de tortura, de ciudadanos colombianos y extranjeros.
El M-19, se convierte en el movimiento más sanguinario, para esa época, incluso, más que las mismas Farc, Epl, Eln , Quintín Lame y otros, adoctrinados por principios de las tres tendencias comunistas de la época (años 60 y 70) la maoísta, la marxista y la de Cuba. Luego aparecen en el ámbito nacional, varios y dolorosos episodios, como el de Tacueyó, aquél sangriento escenario con más de 164 bárbaros asesinatos contra indígenas, muchos de ellos niños y adolescentes, seguidos de otros actos criminales en campos y pueblos de los departamentos del sur del país.
Pero la larga lista de acciones criminales, genocidios, destrucción de pueblos, asesinato de campesinos, hacendados y agricultores, secuestros, extorsiones y atentados contra la fuerza pública, no terminaron allí; dentro de las más sangrientas y mal recordadas, está la toma del Palacio de Justicia, bajo las instrucciones del cartel de Medellín y su cabecilla Pablo Escobar, donde incineraron y asesinaron, Magistrados, visitantes, empleados, policías, guardas de seguridad y todos los documentos investigativos, que evidenciaban los vínculos y acciones narco terroristas y del M-19, con el Cartel de Medellín.
Este violento episodio de la historia nacional enmarca el VERDADERO, TRISTE Y SANGUINARIO prontuario, aún hoy desconocido por algunos, sobre este supuesto grupo con filosofía «seudo nacionalista».
Está misma organización criminal, es la que resultó demostrando años más tarde, ser solo un vulgar grupo de terroristas y narcotraficantes, que luego de la firma de paz con el presidente Virgilio Barco, mediante la ley 77 de 1989, donde de estableció como delitos “políticos”, los innumerables crímenes del M-19, le permitió aparecer y disfrutar de “las mieles” del capitalismo burócrata, a varios de sus integrantes, los cuales han permanecido sentados durante años en el congreso de la república, en los más altos cargos del Estado y ahora en el solio de Bolívar.
Aun así, a pesar de su feroz enfrentamiento con el Estado colombiano, se han beneficiado burocráticamente, del establecimiento y de la oligarquía colombiana, a la cuál tanto criticaron, descalificaron y combatieron a través de dantescos actos sanguinarios y criminales y sin contemplaciones asesinaron miles de colombianos entre campesinos, empresarios, ganaderos, políticos, empleados oficiales, soldados e incluso ciudadanos extranjeros, convirtiéndose irónicamente, en activistas de la nueva «OLIGARQUÍA COMUNISTA».
Hoy de nuevo, pretenden a través de la manipulación histórica, engañar a las nuevas generaciones y a los “ignorantes de la verdad histórica de la Nación”, para convertir, sus pasados actos criminales, en valientes demostraciones de “justicia social”, para las nuevas generaciones.
Los ex integrantes de este grupo terrorista, como ocurre con los otros, no han podido superar eso bajos instintos, perennes en su personalidad, en su conciencia, en su pasado y en su ADN.
Solo le pedimos a Dios, que proteja a Colombia, de los lobos de ayer y las ovejas de hoy, que pretenden, luego de sus oscuros pasados, aparecer como los prohombres y ejemplares próceres de la ética, de la moral, de la honestidad y comportamiento ciudadano, siempre camuflados bajo la boina roja y las máscaras progresistas de transparencia, igualdad y desarrollo social.
Los colombianos no podemos permitir que en las próximas elecciones estás hienas políticas, con apariencia de ovejas, aniquilen el futuro democrático de Colombia, con la proliferación de una política victimizante, que les permite mantener su avasallante corrupción, depravación, manipulación y engaño a todos los colombianos.
Si los liberales, conservadores e izquierdistas agazapados bajo la bandera del liberalismo de
“vanguardia”, no han logrado acabar con Colombia, en más de 100 años de corrupción; los “progresistas” como Petro, lo están logrando en solo un año de gobierno. La historia de varios países en América Latina nos demuestra que la nueva izquierda, es experta en generar la miseria para los pueblos, donde llegan como “alternativa” de poder.
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