Por: D´Mar Córdoba S
“Lo cierto es que se trató de un discurso menos incendiario de los que expresó en campaña, pero sí lleno de incertidumbre por el desarrollo de las ideas que dejó”
Ayer se posesionó Gustavo Petro como presidente de Colombia, luego de una lucha por el poder por más de 30 años, después de haber pasado por la guerrilla del M-19, que ayer ondeaba su bandera en la plaza de Bolívar, que no pudieron llenar con 100 mil personas, pero que sí tuvo una nutrida asistencia, sobre todo por parte de algunos radicales que apoyan a Petro y no perdieron espacio para atacar a la prensa con arengas contra Revista Semana y RCN noticias, lo que no deja de ser preocupante, pues eso viene de la gente que votó por el gobierno del cambio y el amor.
La posesión de Petro tuvo detalles de toda clase que me quedaría corto sí intento contarles cada uno, por lo que me dedicaré a lo más relevante de un discurso de 21 páginas, con un tono conciliador, pero que en el fondo trae cosas muy complicadas como el perdón social y el llamado que le hace a todos los criminales para pensar en un acogimiento.
Petro no empezó su discurso hasta saciarse con el poder que le confiere la Constitución, para hacer llevar delante suyo, la espada de Bolívar, que no había prestado el presidente Iván Duque para el evento.
Luego de tener la espada enfrente, que recordemos había sido robada por los terroristas del M-19, facción a la que perteneció Petro, empezó su discurso con una prosa rimbombante y afirmando que cumplirá con el acuerdo de la Habana, lo mismo que acatará a “rajatabla” las recomendaciones del informe de la Comisión de la Verdad.
Informe de la Comisión que pretende adoctrinar a los niños en las escuelas y colegios con una verdad que escribieron y costó casi medio billón de pesos, lo mismo que pide que se cambie el enfoque de la lucha antidrogas por una línea de legalización, anteponer las extradiciones de narcotraficantes a decisiones con base en las víctimas, crear el Ministerio de la paz, iniciar diálogos con el ELN, eliminar el servicio Militar obligatorio, sacar la Policía del Ministerio de Defensa, transformar la doctrina militar, entre otros.
Habló de la desigualdad y la redistribución de la riqueza en Colombia, donde remarcó que el 10% de la población en Colombia tiene el 70% de la riqueza por lo que aseguró habrá un país más igualitario.
En el asunto de convertir a Colombia en una despensa alimentaria, aseguró que se volverá a construir distritos de riego con el Ejército y casas campesinas y caminos vecinales con los soldados de la Patria, donde quedaría en evidencia el nuevo enfoque que le dará a las Fuerzas Armadas de Colombia.
Anunció un nuevo manejo para los bienes en extinción de dominio de la Sociedad Especial de Activos, que será administrada por las organizaciones campesinas, por las cooperativas urbanas de jóvenes productivos, y por las asociaciones populares femeninas; asunto que no queda claro cómo se desarrollará.
Se refirió a un modelo de gobierno descentralizado, asunto que ya está en la práctica con la Constitución de 1991.
Habló del sueño bolivariano de Chávez sin mencionarlo, de una unión de latinoamérica para el manejo de investigación y generación de energías limpias.
Por último presentó un decálogo para conseguir la paz verdadera y definitiva; para cuidar a los abuelos; crear el Ministerio de la Igualdad; para tener un diálogo con todo el que se lo proponga; recorrer el país para seguir escuchando a todos los colombianos; para crear políticas de prevención de la violencia con lo que llama la modernización de las Fuerzas de la Seguridad; luchar contra la corrupción; para proteger el suelo, el subsuelo, mares y ríos, con lo que da a entender que se opondrá a las prácticas extractivistas; para avanzar a lo que llama una economía popular y por último prometió cumplir con la Constitución.
Lo cierto es que se trató de un discurso menos incendiario de los que expresó en campaña, pero sí lleno de incertidumbre por el desarrollo de las ideas que dejó.