Por: Fernando Álvarez
Por extrañas razones en Colombia Iván se ha vuelto el nombre del juego. Teníamos un tal Iván Márquez y apareció un Iván Cepeda. El primero era de los más crueles ideólogos de las FARC y ahora es el jefe de sus supuestas disidencias. El otro es el hijo del legendario guerrillero urbano Manuel Cepeda Vargas camuflado en el Partido Comunista para desarrollar tareas de propaganda desde el periódico Voz Proletaria, en la mejor aplicación de la táctica de combinar todas las formas de lucha de los mamertos. El uno dedicado a jugar a la farsa de la paz del entonces presidente Juan Manuel Santos mientras organizaba su Segunda Marquetalia y el otro dedicado a acabar, con testigos falsos, con el expresidente Alvaro Uribe Vélez por haber sido el único gobernante que decidió pararle el macho a la narcoguerrilla de las FARC y que había logrado reducirlas y menguarles su radio de acción durante su gobierno.
Entonces apareció Iván Duque como presidente de Colombia, prácticamente ungido por Alvaro Uribe al enfrentar a Santos, luego de que este lo traicionara y que pasara de ganar con los votos uribistas para continuar la lucha contra la guerrilla y el narcotráfico a firmar acuerdos y entregar curules a los autores de crímenes de lesa humanidad, narcotraficantes y violadores de niñas de las FARC, sin que hubieran pagado por ello, ni entregado las armas o las rutas del narcotráfico y sin que hicieran el menor compromiso para resarcir a las víctimas. El presidente Iván Duque no traicionó a Uribe, pero si le dio la espalda a su partido y al mandato de los electores uribistas que aspiraban como mínimo a que no gobernara con los funcionarios santistas, comprometidos con el conejo descarado que le hicieron al plebiscito y con la mermelada corrupta que se necesitó para sacar adelante su famoso Acuerdo de paz.
Y ahora aparece Oscar Iván, Zuluaga, sí el famoso “Zurriaga“ al que “Juampa“ le robó las elecciones con artimañas modernas al hacerlo acusar de haber infiltrado un hacker en los diálogos de La Habana. Como si alguien serio creyera que hubiera que infiltrar unas comunicaciones que debían ser naturalmente públicas o como si hubiera que descubrir que allí había gato encerrado para algo que ya se sabía, que Juan Manuel Santos decía mentiras sobre las curules y la impunidad que le otorgaría finalmente a sus nuevos mejores amigos de las FARC. Pero aparece Oscar Iván Zuluaga como el domingo 7, embutido modo candidato de un Centro Democrático que ya casi pierde hasta la identidad. En medio de un juego de parlamentarios uribistas que no se enteraron que su condición se la debían a la capacidad arrolladora de Uribe en las urnas y no a sus propios méritos electorales, que con criterios machistas sacaron del ruedo a María Fernanda Cabal para entregarle la posta a un Óscar Iván agotado por los líos jurídicos y despistado por las ambivalencias de su nuevo mentor, el otro Iván, el presidente, frente al proceso de paz.
Ya la suerte de Oscar Iván como candidato del centro Democrático está echada. Esa candidatura no pegó, como dirían en la costa. Zuluaga debería ir pensando en la noble retirada y sumársele a Federico Gutiérrez, que de los de la coalición del centro derecha es el que mejor pinta y coherencia tiene. Debería fortalecer el centro ya que dentro del propio partido uribista la derecha esta vez no pegó y lo eligieron a él precisamente por los complejos de derecha que atormentan a algunos desteñidos o uribistas vergonzantes. Porque si no lo hace y pronto, cometerá el mismo error que los de la coalición de centro izquierda que por buscarle sustituto a Sergio Fajardo se inventaron a Alejandro Gaviria pensando que la competencia era de churros despelucados y se quedaron en el peor de los mundos, debilitaron a Fajardo y fortalecieron a Gustavo Petro, el candidato de la extrema izquierda. Y también Gaviria debería hacer lo propio y sumarse a Fajardo porque de esa manera puede que Sergio Fajardo pase a segunda vuelta y no Petro, por el sector de la izquierda.
Y tienen que moverse rápido porque si no les tocará mover pero la colita al ritmo de Iván y sus Ban Ban en este diciembre para poder soportar el guayabo inevitable de mayo próximo. A Oscar Iván le tocaría consultarle a Uribe y protocolariamente a su bancada. Pero Alejandro Gaviria debería irle preguntando a su Iván cercano, Marulanda, de los Verdes, que ya vio que los inventos de los herederos de Luis Carlos Galán anuncian más de lo mismo en el Nuevo Liberalismo y puede volver al fajardismo. O consultarle a Iván Name, quien de los verdes es por lo menos el que tiene la vena más pragmática para la coyuntura. De lo contrario le harán un flaco favor a la democracia y le tenderán la alfombra roja al camino de Gustavo Petro al Palacio de Nariño.
Porque con van las cosas a Petro ya se le perdonó su cercanía en el Polo con el Iván corrupto, hermano de Samuel Moreno Rojas, así como le perdonaron las bolsas de dinero en su oficina y la pésima administración en Bogotá. Y parece que hasta la operación del asalto al tren de Chía protagonizada por una célula del M 19 a su mando dirigida por otro Iván, Mayorga, le ha sido perdonado. Y con van las cosas el triunfo será para los talibanes colombianos, o sea los Ivanes de la extrema izquierda Iván Márquez e Iván Cepeda y ahí fue Troya porque les tocara a muchos uribistas recurrir a Iván Cancino, el abogado penalista, ya que van a ser muchos los procesos judiciales que se les armarán en las cortes herederas del ex magistrado enemigo número uno de Uribe, Iván Velázquez, y entonces ya no habrá que llorar sobre la leche derramada y nada tendrá que envidiar la Colombia de Petro a la Rusia del poderoso y cruel zar conocido como Iván el terrible.