Por: Fernando Álvarez
Ahora que el ELN admitió que fue el autor del salvaje atentado contra los estudiantes de la Escuela Militar de Cadetes General Santander, se tendrán que tragar sus palabras todos aquellos que de una u otra manera sugirieron, insinuaron y afirmaron en los medios de comunicación y en las redes sociales que existía una especie de mano negra que tendía una cortina de humo para desviar la atención sobre la supuesta cuerda floja en la que se encuentra el Fiscal Nestor Humberto Martínez, que según esta hipótesis se mantiene en su puesto gracias a que el uribismo lo soporta.
En esa honda se encuentra la izquierda unida, es decir farianos, elenos, mamertos, polistas, progresistas y hasta los verdes. Con gran poder mediático hacen eco a esta corriente antifiscal, columnistas, peridodistas, humoristas, caricaturistas y toda clase de opinadores filomamertos y antiuribistas que no hayan oportunidad para tratar de encontrar la mano negra del expresidente Alvaro Uribe Vélez en cada cosa nefasta que aparece, cada fenómeno criminal que emerge y cada episodio inexplicable que surge en medio de un país polarizado hasta el tuétano y en el que cada quien optó por modus vivendi la decisión el aplastar al contrario.
A la vanguardia de esta horda de filomamertos antifiscal y anitiuribistas se encuentra Daniel Coronell, cuya animadversión hacia el Fiscal radica en la idea de que el Fiscal es uribista. Le siguen periodistas como Daniel Samper Ospina, sobrino de Ernesto Samper Pizano, el expresidente famoso por el proceso 8.000, que conmocionó al país por los casi 10 millones de dólares que el Cartel de Calí inyectó en su campaña presidencial, e hijo de Daniel Samper Pizano, periodista famoso que hasta último minuto buscó a “El Bandi”, Cesar Villegas, el socio del Cartel de Cali y de Daniel Coronell en Noticias Uno, para que financiara la naciente revista Cambio 16, Colombia.
La columnista María Jimena Dussan es destacada artillera antifiscal. Su antiuribismo es archiconocido y su filomamertismo no es que sea muy oculto. De hecho, ella se hizo famosa como columnista por su cercanía con el comandante guerrillero Jaime Batemán, quien la puso de moda en su momento por sus grandes pechos. Era la época en que muchas periodistas terminaban en las hamacas de los grandes jefes guerrilleros y obtenían importantes reportajes a media luz en los campamentos del M19, de las FARC y del ELN. A esta lista hay que agregar a Matador, el caricaturista que no esconde su fobia al uribismo y sus inclinaciones mamertas.
En esta loca carrera en la que el líder de la extrema izquierda Gustavo Petro y el senador marxista-leninista Jorge Robledo decidieron abanderar el frente parlamentario contra Nestor Humberto Martínez, la izquierda unida cree que jamás será vencida y ha enfilado baterías para tumbar al Fiscal a como de lugar. Y cómo la izquierda unida había diseñado un plan para llenar las plazas públicas para pedir la renuncia del Fiscal, el atentado del ELN le aguó la fiesta porque las marchas antiterroristas desplazaron ele efecto mediático de sus plantones. Y como la Fiscalía fue diligente en las pesquisas, Martínez termina en Palo porque bogas y palo por que no bogas.
El periodista Daniel Coronell ha montado toda una historia según la cual el Fiscal Nestor Humberto Martínez ocultó deliberadamente información que lo involucra en el caso Lyon-Gustavo Moreno. La lectura que hace es sesgada porque cualquier observador desprevenido podría leer que un subalterno de la Fiscalía no encontró relevante el hecho de que en una conversación de hampones se mencione al Fiscal o al candidato presidencial Germán Vargas Lleras. Es conocido en esos medios que si alguien torcido quiere sacarle dinero a un prófugo en sus conversaciones recurre a mencionar instancias superiores para justificar su extorsión.
Darle crédito a las conversaciones entre personas que se mueven al margen de la ley es un nuevo tipo de maniqueísmo que campea en el periodismo militante. Suponer que el subalterno del Fiscalía que envía la información a las autoridades competentes no tiene criterio propio o que debe pedir autorización expresa de su jefe es desconocer que en la función pública y los organismos de control, donde hay miles de casos, los procedimientos tienen unos conductos regulares y los tiempos exigen menos trabas de las que implicaría que el Fiscal estuviera pendiente de cada paso en cada caso.