Por: Andrés Villota
A los pocos días de la “elección” de Gustavo Petro, una periodista preguntó mi opinión sobre lo que le iba a pasar a la economía colombiana con la llegada del nuevo gobierno. La reacción de ella, por mi respuesta, fue de sorpresa. Sorpresa, que no fue diferente a la que mostraron otras personas que me preguntaron lo mismo y que les contesté lo mismo.
Esa sorpresa no era causada porque hubiera dado una respuesta absurda o descabellada. Se sorprendían porque les decía que habían puesto de presidente de Colombia a un comunista, que iba a tomar decisiones de comunista y que la economía iba a colapsar como le ha ocurrido a todas las economías que son tomadas por el comunismo.
Las personas que me lo preguntaron, por alguna extraña razón, asumieron que la dinámica económica de Colombia iba a seguir siendo, exactamente, la misma de antes de la llegada del comunismo. O suponían que Gustavo Petro iba a actuar como sus antecesores inmediatos que hicieron todo lo contrario a lo que habían prometido durante su campaña. O, simplemente, jamás han relacionado las consecuencias de su voto en su vida cotidiana y cómo la afecta.
La sorpresa, también, puede ser la lógica reacción de los miembros de una sociedad ignorante y cándida que cree que los terroristas de las FARC y el ELN se roba a cientos de miles de niños para hacer un ejército de mini soldados o que cree que los analfabetas creadores de contenido, no hacen parte de una red de lavado de activos a nivel global.
A mí, por el contrario, no me sorprende nada de lo que ha hecho, está haciendo y va a hacer Gustavo Petro y sus secuaces. Considero que su comportamiento es totalmente previsible, desde su regreso de Italia, aún convaleciente de su enfermedad, Gustavo Petro se dedicó a recorrer a Colombia, antes de lo permitido, socializando su estrategia para destruir a la economía del país..
No me sorprende que Gustavo Petro ordenara a los profesores Jorge Iván González y Carlos Eduardo Sepúlveda, la redacción del Plan Nacional de Desarrollo de Colombia. Dos “genios”, buenos para gastar y derrochar pero malos para producir de manera eficiente y para entender las dinámicas del libre mercado.
Los encargados de dirigir la destrucción de la economía colombiana, son un par de académicos sin experiencia alguna en trabajar, en producir de manera eficiente y en crear valor con base a la libre competencia, pilares del desarrollo económico sostenible.
Su mono propuesta es consolidar los monopolios estatales para que desaparezca la libre competencia, que es la culpable del fracaso en su vida productiva (la de los académicos de tiempo completo), que los condenó a vivir de la academia, del Estado o de los dos, basados en los dogmas parasitarios de John Maynard Keynes, Mariana Mazzucato, Thomas Piketty y Joseph Stiglitz.
Odian al capitalismo y al libre mercado porque por culpa de su incompetencia, nunca fueron capaces de conseguir un trabajo digno en el sector real de la economía. Son víctimas del capitalismo y de las exigencias propias del libre mercado en el que solo tienen cabida los más competentes, los mejores, los más eficientes, los más capaces para desarrollar una labor.
Esa condición de desahuciados del mercado laboral productivo, por culpa de su incompetencia, se hace extensiva a los miembros del Pacto Histórico y a los burócratas del gobierno del cambio.
Si Álvaro Leyva, Alfonso Prada y Alex Xavier Flórez hubieran sido abogados competentes, si David Racero e Irene Vélez hubieran sido un par de filósofos competentes o si Carolina Corcho y Roy Barreras hubieran sido médicos competentes, si toda esa pléyade de comunistas incompetentes, varados, sin oficio, hubiera sido de profesionales competentes, ninguno se habría convertido en un burócrata, parásito social, dependiente absoluto del erario público.
Gustavo Petro está quebrando, deliberadamente, a las diferentes industrias a través de reformas estructurales porque quiere convertir a la economía colombiana en un gran monopolio estatal, idéntico al de la China Popular y al de Cuba, en el que los colombianos, jamás, tengan la necesidad de ser competentes.
Odian a la competencia del libre mercado porque eso significa buscar la excelencia, para lo que son totalmente incapaces e inútiles porque fueron formados en ambientes parasitarios con grandes lazos de dependencia de los recursos públicos.
La lógica del comunista promedio es la misma lógica de una rémora que no necesita competir con otras rémoras para poder sobrevivir, lo único importante para una rémora es asegurar un buen huésped del que pueda recibir todo lo necesario, y más, para poder subsistir.
Eliminar a la competencia, que los margina, es el objetivo primario del gobierno del cambio que se convierte en una forma de expropiación de facto y sin indemnización estatal, arruinando a las industrias. Sin empresas y sin empleados, el recaudo de los impuestos se cae.
El Estado, sin ingresos fiscales, se ve obligado a salir a buscar plata prestada pero los inversionistas, que tienen un deber fiduciario, no le prestan plata a un Estado que, se nota, no tiene con qué pagar y que, de manera reiterada, ha pedido que le condonen la deuda para usar esos recursos, mejor, en “lo del clima”.
Una de las alternativas que le queda al Estado colombiano, es encender las máquinas para hacer dinero sin respaldo, precipitando la debacle económica por culpa de la hiperinflación que crea. Todos se vuelven más pobres de lo que ya son, creando enormes lazos de dependencia del Estado que consolida su dominio sobre la sociedad.
No me sorprende que empezó con la quiebra de la industria de oil & gas. La Ministra de Minas y Energía, con su ignorancia proverbial, sacó corriendo de Colombia a toda la competencia de ECOPETROL.
Sembraron a Saúl Kattan, uno de los mejores hombres del progresismo petrista, en la Junta Directiva como su cabeza de playa para consolidar la toma hostil y total de la empresa. Kattan orquestó el nombramiento de un perfecto incompetente como Ricardo Roa Barragán, que no tuvo que competir con nadie para ser elegido como CEO de la empresa más grande e importante de Colombia.
El reciente allanamiento a ECOPETROL, es la justificación perfecta para despedir a todos los empleados y ser reemplazados, solamente, con los militantes más incompetentes del Pacto Histórico que, de otra manera, jamás conseguirían un empleo digno en el competido mercado laboral.
Una copia perfecta, exacta, de lo que ocurrió en PDVSA, que llevó a la destrucción de la industria petrolera venezolana. Sin competencia, el monopolio de PDVSA se consolidó, pero como no tenía que ser eficiente, ni tenía empleados competentes, cayó su productividad y, por ende, se cayeron sus ingresos.
El Ministro de Transporte, que parece comprar su ropa en la misma tienda que el Guasón, hizo todo lo necesario para llevar a la quiebra a las líneas aéreas pequeñas y sentó las bases para que salgan del país todas las aerolíneas que puedan afectar el futuro monopolio de SATENA.
El Estado colombiano no solo va a dominar el monopolio de la aviación sino que va a controlar los viajes, el valor, la frecuencia y los destinos porque no va a existir una oferta diferente a la de SATENA.
Eso significa que el turismo, el Plan B que iba a reemplazar a la industria de oil & gas, quedó herido de muerte. El colapso de la economía de San Andrés, provocará estallidos sociales que serán usados por Daniel Ortega para decir, “I took San Andrés”.
El objetivo central de la reforma a la salud es hacer desaparecer la competencia de las Empresas Prestadoras de Salud (EPS), privadas, para dar paso al monopolio de la salud estatal.
Será el paraíso para los médicos incompetentes como Carolina Corcho y Roy Barreras que no van a tener que actualizarse, ni capacitarse, ni prestar un servicio de calidad porque los usuarios no van a tener alternativas diferentes para ser atendidos. Los colombianos estarán condenados a ser tratados por médicos cuya única virtud será acreditar su militancia fanática en el Pacto Histórico o ser cubanos.
Maldicen a la polarización porque quieren eliminar la competencia ideológica que afecte el pensamiento hegemónico. La polarización solo desaparece si todos caen rendidos ante el discurso del comunismo progresista. Odian a Elon Musk por acabar con la censura a todos los que piensan diferente a Gustavo Petro.
Quieren hacer desaparecer a la oposición porque no puede existir competencia en las elecciones que se suponen libres y plurales. Promueven la censura, condenan el disenso de los argumentos que compiten con el discurso anacrónico de Marx. Con competencia no hay Petro. La competencia es la Kryptonita de Petro.