Por: T. Coronel Gustavo Roa C.
A raíz del reciente, hecho político presentado en el Perú, donde el hasta hace horas, presidente Pedro Castillo, en un acto desesperado y evasivo, a la acción de la justicia peruana, la cual, luego de un juicio político que parecía inexorable, le dictó sentencia condenatoria, y este, decidió como sofisma de distracción, cerrar el congreso, desconociendo la independencia de poderes y buscando convertirse con el tiempo, en otro de los “emperadorcillos”, de los varios que hemos tenido últimamente, en América latina, y que surgen con pasmosa facilidad.
El progresismo latinoamericano, ha ido avanzando para alcanzar el poder omnímodo y la instalación de regímenes absolutistas, bajo la fachada de elecciones democráticas, que en algunos casos son sutilmente manipuladas, con presiones de tipo político, económico, social e incluso militar, logrando a través del tiempo, adueñarse como amos y señores de los países latinoamericanos, como si se tratáran de mega fincas, de su exclusiva propiedad.
Allí convierten a las instituciones y a la infraestructura de los Estados, en organismos subordinados a su voluntad, a su ideología y a sus intereses políticos. El poder de los recursos económicos y los apoyos transnacionales, que reciben las organizaciones de izquierda en América latina, son evidentes y no se pueden desestimar.
No es nuevo para los habitantes de este lado del continente, ver como día a día, la experiencia que dejó Hugo Chávez, con su siniestro populismo bolivariano, quiere ser imitado por muchos líderes “progresistas” en América latina. Es evidente que varios países de este sector del continente, además de Venezuela, lo han padecido, con terribles consecuencias políticas, económicas y sociales.
Recordemos la historia de manipulación política, a través de la dialéctica del engaño, en casos explícitos, como el de Rafael Correa en el Ecuador, el de Lula da Silva en el Brasil, de los Kirchner, Cristina y Alberto en Argentina, de Nicolas Maduro en Venezuela, de Daniel Ortega en Nicaragua y así sucesivamente podríamos recordar dos o tres casos similares.
La organización de Estados Americanos OEA, no tiene la fuerza política suficiente, para fiscalizar el cumplimiento de la constitución y las leyes, de los países integrantes de la organización, mucho menos, fiscalizar la obligación política de todos los líderes latinoamericanos, que ejercen el poder en los países del área.
En cambio, cuentan con el beneplácito irrestricto de algunas cortes internacionales y de organizaciones con espíritu socialista, creados por los mismos gobiernos “progresistas”, para promover, el poder absoluto y ejercer en forma lenta pero ordenada, la implantación de lo que se denomina, como el “poder político de la oligarquía latinoamericana”, bajo la mirada complaciente de las potencias mundiales.
La solidaridad de la izquierda en América latina es evidente, vimos la reacción casi inmediata de Gustavo Petro en Colombia, matizando los graves delitos cometidos por Pedro Castillo en Perú y convirtiéndose inesperadamente en su defensor de oficio.
Es así como le solicitó a través de redes sociales, a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, aplicar a favor de Castillo, la convención de derechos humanos y expedir derechos cautelares. La tendencia de la nueva clase “progresista” en América latina, no es otra que la aplicación de la “filosofía del engaño”, aquella estrategia planteada en diferentes foros socialistas, para lograr, como decía Goebbels y aplicada exitosamente por Stalin, de convertir la mentira repetida, en verdades absolutas.
Es por esta razón que hemos escuchado en Colombia, durante los últimos días, una campaña de desprestigio sin antecedentes, sobre todas las acciones realizadas por gobiernos demócratas anteriores, llevando inclusive a Gustavo Petro, a manifestar que el Estado colombiano ha sido el autor de las masacres y el asesino de sus propios conciudadanos.
Olvidó Petro en aquella irresponsable y populista afirmación, que no solo el Estado colombiano, a través de una minoría de integrantes de organismos de seguridad, habían cometido crímenes de lesa humanidad, sino también, los grupos de narcotraficantes, paramilitares y especialmente los grupos terroristas de izquierda, de los cuales, él hizo parte hace años, cómo miembro activo del M19.
Este tipo de afirmaciones contra el Estado, no solamente abre peligrosas e impredecibles brechas sociales en la población colombiana, sino que estimula el odio, entre sectores políticos y especialmente, entre clases sociales, conducta que no debía ser promovida, por la primera autoridad de la nación.
Similares estrategias de confusión persuasiva, la han aplicado con éxito Chávez, Maduro, Ortega, los Kirchner, Correa, Lula y últimamente Boric, componentes de la nueva casta de la oligarquía latinoamericana, los cuales desarrollan con sus punzantes dialécticas populistas, el espíritu divisionista entre clases sociales, para lograr con éxito la pérfida implementación, del viejo adagio que dice “divide y reinarás”.
Así, como los “progresistas”, se han apoderado a raponazos de la defensa de los derechos humanos, siendo los grupos terroristas de izquierda los peores violadores de éstos, desean ahora, aparecer ante sus intransigentes y fanáticos aduladores políticos, cómo los únicos promotores de la igualdad, del derecho, del cumplimiento de las leyes constitucionales y del respeto a la propiedad privada.
¿Por qué razón las democracias latinoamericanas, no organizan y crean entidades internacionales, qué propendan por la defensa de las democracias y respeto al estado de derecho, la transparencia política y electoral, seguimiento de la legislación interna y respeto a la voluntad popular de cada país y preservación de la institucionalidad?
Este tipo de organizaciones internacionales, tendrían la función de vigilar la gestión de gobierno de los mandatarios, con el fin de no extralimitarse en sus funciones y atribuciones, y permitir veedurías, con el fin de evitar, que este auge de “emperadorcillos”, aparecidos bajo condiciones de supuestas democracias, manipuladas por la izquierda, continúen expandiéndose sin control.
Encontramos casos, donde hay líderes reelegidos, luego de ser juzgados y condenados, por graves delitos en sus países. Regresan cínicamente, una y otra vez a continuar su voraz misión de destrucción y absolutismo, repitiendo sus dolosas acciones políticas, marcadas por la corrupción, extralimitación, abuso de poder y enriquecimiento ilícito. La creación de las organizaciones propuestas, podrían ser un recurso de control, para evitar qué los pueblos subdesarrollados e hipnotizados por la miseria y convencidos de las buenas intenciones de las dialécticas populistas, elijan y reelijan, una y otra vez más, a los mismos delincuentes políticos, tal como ya ha ocurrido en varios países de América Latina.