Por: Mayor General (RP) William René Salamanca Ramírez
Ejercer por primera vez el derecho al voto resultó ser una experiencia individual y colectiva más que satisfactoria. Sentir que mi decisión es fundamental para preservar y fortalecer nuestro sistema democrático fue gratificante y compartir esa misma sensación con los demás electores reforzó mi confianza en que existe una sociedad dispuesta a forjar un mejor país.
El pasado domingo 13 de marzo percibí que participaba de una fiesta entre amigos, donde cada uno aportó lo mejor de sí para disfrutar de las irremplazables bondades de vivir en una nación libre, alejada de dictaduras y autocracias, donde un soberano o un grupo de tiranos ejerce el poder absoluto, sin contrapesos y sin el más mínimo respeto por los derechos fundamentales del ciudadano. Como bien lo advirtió esta semana el papa Francisco: “La humanidad se ve amenazada por un perverso abuso de poder”.
Aunque antes de salir de casa me tropecé con el lunar de no poder consultar mi puesto de votación en la página de la Registraduría Nacional del Estado Civil y este inconveniente se repitió en el listado físico ubicado en las afueras del sitio donde ejercí mi derecho a elegir, tuve la fortuna de contar con la amable asesoría de un intendente de nuestra Policía Nacional, quién me guio hasta donde un funcionario que, a través de un iPad, consultó y me indicó el número de mesa.
La gentileza del intendente fue la misma que caracterizó a los 240 mil efectivos de nuestra Policía Nacional y Fuerzas Militares que custodiaron, a lo largo y ancho del país, la contienda democrática en la que elegimos nuevo Congreso de la República y seleccionamos tres candidatos presidenciales.
Fue una presencia cercana al ciudadano, pero absolutamente apegada al artículo 219 de la Constitución de 1991, que le prohíbe expresamente a la fuerza pública ser deliberante y sufragar. Por eso, al igual que lo hice durante mis 38 años de servicio al país como oficial de la Policía Nacional, expreso todo mi reconocimiento a cada uno de los soldados y policías de la patria. Ustedes son los guardianes de la democracia.
En cuanto a la Registraduría el llamado es a que, con miras a la primera y segunda vuelta presidencial, acepte y corrija las falencias y errores presentados durante y después de las elecciones. La falla en la página web fue un grave error que desmotivó a docenas de ciudadanos a salir a votar. Pero más preocupante lo constituyó afirmar, prematuramente, que había sido producto de un ataque cibernético, desmentido categóricamente por el Fiscal General de la Nación.
También deberá optimizar el preconteo, que resultó bastante lento en las primeras horas, y dar respuestas claras a las denuncias sobre supuesto fraude electoral, errores en el diseño de formularios, falta de capacitación de algunos jurados y fallas en la transmisión de sufragios, tal como lo advirtió la Misión de Observación Electoral (MOE) y lo corroboró el escrutinio dado a conocer el pasado viernes.
Siguiendo con mi primera experiencia electoral, ya en la mesa me encontré con un jurado afable y también dispuesto a brindar la ayuda necesaria para obtener los tarjetones, los cuales tendrán que ser modificados, en especial los de Congreso, ya que no son de fácil comprensión y coadyuvan a incrementar el voto nulo.
La Registraduría y los movimientos políticos tienen, desde ya, la tarea de simplificarlos, para que el elector no tenga que hacer un curso especial al intentar identificar su candidato, en medio de un mar de logos y números de confusas listas abiertas y cerradas. Hasta la fina línea del bolígrafo y el color de la tinta parecen poco prácticos y confiables a la hora de marcar.
Por ahora, los colombianos debemos enfocarnos en conocer más a profundidad a cada uno de los candidatos presidenciales, al igual que sus propuestas, para determinar, de aquí al 29 de mayo, quién de ellos consideramos la mejor opción para liderar un país con problemas estructurales que no dan espera, en especial en materia de seguridad, salud, educación, empleo y vivienda, más el creciente flagelo de la corrupción. Además, cuáles son las ideas más innovadoras y, ante todo, viables y sostenibles.
No se trata de reformar por reformar, de afectar lo que está funcionando bien o querer solucionar todas nuestras dificultades en tan solo cuatro años. Esa estrategia, además de inviable, termina por desencantar rápidamente al ciudadano y reafirmar su pesimismo en las instituciones.
Más bien se trata de apostarle a un programa de gobierno concreto, coherente y realizable, que nos devuelva la esperanza. El país reclama, por ejemplo, una Nueva Política Integral de Seguridad, con énfasis en convivencia ciudadana y cambio climático, porque, tal como venimos insistiendo desde este espacio, sin seguridad es imposible llevar a cabo las transformaciones que necesita el país, y ello comienza por recuperar el control del territorio, parte del cual está amenazado por grupos al margen de la ley, financiados en su mayoría por el poder oscuro del narcotráfico.
Además, es un imperativo elevar la calidad del debate electoral, para que lo verdaderamente importante, como son las soluciones efectivas a tan compleja problemática, no sea opacado por el insulto, el agravio y la descalificación personal.
Colombia necesita un Presidente de la República que, desde el primer día, gobierne para todos, no solo para sus electores; capaz de convocar a las distintas fuerzas políticas a participar de un proyecto nacional incluyente, que escuche a esa inmensa mayoría de compatriotas que reclama soluciones urgentes a los problemas que enfrenta a diario en sus territorios, como el reclutamiento forzado, el homicidio, el desplazamiento, la extorsión, el hurto en sus distintas modalidades y la destrucción de la riqueza natural.
La seguridad ciudadana tampoco da espera y debe convertirse en prioridad nacional, lo mismo que consolidar una política internacional acorde a las exigencias de un mundo cada vez más competitivo, interdependiente y lleno de incertidumbres.
A su vez, los nuevos congresistas están llamados a aprovechar de aquí al 20 de julio, que se instalan las sesiones del Congreso, para pulir sus proyectos de ley y convertirlos en realidad, y así cumplir la palabra empeñada con sus electores y aportarle a la gobernabilidad del nuevo Presidente.
A los colombianos, en especial a ese 50 por ciento que sigue sin participar de los procesos electorales, nuestra cordial invitación es a votar y creer que las cosas pueden cambiar, pero hacerlo con la máxima responsabilidad, para que quien llegue a la Casa Nariño tenga la mayor legitimidad posible y un mandato claro sobre lo que esperamos de él y su equipo de trabajo.
Por mi parte, estoy presto a regresar a las urnas, con el mismo entusiasmo del pasado domingo, y contribuir a aportar experiencias, ideas y vivencias en procura de enrutar a nuestra patria por el sendero del progreso y la justicia social.