Por: Fredy Garzón
Colombia es el país donde la independencia de los organismos de control y la justica es un concepto tan abstracto como un cuadro de arte moderno, es decir, algo que se propone como un concepto distinto a lo que está considerado como real. La realidad es que aquí los “nominadores” y “electores” de los organismos de control y la justicia son los mismos políticos que nos prometen ser la luz en el camino, una elección de políticos entre políticos. ¡Qué ironía!
Tomemos como ejemplo a los Magistrados del Consejo Nacional Electoral y del Consejo Superior de la Judicatura. ¿Quién los elige? Ah, sí, el Congreso Nacional en pleno, ese mismo lugar donde las componendas son el pan de cada día. Y no nos olvidemos de la Corte Constitucional, elegida por el Senado. Es como un juego de cartas donde todos tienen un mazo cargado de intereses políticos.
La Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado se eligen por cooptación, es decir, que entre ellos mismos se “eligen” o se favorecen. Un aplauso para la democracia interna, ¿no? Eso sí, todo esto tras haber pasado por listas elaboradas por el Consejo Superior de la Judicatura, ¡Sorpresa!, Consejo Superiro que fue elegido por políticos del Congreso Nacional.
Es como una especie de círculo vicioso, donde todos se dan palmaditas en la espalda mientras el resto de nosotros pagamos los onerosos salarios de los togados y hasta de los del Cartel de la Toga. Y cómo olvidar al Procurador General de la Nación y al Contralor General de la República, elegidos por un Senado y un Congreso en pleno, respectivamente que, a estas alturas, ya deberían tener su propio reality show titulado ¿Quién tiene el control?
Finalmente, tenemos al Fiscal General de la Nación, ternado por el político mayor: el Presidente de la Republica, y elegido por una Corte Suprema de Justicia que previamente sale de unas listas del Consejo Superior de la Judicatura, Consejo Superior que irónicamente es elegido por los políticos del Congreso Nacional; se convierte esto en un ejemplo brillante de lo que llamamos “Falta de Independencia”; es como un juego sucio donde al final se les debe el cargo a los nominadores y electores.
Así que, cuando oigamos a algún político hablar sobre la independencia de estas instituciones, recordemos que, en Colombia, los pesos y contrapesos son más un chiste que una realidad. Después de todo, en este país la democracia es un arte… un arte que, desafortunadamente, parece haber quedado atrapado en una galería de mal gusto.