Por: Jorge Enrique Pava
El día de mañana, 23 de noviembre de 2024, estaremos en otra marcha en contra del peor gobierno que ha tenido Colombia y de la mayor maquinaria de destrucción que se ha instalado en el país. Porque no hay sector que no esté amenazado por las medidas absurdas y destructivas del gobierno; no hay individuo, colectividad, grupo o familia que no reniegue, llore o se angustie ante el deterioro que penetra hasta su estado de ánimo y optimismo; no hay quien, por petrista que sea, se niegue a reconocer que, de seguir como vamos, definitivamente este es un país sin futuro. ¡Y eso duele!
Pero duele más la resignación de las víctimas, que somos todos los colombianos. Duele más que la corrupción, el atropello, la amoralidad en los altos cargos del gobierno, la pérdida de valores y el poder del terrorismo se hayan convertido en parte del paisaje.
Es como si, de un momento a otro, nos hubieran reemplazado las virtudes por defectos y los valores por depravaciones, y hubiéramos amanecido en una cloaca que tenemos que soportar y adoptar como modo de vida. Como si esa izquierda radical, que desde hace años ha buscado generar caos, desestabilización institucional, depravación, degradación, vandalismo y miseria hubiera obtenido un triunfo definitivo y se hubiera impuesto para siempre en nuestras vidas.
Es como si ya estuviéramos desahuciados… ¡Pero no! ¡Tenemos que demostrar que estamos vivos! Que no hemos claudicado en la defensa de nuestro hermoso país y que por muchas que sean las amenazas y agresiones que nos acechen, estamos unidos en una gran masa para derrotarlos y evitar que este caos siga imperando; demostrarles que esas fuerzas diabólicas tienen una talanquera indestructible que los va a detener en sus macabras intenciones.
¡Tenemos una lucha que dar! Y por poderoso, millonario, inescrupuloso y degenerado que sea el enemigo, la unión de millones de personas buenas es más grande que todos los males que se quieren apoderar de Colombia. Ya nuestra indiferencia permitió que la perversión llegara al gobierno y tuviéramos que padecer a Petro en la presidencia.
Hoy, esa miseria se está apoderando de las Altas Cortes e irrigando dádivas al legislativo para conseguir mayorías puntuales pero, además, está cogobernando con los grupos armados ilegales y con las mafias del narcotráfico que lo llevaron al poder. ¿Vamos a permanecer callados? ¿Vamos a seguir resignados? ¿Vamos a seguir empoderándolo a través del silencio y el miedo? ¿Vamos a seguir fortaleciéndolo con nuestra indiferencia? ¿Qué estamos esperando para reaccionar?
Marchas como la de mañana no son simplemente una manifestación aislada. Son el empoderamiento del pueblo y la demostración de que la masa mayoritaria está viva y dispuesta a defender sus valores, su democracia, su familia, sus bienes y sus derechos. Que no le tememos a la primera línea criminal, o a Bolívar, Cepeda, Pizarro y demás alimañas. ¡Es la demostración de que la Colombia buena está en pie de lucha!