Por: José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie
Los estudiantes organizaron una marcha peligrosa y sin antecedentes, vespertina y enmascarada, que colapsó el tráfico y demoró a los padres que regresaban a sus hogares para el Día de los niños.
Durante el día, las redes incitaban con mensajes del tipo “Si Chile y Ecuador pudieron, nosotros también”, y no faltaron la violencia, la destrucción y los enfrentamientos con el Esmad, limitado en su deber de controlar los desmanes, pues mientras recibe insultos y ataques, cualquier reacción frente a los vándalos se convierte en exceso de fuerza y violación al derecho a la movilización.
Es sagrado el derecho a movilizarse, pero todo derecho encarna deberes y tiene límites. Los estudiantes ya protagonizaron un paro de ¡66 días!, desquitándose con Iván Duque por la incuestionable deuda histórica con la educación. El Gobierno dialogó y respondió con un esfuerzo presupuestal sin precedentes, pero nada satisface a los estudiantes, que completaron ¡16 manifestaciones! durante el gobierno Duque.
¿Qué hay detrás?, ¿qué es lo que “también pudieron” los estudiantes chilenos? ¿Acaso incendiar al país? Sigo creyendo que la “marcha de las máscaras” tenía una intención peligrosa, pero el pueblo colombiano, que tiene cerca la desgracia de Venezuela y sufre la violencia del narcotráfico y de una paz mal hecha, se resiste a ese “despertar chileno” al caos, a más violencia y a la destrucción física y social.
“Chile despertó” ante la inequidad, vociferan los incendiarios, arengando por la lucha de clases, la igualdad por lo bajo -todos pobres- y contra el “capitalismo salvaje” que, paradójicamente, les permite ingreso y bienestar por encima del resto de América Latina.
Mientras tanto, es descarada la proclama del movimiento que parecía morir con el desastre venezolano pero resucita con violencia. Maduro advierte que el Plan del Foro de Sao Paulo, que no es otro que la implantación del comunismo, “va perfecto… No puedo decir más… ustedes me entienden”, y desde el imperio de Putin, que lo utiliza y le da oxígeno, anuncia “un mundo sin imperios” para América Latina y un plan estratégico con apoyo ruso.
Vuelve el Kirchnerismo a Argentina; Diosdado se refiere a la violencia en Chile y Ecuador como una “brisa” y amenaza con un huracán que pasará por Colombia: “Es absolutamente imposible que Colombia se quede tal como está”, dice, mientras Petro, tras su nuevo fracaso electoral, amenaza con “enfrentar los nuevos retos de la movilización del pueblo”.
Es un mensaje inquietante que llega desde la dictadura venezolana y desde un Chile desestabilizado que ojalá reencuentre su camino.
Nota bene. Mientras el expresidente Uribe le fue negado su derecho a la versión libre negado, a Santos le fue ofrecido por el CNE, pero no asistió a responder por la financiación de Odebrecht a su campaña. Es el talante, decía Álvaro Gómez.