Por: Eduardo Mackenzie
Parece que el señor Jean-Claude Bessudo me envió una carta sin fecha que la revista electrónica El Expediente me hizo llegar antier. He aquí mi respuesta.
Estimado señor Bessudo,
En lugar de clarificar las cosas, su carta suscitó en mí nuevos interrogantes. Usted dice no entender por qué lo exhorté en mi artículo del 16 de mayo a pedir perdón a Colombia. Mi texto es, sin embargo, claro: usted debería hacer eso porque la reunión que tuvo con el senador Gustavo Petro, el 15 de mayo, acrecentó la amargura y angustia del país.
Usted me responde que invitar a Gustavo Petro a perorar en su casa es un gesto normal. Peor, que le parece un acto admirable. Con ese acto usted habría contribuido, nos dice, a reforzar la “convivencia ciudadana”. Usted se felicita por haber convertido su domicilio bogotano, ese día, en tribuna para que un “dirigente político” diera su “opinión sobre varios temas”.
Millones de colombianos no vemos las cosas así. Dar la palabra al principal promotor de una huelga violenta, que en ese preciso instante estaba destruyendo e incendiando estaciones de la policía y alcaldías en varias ciudades de Colombia, no podrá ser visto jamás como un acto para “entender al otro” ni como un impulso para “reducir el antagonismo en el país”. ¿Por qué no le dio la palabra, más bien, a las víctimas de esa masiva gesta delictiva?
Usted dice que sólo invitó a un político para que opinara sobre “varios temas”. Usted olvida que Gustavo Petro no es un político como los demás. Él es un caso aparte, extravagante, no por sus ideas, altamente controvertidas, sino por su pasado como militante no arrepentido de una organización terrorista y por el hecho de que él no ha sido amnistiado. Petro no ha pagado aún la deuda penal que tiene contraída con la sociedad.
Desde 2018, tras perder la elección presidencial, Gustavo Petro vive para organizar la revancha y la venganza contra un país que lo repudia y que lo repudiará de nuevo en 2022. Desde el primer instante, Petro alentó la ola de destrucciones que hoy está golpeando más que nada a la población más vulnerable. Petro enalteció y hasta pidió que sea “indefinido” el bloqueo violento del país y pretendía culminar la asonada nacional con una manifestación de un millón de personas que fue un estruendoso fracaso. La campaña de mentiras contra el gobierno y el inaudito bloqueo han dejado, según cifras oficiales del 12 de mayo, 1 538 heridos, entre policías y civiles y un Capitán de la Policía asesinado por vándalos, el pasado 28 de abril en Soacha, 15 días antes de que usted le abriera las puertas de su casa a quien aplaude tales actos de barbarie.
¿Usted no sabía cuán responsable es Petro por lo que está ocurriendo en Colombia? ¿Creía que conversar con ese individuo sobre no sé qué temas, delante del embajador de Israel en Colombia y de personalidades del sector industrial y comercial del país, contribuiría a “reducir el antagonismo en el país”?
El papel político central de Gustavo Petro en la explosión de delitos que genera el llamado “paro cívico” es una realidad y no solo yo lo denuncio. “Diferentes fuerzas sociales han coincidido en señalar a Gustavo Petro como el responsable de los actos vandálicos y de violencia que se han vivido en las últimas horas en el país”, reportaron varios medios colombianos el pasado 29 de abril. “El exalcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, fue uno de los más enfáticos en señalar a Petro como el responsable de todo lo que ocurra en el país con motivo de las marchas que se pretendieron amparar en la convocatoria a paro, el mismo que se convirtió en ilegal, al momento de no acatar una medida cautelar por parte del tribunal de Cundinamarca”, escribió en esa fecha un diario.
“Con motivo de la convocatoria del Paro Nacional cuyos integrantes del comité del Paro son afectos a Gustavo Petro, varias ciudades del país sufrieron, además de bloqueos, una serie de acciones vandálicas y de violencia incitada por el exalcalde de Bogotá y ahora senador”, subrayó otra publicación.
Voces jóvenes, como Miguel Uribe Turbay y Eduardo Pimentel, fustigaron igualmente a Gustavo Petro “por haber apoyado el Paro Nacional del 28 de abril y los desmanes que hubo en varias partes del país.” “Los ciudadanos indignado por la avalancha de hechos de vandalismo, también hicieron los señalamientos de responsabilidad al excandidato presidencial, representante de la izquierda radical del país”, informa otra publicación virtual.
Usted señor Bessudo aduce que la reunión de la CCJC con Petro había sido “programada” siete meses atrás. Si ello es así ¿por qué fue realizada precisamente en estos terribles días? ¿Por qué no antes? ¿Por qué en medio de una ofensiva de destrucción y de terror de la cual Gustavo Petro pretende sacar réditos electorales? Dicha reunión podía ser aplazada pero usted no lo hizo.
Reunirse con él ese día fue como decirle a Colombia: lo que Petro hace está bien y debe seguir adelante.
Usted, por eso, debería repudiar la reunión del 15 de mayo.
Ustedes, dice su carta, querían conocer las opiniones de Petro. A un político no se lo conoce por lo que dice sino por lo que hace. Usted no puede ignorar la vieja relación de Gustavo Petro con el difunto dictador Hugo Chávez. Petro siguió a Chávez desde antes de que ese émulo tardío de Fidel Castro llegara al poder. Petro quiere hacer en Colombia lo que hizo Chávez y lo que hace Maduro en Venezuela. Petro estima que “la revolución bolivariana” es un éxito político-social y es un ejemplo para todo el continente. A ese grado de locura llegó el líder de la Colombia Humana que hoy trata, con otras facciones, de acabar con Colombia. ¿Esa es la opinión que usted quería descifrar el 15 de mayo?
Nadie puede olvidar que Gustavo Petro nunca cuestionó el antisemitismo de Hugo Chávez. “Desde la asunción de Chávez, la colectividad judía de Venezuela viene siendo objeto de persecuciones y vejámenes”, escribió en 2011 el escritor y periodista Rubén Kaplan, antes de dar numerosos ejemplos que no citaré aquí.
No sé qué les dijo Petro a los invitados del 15 de mayo sobre los temas que usted evoca: “la industria, la reforma de la policía nacional e Israel”. Quizás les dijo lo que ustedes esperaban oír. Una cosa es saber qué puede recitar un totalitario ante un auditorio y otra lo que él piensa realmente.
Usted señor Bessudo dice haber aprendido “en el Liceo Francés de Bogotá” a razonar. Lo felicito. Usted habla en su carta de “cartesianismo”. Lástima que haya olvidado que Descartes partía de la aplicación sistemática de la duda ante todo: ante el testimonio, ante la reflexión y ante las mismas verdades matemáticas. ¿Podría usted seguir ese precepto y dudar y cuestionar lo que el senador Petro les dijo sobre sus geniales ideas para Colombia?
Cordialmente
Eduardo Mackenzie
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