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Inepto e incapaz, hasta para destruir

por El Expediente
septiembre 22, 2024
en Opinión
Tiempo de leer:5 mins read
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PETRO DESHONRA A LA NACIÓN
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Por: Rafael Rodríguez-Jaraba

No se entiende como personas educadas, o al menos reflexivas o medianamente informadas, pueden seguir apoyando a Gustavo Petro. Su ineptitud, incapacidad e ignorancia, son insuperables, sin mencionar su odio, rencor y resentimiento por la democracia. Petro es un comunista anacrónico, antisemita e incendiario.

El resultado de las últimas encuestas sigue demostrandola vertiginosa caída de su popularidad y la creciente desconfianza en su remedo de gobierno, así como la reprobación y rechazo a sus ocurrencias, desvaríos y desafueros.

Y es que cada día que transcurre, y, como era de esperarse, muchos de los seguidores de Petro, ante tanta torpeza e infundios, han empezado a entrar en razón, a recuperar el sentido común y a dimitir de una masa dócil y amorfa, aglutinada por la frustración, el odio y el resentimiento, lo que Petro bien sabe promover.

No hay duda, que de lo poco que sabe Petro, es de manipulación de masas, y, para lograrla, apela a la debilidad que produce la pobreza, así como la falta de educación, formación e información de muchos de los ingenuos o incautos que le votaron y aún lo siguen por mero utilitarismo. 

Por su megalomanía extrema y su mesianismo ilímite, Petro desprecia la historia, desconoce la verdad y acomoda los hechos a su conveniencia, valiéndose de todo tipo de artimañas y patrañas para contagiar a sus seguidores de un negacionismo irracional.

Su manipulación en la comunicación es proverbial, y con el uso de su disparatado lenguaje, pretende embaucar a ciudadanos desorientados e infligir daño a sus opositores mediante solapadas agresiones que develan sus instintos viscerales.

Como experto en posverdad, en sus prédicas no tiene reparo en deformar la realidad, acomodándola siempre a su favor, con lo que infructuosamente intenta eludir su responsabilidad endilgándosela a otros. Tampoco tiene reparos en tergiversar la historia y desconocer la ciencia, mediante la exageración, la distorsión o la alteración, de manera que la balanza de la credibilidad siempre decline hacia su dicho.

Para eludir debates y no afrontar razonamientos ajenos, apela al escapismo, bien afirmando que no existen condiciones para dialogar, o bien, descalificando cualquier planteamiento que no coincida con su disparatada entelequia, para al final, posar de víctima de golpes blandos, duros o de Estado. 

Otro recurso que emplea Petro, como manipulador profesional, es la descarga de ociosos argumentos, anécdotas y alterados ejemplos, para intentar debilitar a sus interlocutores y obtener la aceptación de quienes escuchan sus vacías peroratas.

Para aparentar autoridad, impone plazos perentorios para que sucedan hechos imposibles, impredecibles oimprevisibles, de los que él mismo es incapaz de determinar la oportunidad de su ocurrencia, con lo que transmite a sus súbditos, apremio y ansiedad para que tomen decisiones precipitadas. Petro, además de mentiroso incorregible, es un timador intimidante.

En sus perversas argucias, recurre a la ironía, la burla y el sarcasmo, así como a su destemplado y socarrón humor, para intentar minimizar o ridiculizar a sus oponentes. Petro es rudo en la ofensa e implacable en la descalificación ajena, con lo que busca impresionar e imponer autoridad ética y supremacía moral. Nadie más carente de ética y autoridad moral que Gustavo Petro.

De todos los artilugios de su oscura e insondable personalidad, probablemente el peor, es su rechazo a la evidencia, y de eso se han venido percatando cientos de miles de sus seguidores, que gradualmente se han ido llenado de razones para abandonar los toldos de un movimiento mesiánico y populista, empecinado en destruir la democracia, empoderar la criminalidad, restringir la libertad, debilitar la economía y entronizar el comunismo.

Los días que se avecinan no serán los mejores para Petro, y sus despropósitos y desinteligencias terminarán aislándolo y, de seguro, sumiéndolo en una profunda y peligrosa depresión de la que difícilmente saldrá.

No sería de extrañar que, en su desesperación, Petro termine convocando a la población a las calles para apremiar al Congreso que apruebe sus enrevesadas reformas, como tampoco extrañaría que reviva su “primera línea” para intimidar a la nación y promover otro estallido criminal. De Petro, todo se puede esperar.

Ante tan seria amenaza, el Congreso de la República, la Corte Constitucional y el Consejo de Estado, no deben permitir que Petro destruya la democracia. Por su parte,la población civil, desprovista de posturas sociales, políticas, ideológicas o partidistas, debe seguir manifestando su repudio al gobierno, mediante marchas pacíficas y congregaciones cívicas que demuestren que,las calles y las plazas de Colombia no le pertenecen a Petro, como de manera frecuente, arrogante y amenazante lo afirma.

Como lo dije hace más de dos años, Petro terminará solo y atrapado en el laberinto que construyó con su propia villanía; muchos de sus secuaces en la cárcel; y, susingenuos electores, burlados, desengañados y arrepentidos.

Petro deshonra a la nación, socava la democracia y degrada la investidura presidencial. Su elección,demuestra el fracaso de la educación en Colombia. Es por eso que debemos seguir trabajando para que la educación sea formativa, cívica y democrática, y no informativa, ideológica y comunista.

Petro resultó inepto e incapaz, hasta para destruir; ojalá que la providencia lo haga sobrio, lo oriente y guíe, y lo condene a estudiar.

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