Por: Andrés Villota
Lo que está ocurriendo en las calles de Colombia contradice los resultados electorales de las votaciones parlamentarias de marzo del 2022 y las votaciones presidenciales de junio del 2022,
El inconformismo social, los estallidos sociales, las protestas sociales, el genocidio de líderes sociales, la multitudinaria movilización social, la exclusión social de todos los que no son petristas, el hambre generalizada entre los pueblos aborígenes, los jóvenes estudiantes tomándose las calles y la diáspora de colombianos, son apenas algunos de los fenómenos sociales que se han multiplicado desde la llegada de Gustavo Petro a la Casa de Nariño.
El aumento desmesurado de la pobreza, la ruina de las empresas, el aumento del desempleo, la inflación galopante, la híper devaluación del peso colombiano frente al dólar americano y la fuga masiva de capitales son algunas de las desgracias que ha traído Gustavo Petro y su equipo económico.
La caída de los precios de los TES, el colapso de los precios de los bonos de deuda soberana colombiana que se transan en los mercados mundiales de deuda, el alza incontenible de la tasa de interés, la salida de Ecopetrol de la canasta de acciones del Índice de Morgan Stanley y la muy probable salida de los TES de la canasta del índice de deuda pública de JP Morgan, se le suma a la larga lista de causales para que la miseria se apodere de Colombia.
Frente a este escenario apocalíptico, los que votaron por Gustavo Petro desaparecieron. Los que, con sus votos, hicieron de Gustavo Petro el fenómeno político más importante en toda la historia de Colombia, como lo demuestran las cifras, no aparecen, ni lo defienden, ni lo apoyan. A pesar de ser el presidente elegido con el mayor número de votos en toda la historia republicana de Colombia (11’281.013).
A pesar de haber crecido el Censo Electoral, solamente, el 7,11%, Gustavo Petro, logró en solo 3 semanas, el récord histórico de aumentar su votación el 24,40%, pasando de 8’527.768 de votos en la primera vuelta a 11’281.013 de votos en la segunda vuelta.
A pesar de haber logrado reducir la abstención electoral a solo el 41,91%, la abstención más baja en todo el Siglo XXI. A pesar de haber logrado una gesta épica entre los votantes jóvenes, a los que convenció que votaran por él, después de haber obtenido, su movimiento político, solamente, 23.989 voticos en la elección de los Consejos de Juventud, el pasado 5 de diciembre del 2021.
A pesar de todos esos grandes, inmensos, milagros electorales logrados por Gustavo Petro que la ciencia y la estadística jamás van a poder explicar; a pesar de todo eso, esa masa enorme de votantes, no aparece por ninguna parte. No manifiestan su apoyo en las calles, no contestan las encuestas de favorabilidad de su gestión.
De sus votantes, solo aparecen algunas mujeres terroristas que queman iglesias o algunos jóvenes terroristas estudiantes de universidades públicas que queman buses de servicio urbano. Es decir, salvo por la minoría de pirómanos que votaron por Gustavo Petro, no aparece el resto de colombianos que votó por él y por su movimiento, el Pacto Histórico.
Gustavo Petro, no es el único político al que se le desaparecieron sus votantes, eso también le pasó a Joe Biden, a Pedro Castillo, al ex convicto Luis Ignacio Lula de Silva y a Gabriel Boric. Todos, absolutamente todos, previamente, batieron los récords de número de votos obtenidos por político alguno, en toda la historia de sus respectivos países.
La desaparición de los votantes, podría ser la lógica consecuencia de la vergüenza que causa haber votado por un terrorista, ex convicto que, además, tiene el hábito de bestializar cada vez que habla en los foros locales y mundiales. Hoy, nadie quiere confesar que votó por Gustavo Petro porque no quiere sentirse culpable del desastre al que llevó a su familia y a sus amigos.
Una mujer con todas las calidades académicas y con la mejor formación, como Martha Juanita Villaveces, por ejemplo, que fue nombrada decana de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia, por culpa de su militancia en el Petrismo, perdió su buen nombre, credibilidad y prestigio en el mundo académico. Incluso, algunos dicen que la pusieron de decana porque Petro así lo exigió.
También, la desaparición de los votantes petristas, puede ser una consecuencia del perfil promedio de los simpatizantes de Gustavo Petro, rémoras familiares, parásitos sociales, vividores profesionales, que no se han dado cuenta del colapso de la economía colombiana porque, aún, siguen recibiendo cumplidamente su mesada. Probablemente, reaccionarán y saldrán a las calles, el día que ya no tengan para poder comer.
Otros, los expertos en análisis de números, que conocen y aplican la Ley de Benford a las cifras de los votos que, evidentemente, son sintéticos, fabricados, aseguran que no aparecen los que votaron por Gustavo Petro porque no existen, nunca existieron, solo aparecieron en el software que usó Alexander Vega para justificar la entrega de la credencial de presidente a Gustavo Petro.
Al parecer, el aumento de los cuestionamientos sobre la veracidad de las cifras entregadas por Alexander Vega y el aumento en las denuncias de fraude electoral, tiene a muchos sin poder dormir las ocho horas recomendadas. No es casualidad que apareciera, de repente, el ultrasantista profesor Sergio Fajardo diciendo que él, a pesar de su ego inmenso, lo había hecho todo muy mal y que por eso había perdido y, por eso, ganó Petro.
Eso lo dijo un par de días después que un ex asesor de Rodolfo Hernández asegurara que Hernández había dejado ganar a Gustavo Petro, porque Hernández no quería ser el presidente de Colombia porque le dio miedo. Y por si lo siguen dudando, aparecen unos que invocan a la Constitución y exigen respetarla, aceptando los resultados electorales, como si en alguna Constitución, en el mundo, existiera un artículo que permitiera el fraude electoral o que legitimara robarse unas elecciones.
A solo cien días de su posesión, el gobierno del presidente Gustavo Petro se hunde en medio de su improvisación, su ineptitud, su incapacidad, su incompetencia y sus profundas contradicciones internas.
El fanatismo mesiánico de los seguidores fundamentalistas de Gustavo Petro, para defender y justificar su pésimo gobierno, los ha llevado a difundir rumores que van desde un Golpe de Estado hasta que tiene un cáncer terminal, para evitar los señalamientos y los cuestionamientos de la opinión pública. También, para justificar su inasistencia a los actos públicos y a los eventos propios de su cargo, han llegado a decir que es un alcohólico y que para quitarse las borracheras, ha tenido que hacer “trampa”.
Otros, menos básicos, se dedicaron a diseñar una Teoría de la Conspiración copiada de los fundamentalistas estadounidenses del partido Demócrata que la han usado para tratar de salvar a Joe Biden, su líder supremo, de la responsabilidad absoluta que tiene en la destrucción de la democracia, las libertades, la economía y la hegemonía de los Estados Unidos. Entonces, no les extrañe que los petristas empiecen a decir que Petro no es Petro, sino que es un clon y que lo cambiaron en Italia cuando le dio COVID.
O que empiecen a decir que Petro está salvando a Colombia y que se robó las elecciones porque tenía que salvar la democracia colombiana. Eso dicen los seguidores de Joe Biden, en Estados Unidos, que él hizo fraude porque los extraterrestres le dijeron que lo hiciera para salvar a la democracia, esto no es un chiste, eso dicen allá.
Ojalá que aparezcan los que votaron por Gustavo Petro, que den la cara y que acepten su responsabilidad. Que lo apoyen y le den su respaldo en las calles para que, los mal pensados, dejen de decir que Petro, sigue siendo un hampón que ya no se roba carros para poner carros bomba, sino que ahora se roba resultados electorales.