Por; Jorge Cárdenas
Imagino que todos los artículos de este fin de semana girarán en torno a la injusta medida de aseguramiento en contra del Expresidente Álvaro Uribe Vélez; y no es para menos.
Más de medio país estamos sumidos en la indignación mientras que quienes no reconocen la labor realizada por El gran colombiano celebran el triunfo de quienes han sido parte del desangre de Colombia y/o hacen parte del mayor cartel narcotraficante del planeta.
Hablar del porqué estamos indignados es redundar en argumentos de vida y de lucha. Esos que ha entregado Álvaro Uribe en su carrera política durante décadas. Es remontarnos al país que recibió en el 2002 y el que entregó en 2010. De su lucha frontal contra los grupos al margen de la ley que camuflan su acción delincuencial en supuestas causas sociales pero que durante más de 60 años de crímenes no dan muestras reales de ningún tipo a favor de ninguna comunidad.
Grupos que ahora, gracias a la dictadura venezolana, atacan a la población colombiana y se refugian en el vecino país donde tienen sus cuarteles generales mientras son tratados como ministros por el infausto paquidermo dictador.
Y es que la lucha de Uribe tiene como origen la violencia a la que fue sometida su propia familia. No es gratuita ni proselitista. Es producto del mismo padecimiento que han sufrido miles de familias colombianas que, como él, han sido victimas del asesinato, el secuestro y la extorción perpetrados por criminales que posan de insurgentes con intereses políticos.
Hace 12 años todos los colombianos reconocíamos al enemigo común en la marcha NO MÁS FARC donde millones en las calles manifestábamos nuestro repudio por sus actos y los de grupos como ellos que, aunque tengan brazaletes distintos, tienen los mismos intereses y modus operandi.
Hoy, gracias a la maquiavélica función de Juan Manuel Santos Colombia está partido a la mitad y no son pocos (sobre todo los más jóvenes) quienes posan alegres en redes sociales junto a los lideres del grupo narcoterrorista quienes hoy, gracias al tartufo, tienen curules gratuitas en el Senado de la República.
La respuesta mundial ante el exabrupto cometido contra el senador es clara. Es ridículo que el país que produce el 90% de la cocaína del mundo tenga a los narcotraficantes legislando y a quien los ha combatido y denunciado, en la cárcel.
¿Quienes celebran la detención de Uribe?
Precisamente esos victimarios quienes jamás lo pudieron vencer ni en las urnas ni en el campo de batalla.
Ex miembro de grupos al margen de la ley quienes gracias a la laxitud de las leyes colombianas y a la complicidad de quienes las imparten hacen hoy parte del gobierno.
Celebran quienes desde siempre han hecho parte de las FARC aún cuando, como senadores antes de los infames acuerdos, debían haber condenado sus actos pero nunca lo hicieron y hoy cobijan con impunidad y silencio el que tampoco los hayan honrado ni con verdad ni con reparación.
Lo celebra el expresidente Santos a quien lo elegimos los colombianos con la esperanza de que continuara con el legado de su mentor y jefe natural pero que una vez en el poder no desperdició medio segundo para traicionarlo.
Lo celebran miles de jóvenes ignorantes convencidos de una historia irreal inventada por la izquierda donde ponen a Uribe y su gobierno como el victimario mientras ellos actúan el papel de víctimas.
Y es que en eso hay que felicitar a la izquierda, no solo la colombiana sino la del mundo, porque saben esperar. Son pacientes y ejercen todas las formas de lucha para lograr su propósito de llegar al poder y enquistarse en él a costa del dolor y la miseria de los mismos pueblos que los ayudan a llegar a él.
Cuando se habla del Castro-chavismo no se habla de una invención o una idea vaga. Es justamente la demostración palpable y cercana de la realidad de los modelos de gobierno defendidos y apoyados durante décadas por Gustavo Petro y sus secuaces.
Lideres carismáticos que le hablaron al pueblo de su necesidad de cambio, de la corrupción de sus gobernantes y vendieron la idea de ser ellos los portadores de las soluciones. Hoy; 61 años después en el caso cubano y 20 en el venezolano; sus pueblos siguen sumidos en esos problemas potencializados por una represión total y la ausencia de derechos.
Esos “lideres” lograron impedir el crecimiento económico de sus naciones mientras ellos se enriquecían y sus habitantes se volvían cada vez más miserables.
Maduro y los lideres cubanos también celebran la detención de quien siempre los denunció y condenó sus acciones. A ese grupo se unen Ortega, Evo desde el exilio y los demás dictadorzuelos disfrazados de demócratas para quienes él siempre significó su némesis.
A lo mejor la izquierda triunfe en su intento por llegar a la Casa de Nariño en el 2022. A lo mejor la dictadura de las cortes colombianas y su decadencia les sigan ayudando a cumplir su cometido. A lo mejor sea lo que Colombia necesita porque nadie escarmienta en cabeza ajena y porque hasta que no toquemos fondo no valorarán lo que ese paisita, su carnita y sus huesitos, han hecho por un pueblo desagradecido que parece padecer de un síndrome de Estocolmo colectivo.
Con lo que no parecen contar es con que, para que eso suceda, tienen que vencer a quienes sabemos de su obra y creemos en su inocencia. Quienes seguimos convencidos; hagan lo que hagan, disfrácense como se disfracen; de que los enemigos son ellos y que este mundo al revés lo tenemos que enderezar.