Por: Jorge Cárdenas
Gran polémica se ha presentado en el país por cuenta del irresponsable mensaje del candidato perdedor, Gustavo Petro, donde dice que las vacunas no sirven para nada frente a la variante delta del coronavirus y que el presidente Iván Duque ha sido incompetente con el manejo de la pandemia.
Digo irresponsable por no tildar de criminal lo que este individuo es capaz de hacer o decir con tal de captar la atención, ungirse como solución y lograr conseguir los votos de los ignorantes que lo siguen y le creen a fe ciega. Vale la pena aclarar que no todos los que lo siguen son ignorantes ni apoyan absolutamente todo lo que se atreve a decir, pero si hay una cantidad de incautos importante dentro de sus filas, alfiles capaces de lo que sea con tal de ver a su líder como presidente de los colombianos.
Parte de ser un líder es saber que se tiene la responsabilidad de la credibilidad de pocos o muchos y que lo que sea expresado por ese líder debe estar sustentado porque la gran mayoría de las personas no verifican la información que ese líder comparte.
Casos como las sectas que terminan sacrificándose masivamente o llevando a la criminalidad y la muerte a incautos y crédulos hay por doquier.
El caso de Waco Texas fue seguido por millones a través de la televisión y ya sabemos el triste final de hombres, mujeres y niños que creyeron en las palabras y promesas de David Koresh y sus Dadivianos. O el suicidio de más de 918 miembros de la secta del templo del Pueblo en Guyana a causa del terrible liderazgo de Jim Jones y su retorcida interpretación de la palabra de DIOS.
Las vacunas contra el coronavirus se desarrollaron basadas en la investigación de las cepas existentes el año pasado, Alfa y Beta, para las cuales la respuesta inmunológica es altísima reduciendo enormemente las posibilidades de hospitalización y casi anulando la de muerte entre los vacunados.
Ahora que la variante delta apareció y rápidamente se ha convertido en la predominante en el mundo se ha descubierto una reducción en esa respuesta llegando ya a encontrarse casos de pacientes con complicaciones aún después de tener hasta las dos dosis de alguna vacuna.
Una de las razones, según varios médicos y científicos, por las cuales la variante delta se ha podido propagar con tanta efectividad es porque aún estamos muy lejos de alcanzar la inmunidad de rebaño, ya sea por la acción de las vacunas o porque los ya contagiados abriguen a quienes todavía no contraen el virus, por eso el virus ha mutado de manera tan exitosa.
Incluso en países desarrollados donde el acceso a la vacuna está al alcance de todos, sigue habiendo mucha resistencia por parte de algunos a aplicársela.
Se dice que un tercio de la población de EEUU desconfía de ellas y no han accedido a los puestos de vacunación pese a que la facilidad para aplicárselas es absoluta. Soy testigo de eso. Viajé junto a mi esposa y a las 12 horas ya teníamos la primera dosis de Pfiazer. Incluso en los supermercados lo abordan a uno invitándolo a vacunarse. Por los altoparlantes de los aeropuertos convocan a los viajeros a ponérsela, sin embargo, muchos prefieren no hacerlo porque les creen más a las teorías conspirativas de chips, cambios en el ADN o en el robo de información y perdida de la privacidad.
Paradójicamente esas teorías se han propagado por redes sociales donde los usuarios, para inscribirse, dan absolutamente toda su información y donde perfilan nuestros gustos y preferencias para bombardearnos constantemente con la información que saben que queremos recibir.
Millones de personas usamos Google todos los días hasta para buscar la información más insignificante sin importarnos que estamos dejando nuestra huella y ellos van a sacar provecho de ella en todo momento.
¿Quisiera saber si alguno de los que leen este artículo tiene en su memoria qué marca de vacuna usaron sus padres para evitarles el contagio de la polio, por ejemplo?
O, para acudir a sus memorias recientes, ¿cuál fue la usada en su refuerzo contra la influenza?
En la era de la información no podríamos estar peor informados. Todos nos creemos expertos en todo y difundimos lo que sea con una convicción casi científica.
Claramente el coronavirus no ha sido la peor epidemia que haya vivido la humanidad. Sus cifras están muy por debajo de las de la peste bubónica en la edad media o la de la “Gripe española” de hace un siglo. Pero eso solo lo podemos decir con un “hasta ahora”, enorme y en mayúsculas, porque aún no termina la pesadilla, no sabemos cual irá a ser la cifra final porque no tenemos ni idea de cuanto pueda llegar a durar.
La cuarentena declarada por la mayoría de los países del mundo el año pasado nos hizo vivir algo inédito en la historia de la humanidad. Y es que uno de los riesgos de la globalización y de la facilidad con la que nos movemos por el mundo en la actualidad es precisamente ese; lo que antes contagiaba a un porcentaje pequeño hoy nos puede llegar a todos en cuestión de días. Por eso nos encerraron durante meses sin importarle a los gobernantes el impacto económico de tal decisión, porque se entendió que la prioridad era minimizar el número de víctimas en una pandemia a escala global.
La crisis social y económica generada por los meses de encierro quebró a muchos, y muchísimos más están luchando por salir adelante y recuperar lo perdido.
Si las cifras siguen aumentando y llega a la necesidad de nuevos encierros no puedo ni imaginar a donde llegaríamos.
Tal vez este pensamiento no sea solo mío. Debe haber muchísimos más orando porque no lleguemos a esas instancias, pero son muchísimos también los que piensan que esto es de esas cosas que solo afectan a los demás.
Tan pronto flexibilizaron las restricciones la gente salió como loca a las calles, muchos sin cubre bocas ni protección de ningún tipo.
Los viajes se reactivaron, y gracias a DIOS porque la industria hotelera y todo lo relacionado con ese rubro vivió una crisis de espanto, pero la gente de vacaciones pensó que el virus se quedaba en sus ciudades.
Como en las cepas iniciales los más afectados eran las personas de edades avanzadas entonces los más jóvenes se creyeron inmunes y salieron a vivir la vida loca. Hoy, la variante delta, está causando estragos precisamente entre esa población porque fueron los más vulnerables gracias a su irresponsabilidad.
La realidad es que, aunque la posibilidad de contagio entre los vacunados bajó de un 95% con las variantes alfa y Beta a hasta un 65% con la variante delta, es claramente mucho mejor estar vacunado que no estarlo. La carga viral llega a ser mucho menor y, por ende, las posibilidades de hospitalización y muerte también.
Si toda la población mundial ya estuviera vacunada eso podría llevarnos a limitar de tal manera la propagación del virus que podría ser controlable y encaminarnos al fin de la pandemia.
Tristemente no es así. Se calcula que solo el 25% de la población mundial ha recibido al menos la primera dosis. Hay una disparidad enorme entre países ricos y pobres pero lo que no ayuda a mejorar las cifras son la indolencia y la desinformación.
Que un personaje que espera manejar los destinos de un país utilice estos resultados a su antojo para generar más pánico del que ya existe, para tildar al gobierno de incapaz con el único objetivo de que algunos piensen que él tiene la solución, debería, cuando menos, causar el repudio general.
No ha habido absolutamente ninguna propuesta por parte de la oposición liderada por Gustavo Petro y su séquito encaminada a ayudar en la crisis que se generó por la pandemia.
Todo lo contrario, han contribuido con las marchas, bloqueos, paros y vandalismo, a ahondar la crisis y poner al país en una situación mucho peor que la que ha vivido la mayoría de los países del mundo.
No quiero politizar el mensaje, pero las cifras demuestran lo que ha sucedido en las ciudades dirigidas por alcaldes de izquierda y las que tienen otro tipo de dirigentes.
Solo falta ver la tasa de desempleo de Cali, la más alta del país, y el apoyo de su alcalde a los manifestantes de la Primera Línea.
Precisamente en las crisis es donde se distingue quien es un líder y quien no lo es.
Es en los momentos difíciles cuando las personas demuestran de qué están hechas y creo que ninguno de los que rodean al candidato de la mal llamada “Colombia Humana” ha demostrado estar trabajando por el bienestar de los colombianos.
Las bases de Petro siguen siendo las mismas desde que era parte del grupo narcoterrorista M-19.
Su líder era Jaime Bateman quien en una entrevista reconocía públicamente la practica de la extorsión como un mecanismo para financiar lo que él llamaba revolución.
Los miembros del M-19 forzaban bajo intimidación a ganaderos, campesinos, agricultores, pequeños y medianos empresarios a pagar cuotas mensuales a cambio de su seguridad, la de sus familiares y lugares de trabajo. Eso a lo que popularmente llamamos “Vacuna”.
Jamás he oído o leído, a Petro ni a ninguno de los miembros del Partido FARC (que ahora se hacen llamar comunes), manifestar su rechazo a esas vacunas. Jamás he visto que digan que atentaban contra la población ni que advirtieran que el no uso de ellas podría causar la muerte. Obviamente no lo han hecho ni lo va a hacer porque de eso han vivido durante décadas.
Por supuesto que a quienes han vivido de la desgracia de los colombianos no les interesa ayudar a solucionar los problemas porque piensan que quienes van a sacar el provecho político van a ser los que han sido sus enemigos naturales desde que estaban en el monte.
Si las cifras aumentan, si el desempleo se dispara, si la polarización se recrudece ellos se fortalecen y su camino para llegar al poder se facilitará enormemente.
Recordemos siempre el popular adagio “por sus obras los conoceréis” y juzguemos a qué tipo de vacuna es más adepto el que quiere popularizar la idea del fracaso para verse en la presidencia en el 2022.