Por: Luis Alfredo Ramos Botero
Todos los países desarrollados han logrado su crecimiento económico y social, apoyándose en dos factores fundamentales: EMPLEO e INGRESO. Esta ha sido la fórmula para mantener un crecimiento económico y un desarrollo social que aseguran la convivencia ciudadana, dentro de un clima de equidad, confianza y felicidad para los asociados.
No sucede lo mismo en todos los países. Temas como el tamaño de la población, los recursos humanos y naturales, además del PIB y del grado de cultura y de educación marcan enormes diferencias. No es lo mismo manejar países como Dinamarca, Holanda o Noruega que dirigir naciones como Francia, Italia o España, o como Colombia. Dinamarca para poner un ejemplo tiene solo 5.8 millones de habitantes, es decir mucho menos de la población del departamento de Antioquia ( 6.5 millones o la ciudad de Bogotá 7.8 millones). Resulta obvio que naciones como las que hacen parte de los llamados Países Bajos, con un ingreso Per Capita superior a los 60.000 mil dólares, son bien distintas para administrar, como sería el caso de países de Centro y Sur América, con alto crecimiento poblacional, altos niveles de pobreza y un ingreso per capita menor a los 10.000 dólares.
Nuestro país con casi 50 millones de habitantes y un ingreso per capita que no llega a los 7.500 dólares, está lejos de alcanzar los niveles de desarrollo y convivencia de los países europeos mencionados, pero sobre todo de ingresos y empleo que dan fortaleza a sus respectivas democracias. A esto hay que sumar la riqueza acumulada durante centurias en esos países, mientras que en el nuestro apenas nos encontramos en la etapa inicial para disminuir la pobreza, rebajar la tasa de desempleo y aumentar el PIB, lo mismo que los niveles de cultura y educación, y así poder competir internacionalmente. Estamos aún en condiciones precarias para dar las soluciones que demanda la creciente población, no obstante los grandes esfuerzos que se han hecho en las últimas décadas.
La suma de lo que dejan las grandes debilidades económicas y sociales nos llevan a un tremendo desafío presente y futuro, pues con solo observar lo que hoy ocurre en Colombia en materia de empleo, tiene porque preocuparnos. Recientes cifras muestran que el empleo informal en Colombia llega al 50% de la población activa, y que el desempleo es cercano al 20%. Esto quiere decir que en nuestro país sólo el 30% de la población económicamente activa tiene un empleo formal, con acceso a seguridad social y a pensión. Estas cifras son escandalosas y descubren la profundidad de una crisis en materia laboral, que influye, en forma notoria, en los niveles de pobreza de nuestro país. El reto, por tanto, es el de procurar una mayor inversión privada, interna y externa, para llegar a contar con un incremento de empleos formales que es la única opción de mejorar el nivel de vida de los colombianos. No es con aumento de la burocracia como se puede salir de un problema estructural como es el empleo.
Es el sector privado, y no el público, el llamado a llevar el liderazgo en el tema del empleo. Lo demás es seguir estimulando el empleo informal , con las consecuencias sociales que esto implica y la imposibilidad para más de 10 millones de trabajadores de alcanzar reivindicaciones sociales para alcanzar mejores niveles de vida.
En conclusión, el gobierno debe tomar las medidas necesarias para que el sector privado pueda dar cabida a quienes hoy tienen un empleo informal. Debe ser un gobierno muy activo en la generación de nuevos empleos y empresas formales, un gobierno atento a la disminución de trámites, revisión de impuestos, generación de fondos privados de inversión para emprendedores. Un gobierno con una política real de innovación y además que impulse un sistema educativo orientado a la ciencia y a la tecnología, entre muchas otras alternativas que están en manos del Estado.
Hagamos este esfuerzo, aunque estemos en pandemia.
LUIS ALFREDO RAMOS
MARZO 26, 2021