Por: Luis Alfredo Ramos
En todas las democracias, el funcionamiento del congreso es fundamental para la buena marcha del estado. La separación de poderes garantiza el mecanismo de “ pesos y contrapesos”, lo que hace que las democracias operen dentro de unas reglas de juego estables y conocidas. No podría funcionar un país, sin congreso, ya que este poder es el que más auténticamente representa al pueblo y no existe excusa para que éste no exista, porque lo demás sería una dictadura. De allí la importancia del congreso en todas las naciones.
En nuestro país los ciudadanos han elegido el congreso desde el mismo momento del nacimiento de la república teniendo al libertador BOLIVAR como su principal promotor. Desde entonces el congreso ha registrado avances y recaídas, sin haber interrumpido sus funciones legislativas, salvo en un breve período, cuando se dio el golpe de estado en 1953. Ha sido el congreso coparticipe del progreso nacional a través de sus leyes y del control político , gozando durante la mayor parte del tiempo del apoyo ciudadano.
Lamentablemente el congreso de hoy no goza de la opinión favorable de los colombianos. Recientes encuestas de varias firmas, entre ellas INVAMER, una de las más acreditadas, muestra cómo el legislativo en Colombia registra un 90% de desfavorabilidad, algo que constituye una verdadera hecatombe para el país y para esa rama del poder. Yo agregaría además que constituye una frustración para la democracia. Podemos entonces preguntarnos con suma preocupación: ¿ Para que sirve un congreso que solo cuenta con el 10% de credibilidad?. ¿Qué es lo que viene ocurriendo para que congreso presente semejantes cifras?.
No es difícil advertir los síntomas y las fallas que el congreso deja ver para ubicarse en esa deplorable posición. Así podemos ver el desgreño legislativo, la disminuida calidad de sus integrantes, el bajo nivel de los debates, el abuso de un alto salario, los llamados cupos indicativos, algo que es más turbio de lo que antes se llamó auxilios parlamentarios, y el desorden en la mayoría de sus sesiones. Todo lo anterior condena al congreso de la república hasta llegar a la ridícula calificación que hoy tiene.
Pues bien, a siete meses de la elección de un nuevo congreso, es obligatorio pensar en los temas que fortalecerían un legislativo para que este órgano no siga siendo el hazme reír de los colombianos sino por el contrario faro y luz de la democracia. El país debe elegir los mejores ciudadanos para conformar el legislativo, de tal forma que éste no quede en manos de la politiquería y la corrupción.
Hay que impedir la compra de votos y el acceso al congreso de personajes con oscuros intereses que es lo que ha venido ocurriendo desde hace varias décadas con algunos senadores y representantes. Moralizar el congreso, elevar el nivel de sus miembros, organizar una disciplina de trabajo y recuperar el apoyo de la opinión pública son los fundamentos para que el congreso de la república opere dentro de unas reglas de juego que fortalezcan la democracia.
EL nuevo congreso tiene a obligación y más que esto, la misión de salvar la frágil democracia colombiana, donde sucede lo mismo que en otras naciones, porque tal como lo señaló con acierto W. CHURCHILL, “La democracia es un sistema insatisfactorio, pero hasta ahora no se ha conocido uno mejor”. Esta frase, dicha hace cerca de un siglo tiene plena vigencia. Y el congreso de la república tiene que ser la máxima expresión de la democracia.
LUIS ALFREDO RAMOS BOTERO
Agosto 6, 2021