Por: Juan Daniel Giraldo
M.Hace ya 3 meses que se posesionó el nuevo gobierno, y con él, la esnobista propuesta de la “seguridad humana”. Desde que se planteó por primera vez en el escenario público, muchos académicos y opinadores de oficio han dado diferentes conceptos y teorías (académicas todas), para tratar de conceptualizar esta política, sin lograr con ello nada más que teorizar y dar algunas apreciaciones, sin llegar con ello a un plan sectorial de seguridad que sea tangible y cuantificable como política pública y ejercicio de Planeación.Teorías y conceptos, todos filosóficos y en el marco de planteamientos etéreos y gaseosos, han hecho que todos comencemos a filosofar en pro de ese tema y de la llamada «paz total», hablan de actores públicos involucrados, de responsabilidades compartidas y otros temas más, sin llegar a un punto de partida como base de planes de acción que irradien los planes integrales de seguridad municipales y departamentales, así como su articulación con la normativa existente, o en su defecto, la creación de nuevas leyes y ordenamientos jurídicos que nos permitan entender y poner en práctica esos planteamientos.
En el año 98, el presidente Pastrana, a través del Plan Colombia, dio el lineamiento básico del fortalecimiento de la infraestructura de defensa de la Policía Nacional y el aumento de recursos económicos para hacerle frente al mal llamadoconflicto armado.
Fortaleció, aunque no aumentó el pie de fuerza, las capacidades operacionales que la policía heredó de la lucha contra los grandes carteles, y lo traslado a la lucha contra la guerrilla y los paramilitares. Álvaro Uribe con su política de seguridad democrática aumentó sustancialmente el pie de fuerza policial, llevándolo a casi 200 mil personas, concentró los esfuerzos en diezmar a la guerrilla y la extinción de los grupos paramilitares, así como en la disminución ostensible de los delitos de alto impacto (secuestro, extorsión, entre otros), y luchó por la disminución de las muertes violentas a causa del conflicto; todo ello con cálculos y cifras medibles.Juan Manuel Santos, con su política de desescalamiento del conflicto concentró esfuerzos seguir disminuyendo el homicidio en zonal rural y mantener bajos las cifras de los delitos de alto impacto, aunque desestimó la conversión citadina del delito.
Con el proceso de paz logro que las muertes violentas a causa de la guerrilla bajaran considerablemente, al punto que el Hospital Militar pasó de estar con ocupación permanente del 95% a los niveles que tenemos ahora.
Iván Duque concentró sus esfuerzos en pretender pensar que acabando con supuestos grandes capos del narcotráfico se disminuirán los índices de violencia en las ciudades, concentró su metraje en la disminución del homicidio en las ciudades, desatendiendo las complejas dinámicas sociales que actualmente sacuden las sociedades locales y regionales.Como vemos todos los presidentes, mal o bien han generado indicadores para medir los niveles de seguridad, aunque desatendiendo la subjetiva percepción de ésta.
Algo que aún no hemos podido ver en este gobierno. Si el gobierno desea inaugurar una era nueva, debe hacerlo no solo con teorizaciones y palabras bonitas, debe hacerlo con acciones y planes que generen confianza en el Estado de Derecho y su jefe supremo de defensa de la seguridad y la ley. Se debe garantizar el ejercicio pleno de los derechos, y el acamiento y respeto pleno de los deberes ciudadanos, generar entornos de bienestar, en el entendido que dicho bienestar va más allá de la satisfacción material de las necesidades básicas, sino que dicho bienestar implica el goce satisfactorio de la seguridad urbana y rural.
Para ello estamos en mora de conocer un plan detallado, pormenorizado y contundente que disminuya eficazmente el hurto, el raponazo, la extorsion carcelaria, el cosquilleo, entre otros. Requiere entender que el robo a celulares es más allá de un hurto simple, que es un delito informático tan grave como cualquier hackeó informatico por las implicaciones que trae. Que los mensajes de pushing enviados desde cárceles afectan más allá de una estafa, sino que merman la sensación de seguridad en el uso diario de la información. Concentrémonos en el factor de seguridad en fuerza pública.
El único que hemos encontrado acerca del planteamiento de seguridad humana reza que “la seguridad humana consiste en proteger a las personas, la naturaleza y los seres sintientes, de tal manera que realce las libertades humanas y la plena realización del ser humano por medio de la creación de políticas sociales, medioambientales, económicas, culturales y de la fuerza pública que en su conjunto brinden al ser humano las piedras angulares de la supervivencia, los medios de vida y la dignidad.El Estado garantizará la seguridad humana, con enfoque de derechos, diferencial, de género, étnico, cultural, territorial e interseccional para la construcción de la paz total.
Para ello, promoverá respuestas centradas en las personas y las comunidades, de carácter exhaustivo y adaptadas a cada contexto, orientadas a la prevención, y que refuercen la protección de todas las personas y todas las comunidades, en especial, las víctimas de la violencia. Asimismo, reconocerá la interrelación de la paz, el desarrollo y los derechos humanos en el enfoque de seguridad humana.
La cultura de Paz Total es un concepto especial de Seguridad Humana, para alcanzar la reconciliación dentro de la biodiversidad étnica, social y cultural de la nación a efectos de adoptar usos y costumbres propias de una sociedad sensible, en convivencia pacífica y el buen vivir.» (Sic)Como vemos, mezcla una cantidad de actores u factores que simplemente diluya la responsabilidad, como ya ha sucedido en el pasado, para que en últimas simplemente sea la policía la encargada por responder como único actor interesado en el cumplimiento de las metas.Debe el gobierno central, en cabeza del Presidente, su Ministro de Defensa, su Director de Seguridad Ciudadana, y sus infinitos asesores en Planeación Nacional, que tan locuaces son para elucubrar extensos y complejos marcos teóricos sobre seguridad humana, en coordinación con alcaldías y gobernaciones, formular y publicar cuanto antes un plan estregico de seguridad nacional ciudadana, que se enmarque en la prevención del delito y en el análisis causal y criminólogico del mismo, con indicadores medibles de satisfacción y de cumplimiento no solo de lo planteado, sino de la percepción y sensación de seguridad, así como de la recuperación de la confianza estatal.
El papel, la teoría y las palabras bonitas pueden con todo, pero solo la praxis de la seguridad en las calles y vecindarios puede asegurar que laPolítica de la Segurdad Humana sea un hecho Finalmente, debemos entender que la policía es la llamada para aplicar y, de forma ejecutiva, poner en práctica todos las órdenes que desde el gobierno se imparte, no es esta la que deba programar y crear planes de acción para cumplir con un compromiso gubernamental. En pocas palabras de un policía «los civiles ordenan, nosotros ejecutaremos».