Por: Andrés Villota
El color verde ha sido adoptado por los movimientos comunistas en el mundo, como una forma de renovación semántica, instituida desde la época de la Escuela de Frankfurt, tras la desastrosa estigmatización que empezaron a tener los partidos bautizados como comunistas o socialistas.
Llamarse comunista o socialista es vergonzante por culpa de las atrocidades cometidas por los comunistas y los socialistas, que son lo mismo, sinónimos cuyo significado es esclavitud, hambre, ignorancia, violencia, salvajismo, satanismo, miseria, desolación y muerte.
Ejemplos sobran. En Rusia, durante la sangrienta revolución comunista que incluyó la masacre despiadada de la familia real rusa. En España, durante el genocidio promovido por el partido socialista obrero español (PSOE). Y en Alemania, durante el holocausto judío, promovido por el partido nacional socialista obrero alemán (NAZI).
Al verde le asignaron un significado medio ambiental, aunque, en la práctica, se convirtió en un color multifuncional que sirvió para representar cualquier causa que le diera cabida al perfil de mediocres, ignorantes, perdedores y fracasados, de los que integran sus filas.
Un magnífico ejemplo del perfil de un verde es Daniel Cohn-Bendit, alias Dany el Rojo. Un pobre diablo, bueno para nada, inútil y depravado sexual, como lo confesó en su libro autobiográfico El Gran Bazar (1975) en el que relata con lujo de detalles todas las aberraciones sexuales cometidas en contra de niños de 5 años, mientras trabajaba en un kindergarten, después de estudiar sociología. Ese es el prontuario del fundador del movimiento verde en el mundo.
Los hampones, entonces, buscan sumarse a las filas de los verdes para mimetizarse, poder lavar sus culpas y recibir estatus político que, en repúblicas bananeras como Colombia, es una investidura con licencia retroactiva para delinquir sin la posibilidad de ser castigado. Además, un defensor del medio ambiente, ¿cómo puede ser castigado si es un héroe que va a salvar a la humanidad de su extinción?
Greenpeace, es una oenegé que le da al color verde un matiz medioambiental, que unió dos conceptos aparentemente nobles como el cuidado del medio ambiente y la paz. Fueron el germen para que la extrema izquierda se mimetizara en esos dos conceptos y se lavara la cara de toda la herencia maldita de su ideología, que carga a cuestas, cientos de millones de muertes.
El Glifosato es malo para el medio ambiente, se debe prohibir su uso y no se puede usar, decían los verdes de Colombia. Fue un gran logro para aumentar de manera exponencial el cultivo de coca, que fue presentado como un triunfo medioambiental, dejando a un lado el evidente favorecimiento que le dieron a sus secuaces en la clandestinidad.
Los verdes, en el mundo, apoyan las aberraciones sexuales, como el incesto y la pedofilia, en concordancia con Dany el Rojo, su depravado fundador, que explica el término “viejo verde”. Quieren naturalizar los delitos que cometen sus copartidarios para borrarlos de los códigos penales.
Promueven la desnutrición, prohibiendo consumir proteína animal y haciendo otras prohibiciones para evitar que la gente desarrolle su cerebro y piense. A la par que son los promotores de la castración de los animales domésticos, paso previo para imponer la castración química de los humanos, como una forma de eugenesia.
El verde se opone a la explotación de los recursos naturales, con un falso argumento de soberanía nacional, que pisotean cuando se trata de la China Popular a la que sí se puede dejar entrar a llevarse los recursos naturales porque se trata de una dictadura comunista que financia su proyecto político verde, a través de oenegés progresistas disfrazadas, también, de verde tóxico.
En el mundo, se está desmantelando la inmensa lavandería de activos que se había creado, usando a la fachada del clima. La narrativa climática, también, ha sido adoptada y monopolizada por los verdes. Muy seguramente, los verdes colombianos, han estado involucrados en esos casos de lavado de activos, con la tranquilidad de que nunca van a tener que responder ante nadie por ningún delito.
De hecho, una pléyade de facinerosos ha engrosado las filas del partido verde y han delinquido previamente o durante su permanencia en cargos públicos. En los dos momentos, se refugian bajo un gran paraguas verde tóxico, especialmente, los que hoy ocupan cargos diplomáticos, amparados, también, por la inmunidad diplomática.
Un ejemplo, muy verde, es el de Claudia Nayibe López, que ha sido señalada junto con su pareja sentimental de haber saqueado el erario público, mientras que fue alcaldesa de Bogotá DC. Entra y sale del verde a su conveniencia. Ahora se salió, porque existe una avalancha de acusaciones en contra de todos los militantes verdes que están, en este momento, ocupando cargos públicos en el gobierno del cambio.
Protagonizó un referéndum contra la corrupción y se apropió de las banderas anti corrupción y enarbolarlas muy alto para que nunca se les fuera a ocurrir tratarla de corrupta, a pesar que el resultado de ese referendo fue corrupto porque lo que hicieron, en un día de muy baja participación ciudadana como lo expresó el registrador nacional, faltando una hora para cerrar las urnas, fue multiplicar el número de votos reales (1’667.169) por el número de preguntas (7) para presentar un rimbombante resultado fraudulento de 11’670.183, dejando entrever el talante tramposo y corrupto de esta parejita.
Muy seguramente volverá a ser verde, para evitar que la capturen a ella y a su pareja, porque la justicia colombiana es color verde oscuro. Además, dirá que los que las acusan de corruptas son lesbofóbicos. Con ese argumento, la dejarán en libertad, muy seguramente, y luego la elegirá el software de INDRA, como la primera mujer presidente de Colombia en el año 2026. Esa es la toxicidad del verde.
Los verdes colombianos dijeron, refiriéndose al apoyo de Gustavo Petro al grupo terrorista de Hamás que lo llevó a romper relaciones con Israel, “las implicaciones de un posible rompimiento diplomático con esta nación deben reconsiderarse, guardando mesura y calma”. Sin embargo, ya fue demasiado tarde, se metieron con los que conocen los secretos más horrendos de los verdes y los de todos los colores, en el mundo.