Por: José Miguel Santamaría Uribe
Nadie tenía que ser adivino para saber que la coalición de gobierno estaba pegada con babas, lo que si tomó de sorpresa al país fue el poco tiempo que duró. Esta semana, con el cambio de gabinete empieza a gobernar el verdadero Petro.
La realidad es que tuvimos nueve meses de luna de miel donde los medios de comunicación, los inversionistas y los empresarios sin sertirse a gusto, se habían acomodado a un gobierno que no podía moverse porque, aunque buscaba cambios, estaba abrazado por la política tradicional.
La Reforma a la salud ha sido el punto de quiebre, los hilos que se movieron pusieron a temblar todo. Por un lado, la intransigencia del gobierno en conciliar puntos claves y por el otro, la sevicia de los políticos que querían aprovechar al máximo su voto.
Lo que viene a partir de ayer es radicalización, calle y balcón.
Aunque vienen meses críticos y difíciles para el país, es mucho mejor tener las cartas sobre la mesa que escondidas en la manga.
Con la coalición de gobierno rota, la probabilidad que las reformas a la salud, pensional y laboral pasen en el Congreso disminuyó notablemente. Esto es sin duda una gran noticia, ya que habían cambios nefastos que iban a generar problemas muy graves a la economía y al aparato productivo. No se puede cantar victoria todavía, pero ya no existen las mayorías políticas para sacarlas adelante.
Sin duda los principales nubarrones hacia adelante provienen por el lado económico, la salida del ministro Ocampo seguro cambiará el panorama drásticamente, ya que su prestigio académico dió una tranquilidad a los mercados a mi modo de ver sobrevalorada estos nueve meses de gobierno.
Las diferencias conceptuales entre el nuevo ministro Bonilla y Ocampo son pocas, el problema radica más en el reconocimiento y la trayectoria académica. Seguro se respetará la autonomía del Banco de la República y la regla fiscal.
A mi modo de ver el riesgo mas grande tiene que ver con la tasa de cambio y las grandes posiciones que tienen los fondos extranjeros en títulos de deuda pública denominados en pesos que, aunque siguen teniendo tasas de interés atractivas, cualquier volatilidad y movimientos bruscos pueden generar un riesgo sistémico de grandes proporciones.
En el tema particular de la deuda pública, una venta masiva de estos títulos podría subir las tasas de interés a niveles no vistos, no existe comprador para tantos títulos, además se pondría en riesgo la financiación del Estado.
Para el dólar, el panorama es menos grave en principio, a nivel mundial lo vemos perdiendo valor frente a otras monedas, lo cual nos ayuda, pero no se puede descartar una salida de capitales y su consecuente devaluación como ha ocurrido en Argentina. Sin Petro el dólar debería estar en 3.000, con Petro y Ocampo está en 4.500, la gran incógnita es hasta donde llegará el dólar sin Ocampo en Hacienda.
Lo más importante hacia el futuro es que este nuevo gabinete respete las reglas del juego, que no le dé por hacer tonterías tales como el control de capitales, sobre endeudarse, jugar con la autonomía del banco central. Lo grave es que cuando los barcos cogen velocidad de crucero es difícil pararlos.