Por: Jorge Cárdenas
Me disculpan, pero quien se crea el cuento de que los actos vandálicos que está viviendo nuestro país es una reacción espontanea por la infortunada muerte de Javier Ordoñez o es un ingenuo o tiene 2 años de edad.
Que en tan solo unas horas haya habido la gente suficiente para que de manera coordinada atacaran los CAI de varias localidades de Bogotá y otras ciudades del país, incendiaran buses de Transmilenio y otros sistemas masivos, así como locales comerciales, entidades bancarias y cuanto se les ha atravesado a su paso no sucede sin que haya una o varias mentes maestras manejando los hilos.
Es que cuando se habla de combinar todas las formas de lucha, este resulta el ejemplo palpable.
Un chivo expiatorio; al mejor estilo del Florero de Llorente del que hablé en un articulo anterior; políticos ansiosos de exacerbar los ánimos para generar caos y poder imponer sus políticas. Otros que le suman a esa intención el poder desviar la atención publica de los escándalos de corrupción y compra de testigos que se venían dando en los últimos días en contra de Iván Cepeda y la Corte suprema de “justicia”. Partidos políticos que se tapan fechorías entre si aún sabiendo el daño que el otro le ha causado históricamente a los conciudadanos y la manera infame en que lograron escalar al senado de la república. Ejércitos de milicias urbanas que se mimetizan entre la ciudadanía, la atacan miserablemente y, cuando son apresados, denuncian abusos policiales y persecución política. Todo esto patrocinado por el enorme poder de los carteles del narcotráfico a quienes les convendría ver en Colombia a un gobierno como el venezolano y al ejercito nacional convertido en un cartel de los soles.
Por más que el señor Ordoñez hubiera tenido los antecedentes que describe su prontuario y el comportamiento descrito por sus vecinos, nada justifica que lo hubieran matado de esa manera tan miserable. Pero peor aún es la muerte de una mujer de 40 años en Suba arrollada por los vándalos que acababan de robar un bus del SITP siendo una de las 11 victimas que suman los actos violentos. Pese a que no se ha publicado su nombre podría aventurarme a asegurar que no estaba embriagada ni drogada como fue el caso del abogado en la madrugada del miércoles.
Parte el alma ver las imágenes de mi Cali bella destrozada por terroristas que se hacen llamar indignados. Los restaurantes del parque del perro cuyos propietarios hicieron el esfuerzo enorme de mantenerse a flote mientras duró el encierro y la pandemia, saltando matones para no declararse en quiebra, y tienen que ver hoy sus locales destruidos por una caterva azuzada por Gustavo Petro, que arrasó cuanto había a su paso mientras el alcalde, Jorge Iván Ospina, muestra más simpatía por los manifestantes que por los ciudadanos de bien.
Medellín, que siempre se ha caracterizado por el amor que le demuestran sus ciudadanos, también ha tenido que pagar el precio de la pasividad del joven Quintero Calle quien, por mucho que niegue su relación y proclame su supuesta independencia, se delata con su “Medellin Humana”, la que en estos días han deshumanizado.
Claudia López; quien más parece malabarista de circo que alcaldesa de Bogotá cambiando de posición y de discurso tan rápido como de calzoncillos; posa con los policías que han caído como victimas víctimas, pero no permite que el ESMAD intervenga y los proteja. Hemos llegado a ver a las barras bravas de Millonarios poner el pecho para defenderlos como lo habrían hecho, por los desmanes que a veces causan, los bloques antimotines. Aprovecho para agradecerles de todo corazón.
Leer el TL de Gustavo Petro es como leer una de esas novelas pornográficas baratas por el morbo con el que disfruta describiendo la destrucción y los desmanes causados por todo el país. Es ver como, en lugar de aprovechar su supuesto liderazgo, incita a que el caos se multiplique y se propague.
Me imagino que para él es el mismo orgasmo que sintió en 1985 mientras su hermano de armas, Andrés Almarales y los demás narcoterroristas pagados por Pablo Escobar, se tomaban el palacio de justicia mientras él disfrutaba la fiesta en una cárcel condenado por porte ilegal de armas. Curiosamente su expediente se perdió y un indulto dudoso lo tiene desde hace unos años protagonizando la posibilidad de una presidencia nefasta que, afortunadamente por ahora, solo está en su cabeza.
No es coincidencia la reunión de la semana pasada en casa del infame senador Cristo a la que asistieron senadores del ala política de las FARC, Iván Cepeda y el expresidente Juan Manuel Santos. Tampoco lo es el que el pasado lunes el mismo “Nobel de paz” haya advertido sobre la llegada de más manifestaciones. Solo se necesitaba una chispa y, en un país tan conflictivo como el nuestro, era solo cuestión de tiempo para que sucediera.
¿Qué pasó con la posición tan severa de Claudia López frente a la pandemia del coronavirus que la llevó a enfrentarse con Iván Duque para mostrar su poder en la ciudad? ¿Acaso es que ya vacunó a todos los que ahora autoriza a salir en marchas y manifestaciones que sabe que van a derivar en actos de violencia y destrucción?
¿Qué pasó con esa actuación circense de Jorge Iván Ospina persiguiendo a infractores de la cuarentena? ¿Es que no habrá rebrotes ahora que permite que se mezcle la gente en hordas que agreden a todo el que se atraviesa?
Falsos, mentirosos; así son todos ellos y otros que deben estar ocultos, pero conspirando para facilitar las cosas a quienes nunca han querido nada bueno para el país y que lo han demostrado siempre con hechos que contrastan con unas palabras tan postizas como sus promesas.
Lejos estoy yo de incitar al caos y a más violencia, pero si no apoyamos a nuestras instituciones militares y de policía, si no hacemos un llamado a nuestros vecinos a no caer en los engaños y falsas promesas, que son las que los hacen fácilmente manipulables, muy pronto vamos a ver gobiernos que no solamente no permiten la protesta, sino que persiguen a quienes, como yo, los denuncian.
No hay que ser un adivino. Solo basta ver lo que pasa en los países donde este tipo de individuos han tenido el infortunio de lograr conseguir el poder.
Esto no se trata de derecha ni izquierda. Ni siquiera de Uribe y Petro. Las próximas elecciones va a ser una lucha sistema/antisistema donde por medio de la anarquía y el caos aspiran lograr manejar las riendas de Colombia y el futuro de sus hijos, de nuestras familias.
Jamás apoyaré a alguien que haya tomado las armas para atentar contra otro ciudadano sin que pertenezca a las fuerzas de la ley ni tampoco a quienes hipócritamente decían condenarlos pero que ahora demuestran su verdadera cara proclive con la delincuencia.
El presidente Iván Duque se ve paralizado por la situación y no le faltan razones. Si accede a declarar toque de queda y conmoción interior, los organizadores de los desmanes lo culparán de fascista (palabra que cogieron de caballo de batalla pero que ni siquiera han sabido analizar) y de dejarse manipular por la derecha. Pero si permite que la barbarie continúe puede terminar quedando fuera de la Casa de Nariño, que es lo que buscan Petro y sus secuaces, y tildado por los demás como el más inepto de la historia.
Es el momento de que los ciudadanos de bien; quienes nunca hemos atentado contra nadie, quienes no hemos cometido ningún crimen, quienes lo único que queremos es buscar el bienestar de nuestras familias; elevemos nuestras voces y exijamos que estos desmanes se detengan. Es hora de denunciar a quienes quieren sacar fruto de la destrucción sin importar las consecuencias.
De lo que hagamos o dejemos de hacer ahora dependerá lo que pase en el futuro.
No podemos tener cuidado con el 2022 si antes de eso ya han llegado al poder quienes se quieren enquistar en él.
DIOS NOS AMPARE.