Por: Juan Daniel Giraldo
Mucho se ha hablado a lo largo de estos días alrededor de una reforma profunda a la Policía Nacional, derivado a los que algunos “expertos en seguridad y policía” (y dejo en entredicho el término porque se autoproclaman expertos y no conocen siquiera el funcionamiento de dicha institución en su génesis, mucho menos en su estructura. Comentan per se y casi que exigen reformas constitucionales que redefinen su razón de ser, su doctrina y hasta su régimen prestacional. Abordemos varios de estos puntos, luego analicemos en el marco de los últimos acontecimientos si dicha reforma de fondo es necesaria, y algunas consideraciones al respecto.
En primer lugar dice la constitución de Colombia que: “La Policía Nacional es un cuerpo armado permanente de naturaleza civil, a cargo de la Nación, cuyo fin primordial es el mantenimiento de las condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y libertades públicas, y para asegurar que los habitantes de Colombia convivan en paz.” Subrayo el término “armado permanente” lo cual significa que ni más ni menos tienen la postetad de hacer uso de las armas con el fin de preservar la paz y los derechos de las personas. No con ello pretendo justificar el uso inadecuado de las mismas, pero pretender por una simple orden de alguna autoridad local, ordenar el no uso de las mismas es una clara violación de la Carta Magna del país. No pretendo abordar temas de doctrina, de si es necesario que se conserve esta función constitucional o no, es un debate que debe abordarse con cabeza fría y analizarlo concienzudamente dentro del marco de legalidad y de la preservación de los derechos de la gran mayoría de los colombianos.
En segundo lugar, revisemos un poco la estructura de la Policía: jerárquicamente el Director General es la cabeza a nivel nacional de la misma, quien genera los lineamientos institucionales, gerenciales y de acción de ella, de acuerdo con la normatividad y los planes descritos por el Ejecutivo, el Subdirector General ejecuta dichos lineamientos y los mecaniza con los subalternos de las mismas hacia las diferentes direcciones y comandos. El director de Seguridad Ciudadana, antes llamado Director Operativo, articulaba con todos los Comandos de Departamento y Policía Metropolitana, lo pertinente al mantenimiento de la seguridad y la Convivencia; es algo así como el “coordinador y enlace de los comandos de Región de Policía, Departamento y Metropolitanas de Policía ante la dirección General”. El Inspector General cumple las funciones de control disciplinario. Esta es la cúpula de la Policía Nacional de Colombia, los 4 generales con mayor rango y antigüedad en el país y que sobre sus hombros reposa toda la Institucionalidad. Existen otras direcciones de apoyo y especializadas, tema que se escapa del alcance de este artículo, pero que se debe anotar para poder entender en su plenitud el tamaño y complejidad de esta Institución.
Finalmente, en todos los departamentos del país, y en algunas ciudades Capitales funcionan comandos de Policía Departamental o Metropolitana, que asemejan las mismas estructuras del nivel nacional, reflejado en este nivel. En ese orden de ideas el Comandante Departamental o Metropolitano desarrolla políticas y planes de acción en el marco del Plan Nacional estructurado por el director, coordinado por el Director de Seguridad Ciudadana, y sus subcomandantes los ejecutan de acuerdo con el organigrama establecido. Es de anotar que esta jerarquía desde decenas de años ha permanecido tal cual, sin cambio alguno, aún con el desarrollo de las regiones, y el país.
Es pertinente explicar ello porque debemos abordar una problemática que se escapa de este estándar y que más o menos ha sido exitoso en la gran parte del país: Bogotá.
Revisando lo que llaman los “expertos” el “abuso sistemático de la fuerza por parte de la policía”, en los últimos años encontramos dos puntos que son recurrentes: 1. Que la mayor porción de dichos abusos se encuentran en el mal llamado ESMAD (realmente se denomina UNADI: Unidad Nacional de Escuadrones Móviles Antidisturbios), en la atención a disturbios generados por protestas la minga indígena y 2. Que la mayoría de los actos se generan en Bogotá, como consecuencia de diferentes actos.
Quiero hacer especial énfasis en el segundo punto porque deja varias inquietudes. La principal de estas es que la concentración de los supuestos hechos de abuso y violencia se genera en Bogotá y no sean recurrentes en todo el país da a entender que enfrentar estos hechos requieren una especial atención a la problemática social y a la cultura capitalina. Quizás, más que pensar en una reforma general, que demerite el ejercicio de la policía, pensar en una reforma de forma a la estructura cómo funciona la misma en la capital bien podría solventar en gran parte los problemas sociales y culturales generan.
En primer lugar es comenzar por una reforma a la cultura ciudadana, al respeto por la ley y el orden. Por dejar de ver al policía como al que hay que atacar y desobedecer, y entender que requerimos una fuente externa de autoridad que garantice el orden y la civilidad. Más que reproches a una Institución que se somete a escrutinio permanente, tenemos que evaluarnos nosotros como sociedad.
En segundo lugar, la policía debe dejar de pensar a Bogotá como una ciudad más. Debe entender que más de 10 millones personas entre las que habitan y transitan por ella requiere una estructura especial, que tenga la suficiente autonomía permita la generación de estrategias puntuales para atender la seguridad y la convivencia ciudadana. Articulada con la Alcaldía Mayor (que no es por demás recordar que es la segunda posición política más importante del país), entender que debe dársele la misma importancia desde el órgano policial. Entendiendo que la Policía de Bogotá la componen ni más ni menos que alrededor del 10% del total de miembros de la Policía Nacional.
Ello hace que sea necesario restructurar dicho comando. Generar un gran Comando no de metropolitana sino pensarlo como una dirección propia (DIRECCIÓN DE POLICÍA DE BOGOTÁ), que sea dependiente directamente de la Subdirección General y con unidades desconcentradas propias, que los comandantes de estación, que realmente cumplen funciones de Comando de Departamento y Metropolitana (la estación de chapinero tiene la misma cobertura que ciudades como Manizales o Popayán), se conviertan en comandantes de Policía de Localidad (el solo hecho de cambiarle el nombre les genera el peso específico propio para generar una política interna de seguridad al interior de la localidad, con acceso a recursos de los fondos locales de seguridad y de la Alcaldía Local).
Que las seccionales especialidas así tengan más autonomía en la toma de decisiones y en conjunto puedan actuar para prevenir cualquier acción delincuencial, en vez de actuar en respuesta a una acción inesperada.
Comprendiendo el corazón de la policía, entendiendo su funcionamiento y las razones que motivan la ejecución de una orden; sin generar comentarios que solo buscan desestabilizar y mostrar como un problema de doctrina, incendiario y des articulador, provocando crisis internas y externas que no existen realmente, promoviendo cambios que estén acordes con la normatividad y la Constitución, y generando una cultura del respeto y la obediencia de la autoridad, es la única forma en la que nosotros podemos lograr verdaderos cambios en la cultura ciudadana. No es modificando el régimen prestacional, ni la doctrina, ni acabando con jurisdicción penal militar policial, ni mucho menos pensando en la creación de más burocracia (creando más ministerios, o seguir con el juego del pasado de mover a conveniencia del gobierno de turno la dependencia de ésta), que lograremos salir avante de esta controversia.