Por: Juan Daniel Giraldo
Hoy fue un día en el que hice memoria de mis épocas de estudiante universitario. Gracias a la pluralidad y el respeto por el pensamiento que el grupo de docentes ¡docentes! de la Universidad Nacional Sede Manizales, tuve el honor y la fortuna de terminar mi formación académica e intelectual en el más elevado honor y respeto por la diferencia, conviviendo con los más dispares y contrapuestas formas de pensar, pero siempre entendiendo que la amistad y la camaradería son valores que siempre deben imperar en una sociedad.
“Prohibido prohibir” y prohibo imponer eran frases recurrentes que escuchaba de parte de mis profesores, y aún la guardo en mi mente y mi actuar. Dejo esta pequeña anécdota introductoria par abordar una situación que encuentro con perspicaz inquietud: la autonomía universitaria y la política de educación superior.
Durante años la izquierda universitaria vociferaba acerca de la autonomía universitaria, pocas veces se hicieron discusiones profundas alrededor de este tema que no es otro QUE LA LIBERTAD DE CÁTEDRA Y LA LIBERTAD DE ESTUDIAR. (Conceptos que extrañamente un exrector quitó tajo del preámbulo del estatuto académico de la UN) y siempre abordaba de forma superficial en la exigencia de “un gobierno autónomo excluido del gobierno de turno con financiamiento exclusivo de la nación.” En palabras coloquiales: “manténganme que yo sabré como me gasto el dinero”. Paros y más paros siempre pregonaban ello, y las formas mal diseñadas de procedimientos para el nombramiento de los rectores de TODAS las Universidades derivaron en solo movimientos politiqueros, componendas y maquinaciones para mantener los intereses de algunos grupos determinados.
Sin embargo, siempre que el gobierno central entraba a intervenir, de inmediato esa izquierda era la primera en criticar y oponerse usando el término “se pone en juego la autonomía universitaria”. La consecuencia ha sido una “convivencia pacífica” entre ambos, con un rector con garante y vínculo entre ambos sectores: la comunidad universitaria y el gobierno de turno.
Pero ahora, que esa izquierda que durante años pretendió proteger esa “Autonomía para gobernarme” mal llamada autonomía universitaria, es la misma que ha violentado abiertamente ese concepto que tácitamente se ha respetado. En vez de propiciar un diálogo con el Consejo Superior y los demás actores involucrados en el proceso de nombramiento de rector (hago hincapié en la palabra nombramiento, porque claramente no hay una elección directa de éste, sino un nombramiento por su junta directiva) rompió el pacto tácito que históricamente había existido, imponiendo un rector y desconociendo los mecanismos que ellos mismos exigieron por décadas. Imponer un rector contra los procedimientos claramente acordados y generar una crisis de gobernabilidad al interior del claustro universitario del Estado Colombiano por excelencia, solo marca un punto de quiebre grave que raya con la autocracia y el despotismo.
Como antiguo representante estudiantil, como expresidente de la asociación de estudiantes de ingeniería química y como ex alumno de la UN, que acompañé con vigor y entusiasmo en la construcción de un gobierno y una academia universitaria acorde con el nuevo milenio, veo con preocupación que acciones como la realizada el día de hoy se vuelvan costumbre en el quehacer de la sociedad colombiana. En su lugar, urge el rediseño y la verdadera formulación expresa del concepto de Libertad de Cátedra y Libertad de Estudiar para toda la sociedad Colombiana, como pilares fundamentales de la Autonomía y el desarrollo y científico del país.Espero que ahora con la reforma a la educación que se está discutiendo en el Legislativo nacional, estos conceptos no se pasen por alto, además de sentar posiciones claras y permanentes en cómo debería ser el gobierno universitario. Se está en juego nada más y nada menos que el desarrollo científico y profesional del país