Por: Andrés Villota
La acción de Twitter (TWTR) que cotiza en la Bolsa de Nueva York (NYSE) cayó en la ultima semana el -17,14%. Si la acción siguiera cayendo a este ritmo, en un año, un inversionista que hubiera comprado la acción en USD$54,49 el pasado 4 de enero del 2021, tendrá solamente USD$0,03 el próximo 4 de enero del 2022. Una considerable pérdida del -99,994% que se puede anticipar si el precio de la acción acelera su caída tras los próximos cambios en las políticas corporativas y el plan de censura implementado desde hace varios años por Jack Dorsey que parece está llevando a la empresa a la quiebra por el éxodo de usuarios de su aplicación de envío de mensajes.
Guardadas las proporciones y para entender lo que está pasando con este servicio ofrecido a través de una aplicación gratuita, es lo mismo que si la estatal Telecom en Colombia hace 50 años leyera todos los telegramas y decidiera cuáles decían la verdad y cuáles no, cuáles promovían el odio o decidiera a quién le prestaba el servicio y a quién no. La respuesta de muchos a mi ejemplo será que Twitter es una empresa privada y que puede hacer lo que le plazca, lo que es muy cierto, como también es una realidad que en un mercado libre es el consumidor el que decide y por eso la salida masiva de usuarios hacia otras de las varias alternativas que existen. Por ejemplo Telegram en los últimos días ha aumentado el número de sus usuarios en más de 500 millones de personas en el mundo, mientras que Twitter en la actualidad no debe sobrepasar los 200 millones de usuarios en todo el mundo.
Jack Dorsey empezó con la censura del contenido publicado por terceros desde el año 2016 bloqueando la cuenta en Twitter de la reconocida artista del genero urbano, Azealia Banks, por haber contado que él le había mandado en un sobre parte de su barba (la de Dorsey). En el 2017 bloqueó la cuenta de la actriz Rose McGowan por haber acusado de acoso sexual a Harvey Weinstein en un trino, lo que generó voces de rechazo de millones de mujeres que se materializaron en el hashtag #WomenBoycottTwitter. La empresa que dirige Dorsey, también, ha censurado a líderes políticos como Santiago Abascal en España y al presidente Álvaro Uribe en Colombia.
A Dorsey ya lo habían echado de su cargo como CEO de Twitter en el año 2008 por vago. Solo trabajaba unas pocas horas a la semana y se dedicaba a la practica de yoga y al diseño de modas, su verdadera pasión. La moda lo enloquece. Fue a la universidad un par de veces pero jamás culminó alguna carrera profesional, lo que en Colombia llamarían coloquialmente un “tegua”, por eso es un icono mundial para los que no estudian ni trabajan que se identifican con él porque asumen que también pueden volverse millonarios sin necesidad de estudiar o producir.
Dorsey para lo único que ha sido bastante hábil es para vender empresas que, básicamente, no producen nada. Pertenece a ese grupo de «innovadores» que venden humo y siempre logran cautivar a inversionistas que les encanta, a su vez, comprar humo. Inversionistas que asumen riesgos inmensos de pérdidas a cambio de probabilidades mínimas de enormes utilidades. Esa fue la constante hace 20 años cuando el auge de las Punto Com creó una inmensa burbuja especulativa en la que muchos hicieron grandes apuestas pero muy pocos ganaron. Negocios efímeros que lograron cautivar a los mismos incautos de siempre.
El modelo de negocio de Twitter es un modelo que hizo crisis durante la pandemia porque en medio de una catástrofe las prioridades cambian y se privilegia la eficiencia, idoneidad y utilidad que va en contra vía del éxito de los «empresarios» del Silicon Valley y de sus empresas que se basa en un grupo de personas que le encuentre utilidad a algo que, a todas luces, es inútil o ya estaba inventado desde hace muchos años solo que ahora se hace apoyado en una herramienta tecnológica.
El magnate griego Aristóteles Onassis empezó a amasar su inmensa fortuna desde que trabajó en la empresa de teléfonos de Buenos Aires, Argentina y oía las conversaciones de los porteños más ricos con sus corredores de bolsa y replicaba las mismas decisiones de inversión. Sin duda para los que manejan las redes sociales, apropiarse de la información y de los datos de sus usuarios, puede ser la verdadera utilidad para su actividad aparentemente inútil e improductiva. El verdadero negocio del negocio.
El artista Jan Brueghel pintó en 1640 a un grupo de simios vestidos como seres humanos negociando tulipanes como una sátira a la Tulipmania, el nombre con el que se conoce a la burbuja especulativa más grande de la historia de la humanidad, cuando los habitantes de la Holanda del Siglo XVII le asignaron valores irracionales a los tulipanes. Un solo bulbo llegó a valer más que una casa en Amsterdam. La burbuja se reventó el día que alguien dejó a un lado la irracionalidad y se dio cuenta del absurdo de asignarle tanto valor a algo que por su origen, propiedades y utilidad, no lo tenía. Lo que pasa en la coyuntura actual es, sin duda, el final de la burbuja especulativa de la Twittermanía y del resto de redes sociales cuyas acciones cotizan en las bolsas de valores.