Trampantojo Climático

Por: Andrés Villota

El clima determina el comportamiento de los seres humanos, es el postulado común en las teorías del clima formuladas por Hipócrates, Montesquieu, Hume, Voltaire y, las más recientes, de Clarence Glacken y Mario Pinna, hechas en la mitad del Siglo XX.

Con diferentes matices, esas teorías del clima, plantean las relaciones entre territorios y pueblos, la correlación entre un ambiente geográfico y los sistemas morales, políticos y estéticos de una sociedad, y la influencia del entorno físico sobre el comportamiento ético y moral de los seres humanos. Ninguna plantea que el ser humano determine el comportamiento del clima. Ninguna.

El ser humano no puede modificar el clima. Los seres humanos no determinan el comportamiento del clima. Los desiertos, sin habitantes, son los lugares más calientes por el clima extremo. Los polos, sin gente, son los lugares más fríos por el clima extremo.

Entonces, es mentira que la presencia de los seres humanos en determinadas regiones y la producción industrial, modifica el clima y lo lleva a niveles extremos.

Paralelo a la actividad de esos grandes pensadores, con relación al clima, existieron comentarios, opiniones o relatos, que jamás llegaron a ser considerados como teorías serias y formales, que hicieron personas sin ningún peso histórico o trascendencia intelectual.

Apreciaciones subjetivas realizadas sin ningún tipo de rigor que, de la nada, crearon un cambio en el clima, determinado por la acción de los seres humanos.

Hace 205 años, por ejemplo, Joseph Banks, presidente de la Royal Society de Londres advirtió que se había producido “un cambio climático considerable, inexplicable en la actualidad para nosotros” y dijo que eso conduciría a cambios en la accesibilidad a los mares árticos. Supongo que, para Banks, estaba haciendo mucho más frío y por eso el mar se estaba congelando y complicando la navegación para poder ir al Polo Norte.

Un siglo después, de la nada, decidieron cambiar la narrativa y contrario a lo que le había pasado al Titanic por culpa de un iceberg en 1912, una década después, en 1922, publicaron en el Washington Post un artículo sobre la escasez de icebergs y de agua fría para las focas. Empezó el sirirí del calentamiento global, sin causa alguna. Y otra vez, relacionado con los polos, aunque todavía no se habían inventado que se estaban derritiendo.

La Guerra Fría, profundizó el concepto del calentamiento global por “lo de la radiación nuclear” producida por las bombas atómicas hasta que, de repente, en la década de los años setenta, la tierra se iba a enfriar, otra vez, como en la época de Banks, por culpa del “Invierno Nuclear” como consecuencia del uso indiscriminado de armas atómicas, que iba a producir una gran nube de cenizas y de escombros que iba a tapar el sol y nos íbamos a morir todos, pero de frío.

La amenaza de muerte por ahogamiento empezó a finales del Siglo XX cuando el aerosol de los desodorantes y de las pinturas de los grafiteros le iban a abrir un hueco a la Capa de Ozono, una capa que alguien “descubrió” en el límite de la atmósfera, como un gran techo de tejas traslúcidas que protegía a la tierra del sol que, ya no se iba a tapar por la nube atómica y, por eso, justo, se iba a derretir el hielo de los polos y por culpa de toda esa agua derretida, se iban a ahogar los que viven en las costas y en las montañas, todos.

Esa nueva “amenaza”, creó una industria paralela de asustadores profesionales y de avivatos que se empezaron a lucrar de los miles de millones de dólares que desembolsaron los empresarios y los burócratas que jamás habían leído a Hipócrates, Montesquieu, Hume o Voltaire, que los convertía en los más asustados, los más incautos y los más fáciles de manipular, que entregaban gran parte de sus fortunas y del erario público a unas oenegés de propiedad de una gran logia de culebreros profesionales a cambio de que los salvaran de morir en medio de un gran cataclismo climático.

Nadie sabe cómo los oenegeros, van a tapar el hueco de la Capa de Ozono, de hecho, nadie sabe sí es verdad que ese gran domo transparente existe, o cómo van a fabricar el hielo para ir a echarle a los polos, o cómo van a evitar que los grafiteros sigan pintando grafitis y rayando las paredes o van a obligar a la gente a que use desodorante en gel o en roll-on, pero eso es lo de menos, lo realmente importante es salvarse de morir por culpa del clima.

Se convirtió en algo tan caricaturesco “lo del clima” que, un médico medio ambientalista colombiano, para promover su libro de recetas de cocina veganas, mostró un “estudio” con el que, supuestamente, probaba que las flatulencias y las heces fecales de las vacas, mamíferos veganos, emitían a la atmósfera gases de “efecto invernadero”. Ergo, si los seres humanos se dedican a comer las recetas de su libro, las flatulencias y las heces fecales de mamíferos veganos, iguales a las vacas de su estudio, van a contribuir a gran escala con la generación de estos famosos gases. Mejor no comprar ese libro, entonces.

Ojalá el médico, autor del libro de cocina, haga un curso intensivo de mercadeo. Se cree que 1.320 millones de kilómetros cúbicos es el total de agua del mar y el total de agua congelada equivale a 24 millones de kilómetros cúbicos, es decir, si se derritiera la totalidad del hielo de los casquetes polares, glaciares y nieves perpetuas por culpa de los rayos solares que se metieron por el hueco de la Capa de Ozono, el agua del mar aumentaría, solamente, el 1,8% que, por sentido común básico y conocimientos elementales de física para Dummies, jamás le alcanzaría para subir el nivel del mar, tanto, como para lograr cubrir los pies a un niño que esté parado, justo, en la orilla del mar.

El cofundador y ex presidente de Greenpeace, Patrick Moore, dijo que todo lo que se afirma sobre el cambio climático “es un engaño y una estafa”, que se ha apoderado del mundo científico, “mediante la superstición y una especie de combinación tóxica de religión e ideología política”.

Michael Shellenberger, arrepentido, tras haber pertenecido al grupo de seudo científicos que inventó la narrativa del “cambio climático”, escribió Apocalypse Never. Narra los motivos por los que se inventaron esa farsa, cómo estructuraron la estafa y cuáles eran los objetivos para hacerla. Se los recomiendo.

El Director de Tecnología de CNN, Charlie Chester, confesó que recibió la orden de “vender miedo” a su audiencia, amedrentando de manera sistemática fabricando noticias que culparan al cambio climático y a la crisis climática de todas las desgracias que ocurrieran. Incluso, cambiaron el color verde de los mapas que usan para hacer el informe del clima, por unos mapas de color rojo intenso.

Aunque ya es habitual, a Joe Biden le volvieron a llover críticas por haber incluido en un proyecto de ley para reducir la inflación, una partida por $369 billones de dólares americanos para “des carbonizar” todos los sectores de la economía estadounidense, lo que profundizará, sin duda, el impacto de la recesión que padece en la actualidad, la otrora saludable y vigorosa economía de los Estados Unidos.

Todo eso pasaría como algo anecdótico, un gran paseo millonario, un paquete chileno, una inversión en una criptomoneda, pero deja de ser anecdótico o chistoso, cuando “el cambio climático”, “la conversión energética”, “la justicia climática”, “la inclusión climática” se convierte en el eje central de las políticas públicas de una nación.

Eso sí es muy grave. Máxime cuando en el mundo, las grandes potencias económicas, jamás lograron la pretendida transición energética, después de haber dilapidado muchos billones de dólares, en el intento. Mientras que en el mundo las grandes potencias económicas están volviendo a usar sus centrales nucleares, sus termoeléctricas y necesitan del gas para poder comer y para calentarse durante el invierno que se aproxima, Gustavo Petro va a llevar al colapso a la economía colombiana, no solo por nombrar a funcionarios que jamás han trabajado en el sector real de la economía, sino porque a él lo estafaron. Raro que un burócrata tan sagaz, se deje timar tan fácil. Petro se tragó, enterito, el trampantojo climático.

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